El guión de la película «Ilusiones de un mentiroso» se centra en Jacob, el humilde propietario de un pequeño café en una ciudad de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. En pleno acoso y sufrimiento por la presencia nazi, Jacob - interpretado por el afamado actor Robin Wiliams - relata historias e informes utópicos que dan a entender un permanente avance de las fuerzas aliadas en contra de los alemanes. En medio de la desesperación y la tristeza, estas mentiras mantienen viva la esperanza de salvación entre los sufridos habitantes del barrio.
Sin que se suponga la más mínima comparación de circunstancias sociales tan distantes en el tiempo, la imagen que proyectó Jacob en esa película tiene mucho de similitud con la irrupción en la última contienda electoral en Israel del periodista y escritor Yair Lapid, sobre todo tras su brillante victoria que representa el logro de 19 escaños en el Parlamento.
Según su plataforma política, Lapid se propuso poner punto final a la extorsión de la clase media israelí señalada por los últimos gobiernos como la víctima más apropiada para soportar la pesada carga del esfuerzo nacional, tanto económico como militar.
Paralelamente, sectores subvencionados o aquellos que tienen en sus manos llaves de despachos parlamentarios y ministeriales gozan de exenciones o abultados beneficios por medio de innumerables y dudosas jugarretas presupuestarias.
Con su presencia de galán, su sex appeal y una retórica muy convincente producto de su larga trayectoria televisiva, Lapid logró encender y mantener viva esa llama de esperanza, esas ilusiones de la clase media: la llegada de un líder que los libere del yugo gubernamental que tanto oprime y exprime.
El significativo bajón de la lista conjunta Likud-Beiteinu, de Netanyahu y Liberman, junto a la sorpresiva cosecha de votos de Lapid desató la euforia de políticos interesados y de muchos analistas.
«En la conformación de su nuevo Gobierno, Netanyahu será presionado por Lapid» [1].
«Todo depende de Lapid. Él ahora puede pedir absolutamente lo que quiera y se lo van a tener que conceder. Netanyahu necesita a Lapid» [2].
Shaul Mofaz, el líder de Kadima, parece que no se dio cuenta que su lista se hizo añicos de 28 a sólo 2 escaños, y tuvo el descaro de afirmar que «el centro se fortaleció. Netanyahu lo tendrá que tener en cuenta» [3].
La simpleza del estas evaluaciones son un reflejo de ejercicios teóricos que lamentablemente crean ilusiones que, con mucha seguridad, se convertirán en decepciones. Quien se aferra a ellas aparentemente no captó la diferencia entre Gobierno y los centros de poder en Israel.
Es de suponer que apenas se constituya el nuevo Gobierno, con Lapid como figura dominante, Netanyahu lo invite a un banquete en donde le servirán un solo plato - el presupuesto - condicionado a que Lapid elija el sector que paga de inmediato la cuenta: el monstruoso déficit, herencia de Netanyahu, de 15 mil millones de dólares. 10 mil millones de 2012 y otros 5 mil millones que seguramente se acumularán hasta la constitución del nuevo Ejecutivo.
¿A qué sector enviará la cuenta Lapid?
Si se le ocurre pasar factura a los judíos de los asentamientos en Cisjordania reduciendo sus bonificaciones e incentivos, es probable que su destino y el del Gobierno actual no sean diferentes del primer mandato de Netanyahu. Cuando Bibi firmó el acuerdo de Wye River con Arafat, en octubre de 1998, que incluía la transferencia de Hebrón a la soberanía palestina, bastaron apenas tres meses para que representantes de este sector extremo provoquen la caída de su Gobierno y el llamado inmediato a elecciones anticipadas que ganó por Ehud Barak.
Además de obligar a una masiva movilización al Ejército o al servicio nacional civil de jóvenes ultraortodoxos, puede ser que Lapid piense que el importe será pagado por este sector de la religión judía. Para que quede bien claro que las ideas del líder de Yesh Atid sólo las recordaremos como ilusiones mentirosas, las agrupaciones sefaradíes y askenazíes ultraortodoxas decidieron, de forma soprendente, aunar esfuerzos para hacer fracasar las intenciones de Lapid y hasta se envió un mensaje que no se puede interpretar de otra forma más que una amenaza de guerra civil (!) [4].
