Un Estado palestino podrá vivir en paz con Israel si es creado de común acuerdo, en negociaciones de paz entre las partes, que son necesarias para hallar soluciones concretas a los numerosos problemas aún existentes en el terreno y en la agenda bilateral israelí-palestina.
Un Estado "impuesto" por la Asamblea General de la ONU no es receta de buena vecindad ni solución concreta de nada.
No inspira confianza oír una y otra vez al presidente palestino, Mahmud Abbás, rechazando reconocer a Israel como Estado judío, aunque adorne su negativa diciendo que por él, que Israel llame a su Estado como quiera y él no interfiere en eso. Lo que se esconde detrás de esa negativa no es un enfoque liberal de Abbás de que Israel será lo que desee ser, sino un deseo de influir desde adentro, tanto a través de los árabes ciudadanos de Israel como manteniendo abierta la exigencia de que los refugiados de 1948 puedan volver a sus antiguos hogares, ubicados en lo que es hoy el territorio soberano de Israel.
Abbás ha rechazado que el tema de los refugiados se resuelva sólo dentro de las fronteras del futuro Estado palestino y ha dando a entender que se debe solucionar dentro de Israel. ¿Para qué quieren entonces un Estado palestino? ¿No sería lógico que quiera llevar allí a todo su pueblo para convertirlo en un hogar prometedor para sus hijos?
En la práctica, en el terreno, aunque la Asamblea General reconozca por amplia mayoría a un Estado palestino, nada va a cambiar, a menos que las cosas estén coordinadas con Israel. El gobierno israelí, como es sabido, no sólo se opone al paso unilateral palestino, sino que ha advertido que puede reaccionar con sus propios pasos unilaterales. Más allá de la opinión que se tenga a favor o en contra de la reacción israelí y de cómo se evalúe quién carga con la mayor responsabilidad por la falta de negociaciones, el hecho es que una medida unilateral ante la ONU no es receta para una mejora de la situación en el terreno, sino para la posibilidad de una preocupante escalada.
Si realmente no cambia nada en la práctica, las grandes expectativas que el liderazgo palestino creó ante su pueblo, pueden terminar con nefastos resultados. Es que inclusive si la Autoridad Palestina se opone oficialmente a la violencia y aclara que no apoyará una escalada armada, la sola frustración que la gente sentirá al ver que ni siquiera después de un reconocimiento en la ONU hay un cambio radical, puede conducir a un fuerte estallido de violencia.
Hace unos días, el presidente Abbás anunció que su intención es volver a negociar con Israel luego de recibir de la ONU el reconocimiento como Estado. ¿No era que según él no hay negociaciones porque Israel no quiere negociar? ¿De dónde saca que Israel aceptará negociar en las nuevas condiciones, tras un desafío internacional de esta índole? Al parecer, la verdadera intención es, después del reconocimiento, intensificar las presiones sobre Israel, explicando al mundo que son "un Estado ocupado".
Al respecto, en un estudio detallado del tema, el analista Pinjas Inbarí, del Jerusalem Center for Public Affairs (ex cronista del diario de izquierda Al Hamishmar), escribió: "En su artículo del New York Times, Abbás fue franco: ´la admisión de Palestina en las Naciones Unidas allanaría el camino para la internacionalización del conflicto como un asunto legal, no sólo político. También allanaría el camino para que presentemos reclamaciones en contra de Israel en las Naciones Unidas, en organismos del tratado de derechos humanos y la Corte Internacional de Justicia´".
La intención parece clara: no mejorar la base sobre la cual podrán sentar futuras negociaciones, sino complicar cada vez más la situación de Israel (el premier Salam Fayyad habló explícitamente de colocarlo en un rincón y aislarle). Ese no es un buen vaticinio.
En la discusión interna palestina, han sido varias las figuras que vieron con serias reservas la marcha hacia la ONU, comprendiendo que el liderazgo se había subido a un "árbol demasiado alto", del que no sabe cómo - y por ende ya no desea -bajar. Según el Profesor Muhammad Dajani, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Al Quds y fundador del movimiento "Wasatía" que propone un islam moderado, el liderazgo palestino capta que creó tales expectativas con sus declaraciones sobre la ida a la ONU, que si da marcha atrás, la gente quedará frustrada, y ya prefiere que la frustración venga luego, contra Israel.
