La justicia social, a diferencia de un tratado de paz o de la liberación de Gilad Shalit, es algo factible, ya que sólo depende de nosotros. Además, puede implementarse a cualquier precio ya que no está supeditada a las consideraciones de Mahmud Abbás o de Hamás.
Para recuperar a Gilad Shalit es necesario atenerse a los caprichos y motivos ocultos de los líderes de los terroristas de Izz al-Din al-Qassam. Para implementar convenientemente la justicia social, bastaría con cambiar nuestras prioridades nacionales.
Pero, ¿de qué se trata esta justicia social? Ese es otro tema. Yo la definiría de la siguiente manera: La sociedad favorece a aquellos que la benefician, y en cambio, otorga menos beneficios a quienes únicamente están dedicados a beneficiarse a sí mismos. Esta definición no es única; cualquier otra será bienvenida.
Uno de los inconvenientes de las ruedas de la justicia es que suelen moler muy despacio. Bibi ha establecido ahora un molinillo así de lento, en la forma de un comité. Este gobierno ha creado 20 comités desde su formación, más o menos un comité cada mes y medio. En este país, ninguna otra cosa ha tenido que enfrentar tantas bromas y ridiculizaciones como el concepto mismo de "comité". Cierta sentencia afirma que la creación de una comisión sólo se vuelve necesaria en un único caso: cuando no se quiere hacer nada.
El punto de partida de la sociedad israelí es francamente aterrador. Sólo el 55% de los israelíes trabajan, es decir, que cada trabajador debe cargar sobre sus espaldas el peso de un desocupado. Esta situación fue generada y potenciada por nuestro establishment político. La peor noticia es que la población israelí desocupada crece y se reproduce tres veces más rápido que la población asalariada.
En lugar de ocuparse de la creación de otra comisión, Bibi debería ponerse de pie y declarar: A partir de ahora, seguiremos al pie de la letra este decreto: "¡Toda persona nace para trabajar!". Es algo muy judío, muy bíblico y es también social-demócrata. El gobierno habrá de garantizar que la recompensa por el trabajo sea justa. También vamos a asegurarnos de acabar definitivamente con aquellos trucos corporativos por parte de las empresas y de establecer unos sueldos racionales para altos ejecutivos.
En esa ocasión tan festiva, Netanyahu también habría de designar al Néguev, a la Galilea y a los barrios pobres como principal prioridad.
No vamos a ignorar el presupuesto de defensa, por supuesto. El ministro de Seguridad, Ehud Barak, estableció también una comisión hace unos dos años, a fin de estudiar las operaciones por parte de la división de rehabilitación del ejército. Esas recomendaciones finalmente no fueron implementadas. De haber sido adoptadas y aplicadas a toda la división, se podrían haber ahorrado miles de millones de shekel, por lo menos, en una sola rama de Tzáhal.
Cuando el presupuesto de defensa resulta inmune a los recortes, incluso en este momento, eso significa que no habrá de introducirse ningún cambio. Varios informes han calificado a este presupuesto como engañoso y manipulador. Pongamos por caso el sexto submarino que Tzáhal supuestamente comprará a Alemania: cuesta unos quinientos millones de euros, sin incluir mantenimiento ni operaciones. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que no necesitamos un sexto submarino; no existe ninguna necesidad en materia de seguridad nacional que justifique su adquisición. Sin embargo, ya se encuentra en proceso de adquisición.
El pasado fin de semana, en medio de huracanados vientos sociales arremetiendo con toda su fuerza, el ministerio de Defensa dejó filtrar cínicamente su contribución al esfuerzo social: un conjunto variado de viejas ideas publicadas regularmente, tales como la renuncia a bases y territorios que el ejército no utiliza, y su íntegra cesión a la comunidad. Al día siguiente, el ministerio solicitó la Comisión de Exteriores y Seguridad de la Knéset otros 620 millones de shékel; aproximadamente, 200 millones de dólares.
Bibi, al igual que sus predecesores, sabe exactamente qué es lo que debería hacer. Él no necesita de los comités. Lo que necesita es coraje. Hace unos ocho años atrás, se publicó un libro llamado "While we were watching" ("Mientras estábamos mirando"), escrito por Moshe Pearl, donde se narra la historia del mecanismo autodestructivo de la economía israelí. El libro describe con gran intensidad la erosión de la clase media, atrapada entre la creciente población de parias y la diminuta aristocracia que constituyen los ricos.
Quien me recomendó el libro aquella vez fue el entonces ministro de Economía, Binyamín Netanyahu.
Fuente: Yediot Aharonot - 15.8.11
Traducción: www.argentina.co.il