Si es que Lapid evalúa que el desmesurado presupuesto de seguridad es una carga que la población no está en condiciones de soportar, el mismo Netanyahu y sus generales le recordarán que las amenazas permanentes de destrucción del Estado judío requieren equipar al largo brazo de Israel con los más modernos y sofisticados medios de manera que sea capaz de exterminar todo peligro, inclusive si existe la mera posibilidad que llegue de la Península de Kamchatka. Es de suponer que las teóricas intenciones de Lapid de reducir el presupuesto de seguridad también serán impugnadas por el poderoso lobby de la industria bélica nacional, hoy en día unos de los motores principales de la exportación israelí [5].
Si Lapid tiene en sus cálculos presentar la cuenta a la capa de contados magnates y grandes emporios económicos que gozan de desmedidos beneficios fiscales, posiblemente los representantes de ese sector le respondan con el dedo índice en dirección a Francia. Allí, al mismo intento de su presidente, Francois Hollande, lo están tirando al piso por medio de una masiva transferencia de inversiones a otros países. Los chismes se centraron en estrellas como Brigitte Bardot, Gerard Depardieu y recientemente en el ex presidente, Nicolas Zarkozy, y su bella esposa, Carla Bruni, que tienen la intención de relocalizar en el exterior un fondo de inversiones de más de 1.000 millones de euros [6].
La conclusión es desoladora. Si los grupos fuertes de poder son capaces de dejar sin efecto por medios parlamentarios y extraparlamentarios todo intento de balancear la participación de los distintos sectores en el proyecto nacional, lamentablemente la única que terminará pagando la desgarradora herencia de Netanyahu será nuevamente la clase media israelí.
No debemos dejar de lado la opinión de dos personas que merecen mi respeto como analistas. Dada la situación creada en estas elecciones, según Reuvén Rivlin, actual presidente del Parlamento israelí, «podremos tener elecciones muy pronto» [7].
Para Yoel Markus, columnista de «Haaretz», es probable que Netanyahu no pueda llegar a un final feliz en el desafío de encontrar suficiente apoyo parlamentario para un nuevo Gobierno. Por lo tanto «prepárense para nuevas elecciones» [8].
La experiencia del pasado nos demuestra que agrupaciones políticas nuevas que gozan de éxito electoral inmediato con planes revolucionarios sin dilación en la sociedad israelí, generalmente terminan muy rápido con todas sus ínfulas y en su gran mayoría se conforman con dudosas promesas futuras.
Es muy difícil adaptarse a una rutinaria vida parlamentaria sin la calidez de un sillón ministerial aunque los planes de transformación queden archivados.
Ojalá me equivoque…
[1] «Netanyahu con problemas»; Shalom Yerushalmi; Maariv; 23.1.13.
[2] «Esto fue una rebelión de la clase media»; Alberto Spectorovsky; Radio Jai; 23.1.13.
[3] «El centro se fortaleció»; Shaul Mofaz; Ynet; 24.1.13.
[4] «Yair Lapid: Tienes que evitar una guerra civil»; Ohad Shaked; Ynet; 24.1.13.
[5] «La exportación de de seguridad toma vuelo»; Amós Harel; Haaretz; 10.1.13. El objetivo del ministerio de Defensa es llegar en poco tiempo a un volumen anual de 10 mil millones de dólares en exportaciones de equipamiento militar y de esa manera mejorar la ya destacada 4ª a 6ª posición en la liga de mayores exportadores de material bélico del mundo.
[6] «Sarkozy también huye del impuestazo de Hollande»; Libre Mercado; España; 25.1.13.
[7] «¿Nuevas elecciones en Israel?»; Reuvén Rivlin; Radio Jai; 24.1.13.
[8] «Prepárense para nuevas elecciones»; Yoel Markus; Haaretz; 25.1.13.