Este 18 de julio se cumple un aniversario más que simbólico: 18 años del atentado terrorista perpetrado contra la AMIA en Buenos Aires. Simbólico, decíamos, porque en el judaísmo el 18 representa vida - por el valor numérico de las letras hebreas que componen la palabra JAI -, pero henos aquí recordando la muerte de las víctimas.
En realidad, justamente para recalcar el significado de lo sucedido, de esta catástrofe provocada por los asesinos, es imperioso tener presente ese simbolismo, recordar que cada una de las víctimas era un mundo vivo. Los judíos a los que se quiso matar y los no judíos a los que los terroristas no buscaban quizás en especial, pero que no les importó que también mueran con tal de que en la explosión se vayan muchos judíos. A todos recordamos.
Cada uno era una vida entera, con sus afectos y sueños, con sus problemas y preocupaciones, con sus ilusiones y planes junto a sus seres queridos. Debemos recordar la vida para comprender lo terrible de que hayan muerto. Sólo así garantizamos que no sean solamente un número, el resumen formal e informativo del atentado.
Pensar en esos muertos, en la normalidad aparente de aquel día en que se desmoronó la AMIA enterrando a tantos inocentes, es una contradicción de fondo. Uno de los grandes símbolos de la vida comunitaria judía argentina, expresión entre otras cosas de solidaridad - como, por ejemplo, el hecho que haya habido entre las victimas también argentinos no judíos que iban a la famosa Bolsa de Trabajo de la mutual -, había comenzado una nueva jornada de trabajo y dedicación. En pro de los suyos y de la sociedad en general en cuyo marco funcionaba. La gente entraba y salía, las oficinas estaban llenas, conocidos se saludaban, amigos compartían experiencias de trabajo; seguramente iban y venían llamadas a familiares, como en todos lados; hijos que se comunican con sus padres durante la jornada laboral. Y habrá habido frases como «nos vemos luego»; «cuando vuelva a casa lo arreglamos»; «qué bueno que llamaste… más tarde te doy el beso que no alcancé a darte de mañana…».
Y súbitamente… nada…
Pensamos en esas imágenes y recordamos un artículo que publicó años atrás el conocido cantante y artista israelí, Yehoram Gaón, poco después de un atentado en el mercado Majané Yehuda de Jerusalén. No podemos citarlo literalmente, pero sí, sin duda, transmitir el espíritu de aquella nota.
Gaón contaba en aquel emotivo articulo, que había ido a ese mercado, uno de los símbolos, por cierto, de Jerusalén. Y que había visto las calles llenas de gente, en su mayoría gente modesta que llega con sus canastos para hacer las compras. Y había visto algún anciano pidiendo limosna; a familias enteras con sus niños; a laicos y religiosos entre los puestos; a los vendedores árabes y judíos detrás de las frutas y verduras; a algún lisiado en silla de ruedas vendiendo baratijas. Habia visto al pueblo, a la gente común, comprando en el mercado, eligiendo tomates y pepinos, manzanas y peras. «Y pensé que eso era exactamente lo que había visto también el terrorista», resumió. «Y que a pesar de ello… apretó el botón de la bomba».
El drama humano, es lo central. La vida de todos nosotros gira, en general, en torno a nuestras familias y es para ellas y por ellas que tiene sentido. Por eso, hay que recordar todos los mundos desmoronados al llegar el 18 de julio y elevar la memoria de las víctimas del atentado contra la AMIA.
Pero es inevitable recordar también el entorno global. No sólo llorar a los muertos y honrar su memoria, sino seguir acusando a los responsables que continúan impunes.
Y es clave; no sólo por hacer justicia mirando a lo sucedido años atrá, sino más que nada porque los asesinos siguen sueltos y no cambiaron de ideología.
Interpol, en base a la concienzuda investigación del Fiscal Alberto Nisman, emitió órdenes internacionales de arresto contra jerarcas de la República Islámica de Irán a los que acusó de haber planificado y orquestado el terrible atentado. De más está decir que ninguno de ellos ha sido detenido, que no piensan entregarse y que sería iluso esperar lo contrario.
Pero es importante recordar que Irán continúa apoyando el terrorismo de Estado; continúa siendo el único país del mundo que llama a exterminar a otro miembro de la comunidad de las naciones – Israel - y que no puede siquiera alegar que sus diatribas contra Israel se deben a sus críticas al Estado sionista.
El atentado contra la AMIA demuestra el carácter antisemita del régimen de los ayatolás y lo que es capaz de hacer cuando está decidido. Lo tienen que tener presentes todos los demócratas del mundo, no sólo los judío, ya que un régimen capaz de asesinar como lo ha hecho Irán - a los suyos propios y a ciudadanos de otros lares - es un peligro no sólo para los judíos, sino para la estabilidad y la paz mundial en general.
También de eso tenemos que acordarnos el 18 de julio: por la memoria de las víctimas judías y no judías en la AMIA y sus alrededores; y para garantizar la vida de todos aquellos que podrían llegar a caer en futuros actos dementes de los asesinos.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay.
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