El ex jefe del Shin Bet, Yuval Diskin, cometió tres graves errores: obstaculizó a sabiendas la estrategia israelí con respecto a Irán; hizo una declaración simplista, incompleta y engañosa sobre la amenaza nuclear; violó normas relativas a la lealtad con que deben actuar los altos funcionarios civiles en cualquier democracia occidental. Diskin ha demostrado una vez más que, en el nuevo Israel, prevalece el modelo turco.
Algunos comandantes del ejército y de la policía creen ser más valiosos que los líderes elegidos democráticamente, por lo que no vacilan a la hora de colocar bombas políticas en la puerta de éstos. No temen llevar a cabo ataques específicos contra los medios de comunicación. A pesar de que la perspicacia política de nuestros tecnócratas en materia de seguridad no siempre es la más aguda, actúan como si la Divina Providencia hubiera delegado en ellos la sagrada misión de salvar al país de sus gobernantes electos.
Diskin es un israelí que ha sabido ganarse el sustento. Fue un excelente jefe del servicio de seguridad Shin Bet, trabajando día y noche en defensa del país y su gente. Sin embargo, también es un hombre agresivo que actuó brutalmente cuando detuvo al asesor de seguridad nacional, Uzi Arad, y cuando persiguió al periodista de Haaretz, Uri Blau. Esta vez, sin embargo, la agresividad de nuestro agente secreto Nº 1 resultó particularmente absurda:terminó perjudicando la misma causa que se proponía impulsar.
En su discurso en Kfar Sava, Diskin intentó vaciar la munición de aquella pistola israelí que amenaza a Irán con un ataque militar. Pero fue esa misma pistola cargada la que hizo que la comunidad internacional impusiera un asedio diplomático y económico sobre el Gobierno de Teherán. Por eso, al tratar de neutralizar el poder disuasivo de aquella pistola de la alternativa militar, Diskin no hizo más que aumentar el riesgo de que el arma sea disparada en un futuro próximo. En lugar de hacer más remota la posibilidad de un asalto israelí contra las instalaciones nucleares iraníes de Natanz, logró todo lo contrario.
No obstante, Diskin hizo hincapié en un tema clave durante su discurso: El mesianismo. El primer ministro Binyamín Netanyahu y el ministro de Defensa, Ehud Barak, no son mesiánicos, a pesar de lo que dijo Diskin. Todo lo contrario. Pero ambos dirigentes se centran de manera dogmática en una solución militar al problema nuclear iraní: Reducen al mínimo los riesgos inherentes a la ejecución de una operación de tales características, y no se han ocupado de considerar adecuadamente soluciones alternativas.
Dan la impresión de encontrarse encerrados en un solo curso de acción, curso que promueven al tiempo que excluyen todos los demás. Tal dogmatismo debe ser tema de debate y crítica. Ciertamente, la cuestión fundamental planteada por Diskin no debe ser dejada de lado, pero con un enfoque diferente. Netanyahu y Barak tienen que demostrar que no carecen de miras en lo relativo a la cuestión iraní, y que no descartan ninguna opción.
Netanyahu y Barak están pagando el precio por sus errores del pasado. Cualquier persona capaz de comprender realmente el desafío que plantea Irán, habría dado tres pasos decisivos en los últimos tres años: Habría establecido un gobierno de unidad nacional; habría puesto en marcha una iniciativa diplomática que otorgue legitimidad diplomática a Israel en el extranjero y cohesión nacional en el país; habría preparado al frente interno y a la opinión pública para el momento histórico de la verdad.
Netanyahu y Barak no hicieron nada de eso. A medida que van acercándose a esa crucial encrucijada, Israel permanece confundido, fragmentado y aislado. Se acercan cada vez más al verano de su vida con una enorme brecha entre su idea de la realidad y aquella que sostienen tanto la comunidad internacional como el estamento militar y la opinión pública israelíes.
Esa es la razón por la que ocurren tan extraños acontecimientos como el discurso de Diskin. Es por eso que cosas aun más graves podrían suceder en los próximos meses. Incluso si los líderes israelíes se muestran plenamente convencidos de sus evaluaciones, carecen de la preparación necesaria para poder lidiar con la situación.
Fuente: Haaretz - 7.5.12
Traducción: www.israelenlinea.com
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