Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Cuestión de costumbre

¿Ha dado el proceso de paz su último respiro, señalando el final de la solución de dos Estados para el conflicto? Es difícil creer que llegue alguna vez un tiempo preciso donde seamos conscientes de que no tiene ningún provecho seguir hablando de la división del territorio. Ningún ministro de historia convocará a una conferencia de prensa. El Departamento de Estado de los EE.UU seguirá fingiendo que apoya la «visión de dos Estados»

Ninguna organización pacifista anunciará su finalización. La paz morirá con un gemido. Cada vez menos gente hablará de una solución diplomática, y menos gente escribirá sobre ello. Y el proceso irá desapareciendo poco a poco de nuestra vida.

Las encuestas de opinión muestran un apoyo mayoritario constante entre israelíes y palestinos a un acuerdo de paz en el contexto de una solución de dos Estados; sin embargo, las encuestas son engañosas. El grado de apoyo con que pueda contar un acuerdo no constituye un presagio de su viabilidad. El amorfo apoyo público al concepto de dos Estados carece de todo peso político si no va acompañado del reconocimiento de la importancia y de la urgencia del proceso de paz. Debe haber también una comprensión del precio real de la paz, y una plena disposición para movilizar el apoyo electoral necesario en favor de aquellos políticos que abrazan el proceso como su principal prioridad.

Aquel intento de amenazar a los israelíes con la idea de que, si no se apresuran a devolver los territorios, tendrán que enfrentar un Estado binacional, ha resultado un rotundo fracaso. La amenaza se muestra hueca, histérica y abstracta. Ante la realidad de existencias separadas, es difícil imaginar una situación en la que una pareja normal de la ciudad cisjordana de Ramallah - llamémosles Mohamed y Aisha - vote en las elecciones de la Knéset para decidir quién será el primer ministro de Israel. Y si es algo imposible de imaginar, entonces no puede asustarnos.

Hubo tres factores principales que determinaron el público apoyo a 12 años de esfuerzos diplomáticos, desde el proceso de Oslo de la década de 1990, a la desconexión de Gaza en 2005: El primero fue el deseo de normalidad y de aseguramiento de una existencia sionista-israelí, lograda a través del reconocimiento de nuestra legitimidad en Oriente Medio y en el mundo en general, y la economía floreciente que la paz habría de traer. El segundo fue el deseo de separarse de los palestinos y de poner fin al continuo y violento choque con ellos. El tercero fue la preocupación por el modo en que podía reaccionar el mundo.

Todas esas consideraciones han desaparecido. Los israelíes gozan de los frutos de la paz sin tener que pagar el precio por ello. Todo el mundo hace negocios con Israel, y la economía crece, a pesar de que no hemos renunciado a la ocupación. Gracias a su éxito económico, Israel se siente más normal que nunca, y define su tenaz enfoque del proceso de paz como el resultado del realismo que prevalece sobre cualquier ilusión.

La oposición palestina se ha erradicado. Gracias a la valla de separación, y a la separación entre los territorios, el israelí promedio nunca tiene oportunidad de ver a un palestino. Y si no se ve palestinos, tampoco es posible ver un problema palestino. Y aquella proposición de que el mundo no permitirá la ocupación continua, se derrumbó también junto a los esfuerzos palestinos para garantizar su reconocimiento ante Naciones Unidas.

Las elites israelíes y palestinas prefieren rehuir una solución de dos Estados. Los palestinos terminaron desilusionados, mientras que lo que queda de la izquierda israelí se ha dedicado por completo a luchar por el bienestar social - luchas que se limitan a Israel propiamente dicho -, y a las disputas domésticas.

El movimiento pacifista también ha cambiado. Ha disminuido la influencia de aquellas organizaciones comprometidas con la promoción de un acuerdo de paz, mientras el número de los que concentran todos sus esfuerzos en los aspectos humanitarios del dominio israelí en los territorios - sin ocuparse directamente del tema de una posible solución al conflicto - ha ido en aumento. La situación refleja el desgaste de aquella idea de que la ocupación se había vuelto permanente.

¿Se acabará el rechazo? ¿Llamará la realidad a la puerta de una nación que elige conscientemente la ceguera, para exigirle el pago con interés compuesto? Con toda honestidad, no se ve en el horizonte ninguna perspectiva de ese tipo: Ni un despertar político israelí, ni una presión internacional eficaz, ni medidas palestinas que vayan a trastornar dramáticamente el equilibrio.

Estamos pagando el precio por la ocupación de mil maneras diferentes. Es un precio muy alto, pero la mayoría de los israelíes han aprendido a vivir con ello - así como los presos aprenden a vivir en la cárcel. Se acostumbran a ello.

Fuente: Haaretz - 24.4.12
Traducción: www.israelenlinea.com