Tras 12 años de escabrosas y prolongadas investigaciones desde el atentado al edificio de AMIA en Buenos Aires, en octubre de 2006, los fiscales a cargo del caso acusaron formalmente al gobierno iraní de planificar el atentado y al movimiento Hezbolá de ejecutarlo.
«El ataque fue ejecutado por la organización terrorista libanesa Hezbolá, a instancias de las máximas autoridades del entonces gobierno de la República de Irán», dijeron los fiscales Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, que tienen a su cargo la investigación» («Acusan a Irán por el ataque a AMIA»; La Nación; 26.10.06).
Posteriormente, el juez Canicoba Corral ordenó la captura de siete ex-funcionarios iraníes y un ejecutor miembro de Hezbolá acusados por la fiscalía («AMIA: ordenan la captura de ex funcionarios iraníes»; Perfil, 9.11.06).
Un año más tarde, Interpol ratificó las decisiones de la justicia argentina, y ordenó la captura de los sospechosos iraníes para llevarlos ante la justicia (BBC; 7.11.07).
Hasta el presente somos testigos de los esfuerzos permanentes del gobierno argentino por la extradición de esos ciudadanos iraníes acusados del ataque para ser juzgados por un tribunal argentino o extranjero. En todo este tiempo Irán se negó a acatar el fallo o a cooperar con la justicia argentina.
A partir de la decisión de los fiscales y ante la negativa del gobierno iraní, el liderazgo de la comunidad judía de Argentina, con mucha razón, no dejó pasar oportunidad ni escenario para reclamar a viva voz la extradición de los acusados y demandar justicia de tan horrendo crimen.
Este devenir, casi cíclico, de los acontecimientos alrededor del caso AMIA se vio repentinamente sacudido con insólitas revelaciones a los medios en boca de Guillermo Borger, presidente en ejercicio de la institución.
«En declaraciones a la Agencia Judía de Noticias (AJN), Borger reveló que el fiscal federal Alberto Nisman, quien está al frente de la causa que investiga el ataque a la institución comunitaria, «ha estudiado importantes pruebas, que en los próximos días seguramente se darán a la luz pública sobre el involucramiento, por la forma de actuar, de los atentados en Argentina con los ocurridos en otras partes del mundo como el de las Torres Gemelas de Nueva York. Borger explicó que estas pruebas 'fehacientes' determinan 'el fuerte involucramiento' y relación de quienes están sospechados de haber participado en el atentado a la AMIA con distintos atentados en el mundo» (Itón Gadol; 27.7.12).
Días más tarde, Borger amplió la información: «Hay un fuerte entrecruzamiento de datos que vinculan los atentados de AMIA, Londres, Atocha y las Torres Gemelas» (Radio Jai; 9.8.12).
No se necesita ser un gran experto y sólo basta con una rápida lectura a los periódicos para enterarse que los atentados a que hace referencia Borger fueron perpetrados por Al Qaeda y sus ramificaciones yihadistas que son muy bien reconocidas por representar la corriente sunita de los musulmanes.
Este sector está en conflicto declarado y permanente en contra de los grupos chiítas dentro del Islam, cuyo motor principal de actividad terrorista está identificado con Irán, Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza.
Los enfrentamientos de estos días en Siria son un claro ejemplo de esta dicotomía de los musulmanes. «Lo que se juega en Siria es un enfrentamiento entre sunitas (Arabia Saudita, Al Qaeda y la mayoría sunita de Siria) y chiítas (Irán, Hezbolá y Hamás que apoyan la minoría alawita-siria con Assad a la cabeza) («El dilema sirio»; Miguel A. Benedicto; Ideas y Debates; 26.5.12).
Sobre este trasfondo llama enormemente la atención la repentina revelación del presidente de AMIA asegurando que se puede comprobar una cooperación entre Al Qaeda y los grupos chiítas dirigidos por el liderazgo de Irán tanto para el atentado en AMIA como para los casos de Atocha, Londres y las Torres Gemelas de Nueva York.
Esta confidencia de alguna manera viene a romper concepciones sólidamente estructuradas durante años a través de declaraciones de representantes de esos mismos grupos, reportes de los diferentes servicios de seguridad e informes periodísticos.
Específicamente vale la pena mencionar que un vocero de Al Qaeda asumió su responsabilidad del atentado de las Torres Gemelas y desmintió versiones difundidas por Irán que aseguraban que las torres fueron derribadas por los mismos norteamericanos para invadir Oriente Medio («Al Qaeda a Irán: dejen de mentir, nosotros derribamos las Torres Gemelas»; Ynet; 28.9.11).
El señor Borger tiene que demostrar con toda claridad y testimonios que se trata de una sorprendente primicia de un actuar totalmente desconocido hasta hoy en día según informes del periodismo y distintos servicios de seguridad. De otra manera, permanecerá en el aire la seria impresión que se trata de un absurdo proyecto de atemorizar la colectividad judía y la población, o lo que es peor, un intento de sabotaje con el objetivo de desviar o enmarañar la ya avanzada investigación judicial.
Lamentablemente, el pasado de este triste caso ya fue testigo de intentos de esa naturaleza.
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