En un intento casi desesperado por contrarrestar la nueva tendencia histórica, elementos pro-palestinos intentaron recientemente cambiar el rumbo y poner el tema palestino nuevamente en la agenda, a través de lo que ellos denominan «Día de la Tierra». Sin embargo, fracasaron.
Durante decenas de años, los regímenes árabes se han ocupado de Israel y de los palestinos de un modo artificial, con el fin de ocultar lo que sucedía en sus propios países, desviando la atención de las masas árabes hacia el exterior. Pero hoy ya no resulta necesario continuar haciéndolo, ya que los problemas reales que aquejan al mundo árabe se muestran con toda su fuerza.
Y así, de ser un asunto mayor - posiblemente, el asunto principal -, los palestinos fueron empujados al fondo de la lista de prioridades; su «Día de la Tierra» no recibió ninguna cobertura sustancial, ni en el mundo árabe ni en el occidental.
Hoy, cuando el Oriente Medio musulmán se fragmenta en religiones, grupos étnicos, minorías y regiones diversas; cuando la masacre de Siria no hace más que intensificarse (el número de víctimas fatales ya roza los 10.000); cuando las milicias libias están matándose unas a otras; cuando Yemen se desmorona y Egipto enfrenta un grave problema, resulta que la cuestión palestina es relativamente la más estable de Oriente Medio.
A decir verdad, siempre fue así, pero por razones de interés propio, la situación fue distorsionada por diversos elementos.
Los palestinos se toparon con otra infausta calamidad: La opinión pública israelí perdió interés en ellos. Durante décadas, el campo izquierdista hizo de los palestinos su asunto determinante. Sin embargo, la izquierda descubrió de repente que Israel siguió avanzando y que la cuestión ya no figura más en su agenda. Cuando la izquierda descubrió también que los palestinos no tienen en realidad ningún interés en la paz o en las negociaciones, al igual que la Siria de Assad, sustituyó la agenda palestina con una nueva, basada en temas sociales como el queso cottage y las carpas de protesta.
Como quienes estuvieron detrás de las maniobras palestinas a través de los años fueron casi siempre israelíes o judíos, una vez que avanzaron hacia otro asunto, ya no hubo nadie más que pudiera hacer el trabajo por los palestinos. El acuerdo por Shalit eliminó todo vestigio de interés en la cuestión palestina. Los cohetes disparados desde Gaza no cambiaron las cosas, y nadie denunció tampoco un «bloqueo» de Gaza, ya que no existe tal bloqueo. De hecho, Gaza está prosperando después de haber establecido vínculos con Egipto, pero no con Ramallah.
Además de todo ello, surge una duda internacional: ¿Justifica la cuestión palestina tanta atención dispensada durante todos estos años? Cuando un candidato presidencial estadounidense afirma que no existe algo así como un pueblo palestino, muchas de las cosas que parecían firmes y absolutas dejan de presentar esa apariencia.
En lugar de afanarse buscando el apoyo de los responsables políticos occidentales, aquel liderazgo dual de los palestinos prefirió atrincherarse a través de la adopción de medidas unilaterales condenadas al fracaso, como el intento de forzar una nueva realidad por medio de la ONU. Como consecuencia de ello, la Autoridad Palestina perdió gran parte de su credibilidad en Occidente, mientras que el vergonzoso cortejo de Hamás, definido como grupo terrorista, no logró otorgarle mucho crédito extra a la Autoridad Palestina.
Los palestinos también quedaron atónitos al descubrir que, a pesar de la llamada «primavera árabe», los regímenes árabes no han cambiado mucho en comparación con los anteriores, en lo que concierne a aquellos asuntos relacionados con los palestinos. El «Día de la Tierra» demostró que los regímenes en el Líbano, Siria, Jordania y Egipto, así como Hezbollah, no están dispuestos a meterse con Israel a causa de los palestinos. A eso hay que añadir las divisiones internas palestinas, las cuales resultan irremediables.
No obstante, otro hecho que se desprende del «Día de la Tierra»: También los regímenes de la Autoridad Palestina y de Hamás no muestran ningún interés en un mayor recrudecimiento, por temor a ser ellos quienes deban finalmente asumir el costo, y ante la posibilidad de que se propague en contra de gobiernos impopulares. Además, Israel es demasiado fuerte y tiene mucha experiencia en la gestión de las crisis y las protestas.
Todos esos desarrollos suponen que los palestinos - regímenes y sociedades - habrán de comprometerse con una práctica de auto-reflexión. Sin embargo, tal fenómeno de auto-reflexión y disciplina caracteriza precisamente a la sociedad israelí, más que a la sociedad palestina.
Tal como ocurrió a lo largo de las últimas décadas, el pueblo palestino continuará siguiendo fielmente a sus líderes, encargados de conducirlo, generación tras generación, por el camino de las derrotas y los fracasos.
Traducción: www.israelenlinea.com