La creación misma del Estado independiente, aunque sin duda es un deseo auténtico y sincero del pueblo mismo, no necesariamente parece ser el objetivo central del liderazgo. Quien más ha hecho hasta el momento, sin duda, para desarrollar las instituciones necesarias en el Estado y para crear las bases para que el funcionamiento en el terreno sea como el de un Estado que debe ser tomado en cuenta como un hecho, es el primer ministro Salam Fayyad. Dicho sea de paso, él mismo aclaró repetidamente que setiembre de 2011 fue el plazo que él mismo dio, pero no para ir a la ONU, sino para haber completado el desarrollo de las instituciones palestinas de modo que el Estado, en la práctica, esté ya en marcha. Sin embargo, en el grupo Al Fatah del presidente Abbás le hacen problemas, tratan de complicarle las cosas no siempre con disimulo; y ni que hablar de Hamás que se opone explícitamente a que él sea el jefe de un gobierno conjunto.
Si de declaraciones de trata, pues el Estado palestino ya fue declarado, en noviembre de 1988, por Yasser Arafat. "Ya tenemos una declaración", dijo el premier Fayyad. "El tema, por lo tanto, no es declarar el Estado nuevamente sino el Estado en sí. Por ende, dejemos de lado todas las excusas y completemos nuestros preparativos". En otras palabras, trabajemos, dijo Fayyad. Y no se refería a una diplomacia internacional que no traerá nada nuevo al pueblo. Y lo más claro y lógico lo dijo Fayyad el 28 de junio último en una entrevista que concedió a la agencia AP. Cuando el cronista le preguntó si el reconocimiento de un Estado palestino en la ONU cambiará la situación en el terreno, respondió: "Mi respuesta es no. Si Israel no es parte del consenso, no cambiará las cosas, ya que para mí, el tema es terminar la ocupación israelí".
Pues la "ocupación israelí" no puede terminar sin negociaciones. Israel salió en forma unilateral de la Franja de Gaza, tras desalojar a 8.000 colonos allí y en dos asentamientos al norte de Cisjordania, sin coordinar nada con la Autoridad Palestina, y lo que recibió fue, hasta ahora, más de 10.000 cohetes, misiles y morteros disparados por Hamás y otros grupos radicales, hacia el sur del país. Si Israel simplemente se levanta y se va de Cisjordania (imaginemos que podría hacerlo, como si no hubiera allí 300.000 israelíes en los asentamientos), esos mismos misiles podrán aterrizar en Tel Aviv, Jerusalén y el aeropuerto internacional Ben Gurión.
Claro que eso, en principio, puede pasar también si Israel se retira en el marco de un acuerdo, que los radicales no respeten y que lo desafíen con misiles, cuando estén bien ubicados en los sitios de los que saldría Israel. Pero negociando, tomando medidas concretas en el marco de un acuerdo de paz definitivo, es posible defenderse de otra forma y prepararse para cualquier eventualidad.
Probablemente el mayor problema al que el liderazgo palestino no ha logrado dar respuestas que calmen la intranquilidad de Israel, es la sensación clara de que los palestinos quieren las retiradas, el reconocimiento, y varias condiciones, pero que plantean todo de forma que el conflicto quede abierto a futuras exigencias.
Ahmad Abu Ruteima, un activista de Hamás en Gaza, describió recientemente el objetivo de lo que en el discurso interno palestino muchos mencionan ya como una "tercera intifada" que debería estallar después de septiembre: "La lucha es acerca de la existencia misma de Israel y no acerca de las fronteras de 1967". Pero no sólo Hamás. También en Al Fatah, percibido como moderado, el grupo que encabezó las negociaciones con Israel, hay quienes hablan en forma similar.
Así lo explicó el ya citado Pinjas Inbarí: "Un miembro de alto rango del Consejo Revolucionario de Al Fatah, Hatem Abd al-Qader, señaló que, en el caso que Israel obstaculice los planes políticos palestinos, Abbás se retirará, la AP se disolverá, y nada impedirá que los palestinos retornen a la lucha. Y aún cuando se celebren elecciones, el nuevo presidente provendrá de la generación más joven, abolirá los Acuerdos de Oslo y conducirá a los palestinos a la lucha".
