No puede existir un día más triste en la historia de la humanidad. No debe recordarse otro día más cruel entre las fechas elegidas por los hombres dentro del Calendario Universal como ésta,- Yom Hashoá -, que representa la muerte de millones de seres humanos inocentes y la más cruel matanza e intento de exterminación total como fue objeto el pueblo judío.
No existe otro momento que pueda reflejar la barbarie de una nación toda contra otro pueblo, contra otras gentes, contra sus mismos ciudadanos.
Antecedentes seguramente hubo muchos a lo largo de la historia; desde las matanzas más crueles hasta las desapariciones forzadas en nuestra era moderna - aún hoy vigentes -, pero nada ha sido tan espeluznante como la creación de toda una maquinaria nacional para hacer desaparecer de la faz de la tierra a todo un pueblo, como lo fue el nuestro. El pueblo judío. Ellos no pudieron reclamar justicia, pero la memoria permanente de esas más de 6.000.000 de víctimas, que son sangre de nuestra propia sangre y vida de nuestros propios recuerdos seguirán vigentes eternamente para recordarle a generación tras generación sobre nuestra tragedia.
Nuestros muertos, fueron y serán la memoria de nuestras gentes, de nuestras ciudades, de nuestro Estado de Israel. Ellos fueron parte de éste mundo, trabajaron, estudiaron y también soñaron con un mundo mejor. La crueldad de una parte de la humanidad no se los permitió.
La barbarie nazi, con la colaboración de muchos pueblos de la misma estirpe logró la más sanguinaria de las tragedias acaecidas a lo largo de la historia. Ellos quisieron borrar hastas las huellas... Creyeron que destrozando sinagogas, torot, libros sagrados y elementos de los rituales religiosos nos matearían a todos los judíos....
Olvidaron que lo primero fué nuestra tradición oral y que así comenzó la verdadera historia, la que nos llega hasta el día de hoy.
Los asesinos no contaron con que esa gente agotada y casi sin fuerzas, guardaba aún en su interior la fe en su D's para volver a renacer, una y otra vez......
Y resurgimos, como antes, como siempre y no le dimos la espalda a la vida. Muchos sobrevivientes llegaron a la Tierra Prometida y la reconstruyeron milagrosamente; otros recalaron en diferentes horizontes de países lejanos y armaron nuevas vidas.
Entre todos volvimos a ser el mismo pueblo, la misma gente; pero con una gran herida, una cicatriz tan grande y vergonzante como la actuación de todos los hombres que formaron parte de los gobiernos y las conducciones de la época. Ninguno merece el perdón.
Somos nuevamente un pueblo de pie. Yom Ha Shoá. La marca a fuego de nuestra casi desaparición. La fecha para la memoria colectiva. El dia de recuerdo para las víctimas y los miserables asesinos. Las horas de reposo y reflexión. Los minutos de tristeza que se condensan con la sirena atroz de Israel, los segundos de rabia para no olvidar y no perdonar nunca lo que nos pasó. Ahora sabemos que nunca mas se repetirá. No lo permitiremos.
En cada uno, en cada rostro, en cada gesto de nosotros, hay una mirada de alguien que no llegó hasta nuestros días.
Que el dolor no se disipe, que el reclamo no decaiga, que el recuerdo no desaparezca nunca, que la alegría creadora sea nuestra mejor cara frente a los que aún nos odian tanto como lo hicieron con nuestros hermanos.
Yom HaShoá. Por la memoria de esos millones de hermanos que hoy serían más colores entre las flores de esta cruel humanidad.