Las líneas del 67, que suelen ser presentadas como la fórmula mágica que traería la paz eterna a la zona, son engañosas. Ya mencionamos repetidamente que desde esas líneas Israel fue atacado cuando no había territorios ocupados ni tampoco asentamientos. O sea que a ojos árabes (y debemos decir también a ojos palestinos, ya que la OLP de Ahmed Shukeiri fue creada en 1964, antes de la "ocupación"), la verdadera ocupación, de fondo, es otra: la creación misma de Israel en 1948. Claro está que ese no es el discurso conocido internacionalmente y somos conscientes de que mencionar este argumento, puede sonar a oídos de algunos como un intento de aferrarse a la versión de los más radicales para quitar legitimidad a las posturas de los moderados.
Pero, lamentablemente, no es así. Nuevamente, recurrimos al destacado analista Pinjas Inbarí, en otra referencia al hoy ya famoso artículo que el presidente palestino escribió hace pocos meses en The New York Times. "Abbás encendió el enojo del gobierno israelí por lo que llamó una distorsión de la historia. Su descripción de los eventos de 1947 es contraria a la documentada historia sabida por Israel: mientras Abbás afirmó que sólo Israel recibió su parte en el plan de partición y que entonces atacó a los palestinos y los expulsó, Israel recordó el hecho que los palestinos y los árabes rechazaron el plan y atacaron a Israel, y que los palestinos huyeron del país como resultado de una guerra que su parte había iniciado. Abbás, sin embargo, no es historiador, y no escribió el artículo como una tesis histórica, sino como un estadista que tiene una demanda. Su argumento es que, con las Naciones Unidas habiéndole dado a Israel su participación en el plan de partición, ahora es el turno de los palestinos de obtener su parte. Por lo tanto, incluso antes de que la ONU reconozca las líneas de 1967 como fronteras, la OLP plantea la demanda de las fronteras de 1947".
La situación interna palestina es de conflicto y abierta enemistad, aunque disfrazada de acuerdo de reconciliación entre Hamás y Al Fatah en camino a un intento de implementación. El propio premier Fayyad ha dicho en más de una ocasión que en esa situación, el Estado no puede funcionar. Y ni que hablar de lo referente a Israel en esta ecuación del hecho que Hamás no sólo discute con Al Fatah, sino que continúa preparándose para una guerra contra Israel. Y mientras puede, intenta perpetrar atentados. En estos días, se reveló que hace algunas semanas fueron detenidas varias decenas de miembros de Hamás en Cisjordania, que formaban células armadas que planeaban diversos ataques en Jerusalén. Estaba planeada una explosión en un atentado suicida en Pisgat Zeev, al norte de Jerusalén, en un centro comercial o algún otro sitio de gran concentración de gente. Tan solo 24 horas antes se logró encontrar, en base a información de inteligencia, el cinturón explosivo que Hamás ya había logrado infiltrar a Jerusalén.
Mientras hay serias discrepancias y discusiones políticas entre Israel y la Autoridad Palestina, el presidente palestino sabe que sin la coordinación de seguridad entre sus fuerzas y el ejército israelí, el golpe que recibió de Hamás en Gaza en junio del 2007, se podría repetir en Cisjordania, conduciendo a la caída total de la Autoridad Palestina.
Abbás debe pensar no sólo en pasar a la historia como el presidente de Palestina que recibió reconocimiento de la ONU, sino como quien actuó con tal sabiduría que logró crear un Estado independiente que viva y florezca en paz junto a su vecino, Israel. Sabe que no es eso lo que logrará dentro de unos días en la ONU. Entonces ¿para qué seguir?
A él, todo indica que nadie ya lo va a detener.
Pero los Estados que votarán en la ONU todavía están a tiempo de exigir a las partes que vuelvan de inmediato a negociar, a israelíes y palestinos - amenazando de lo contrario, si les parece, con sanciones y reacciones complejas - en lugar de levantar su mano para dar el sí a un Estado palestino que, en realidad, no acercará la paz.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay