Los secretos militares nunca son divulgados de inmediato. Pero en Israel, el silencio que envuelve a líderes y funcionarios luego de un episodio como el misterioso ataque aéreo sobre Siria refleja una estrategia más profunda que incluye tanto disuasión como precaución.
Más allá de la preocupación habitual por salvaguardar espías y tácticas de un Gobierno que está actualmente involucrado en una confrontación más grave con Irán, los israelíes ven esta reticencia como una forma de resguardarse de sus enemigos y así reducir el riesgo de represalia y escalada.
Manteniendo el silencio, y por lo tanto evitando acusaciones de estar jactándose provocativamente de sus explosiones, también permite mantener la discreta cooperación con vecinos musulmanes - como Turquía y Jordania - que de otra forma podrían sentirse obligados a distanciarse.
Los líderes israelíes consideran que beneficia al país no hacer alarde de los éxitos que pudieran dar al público, o incluso a sus aliados occidentales, una fe exagerada en las capacidades de sus fuerzas.
Y dadas las quejas internacionales de que un ataque no provocado sobre una potencia soberana quebranta la ley internacional, admitir el hecho sólo generaría complicaciones diplomáticas.
Así sucedió en 2007, cuando el primer ministro Ehud Olmert amordazó a su personal luego de un bombardeo sobre un supuesto reactor atómico sirio, en una política «sin comentarios» aún en efecto, aunque Estados Unidos habló libremente de esa incursión israelí y su blanco.
«Olmert quería evitar cualquier cosa que pudiera arrinconar a Siria y obligara al presidente Bashar al-Assad a contraatacar», indicaría el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en sus memorias.
Un ex asistente de Olmert confirmó el episodio, y dijo que el primer ministro israelí también temía por los lazos militares cercanos con Turquía, cuyo territorio cruzaron los aviones de guerra de Israel en su camino a Siria.
Los israelíes estaban entonces, como ahora, focalizados en una amenaza de guerra contra Irán. Olmert, escéptico sobre si Israel tenía la influencia para enfrentarse a su distante pero mucho más grande adversario, no quería confundir al público haciendo alarde de una incursión exitosa pero mucho menor contra la vecina Siria.
«Sabíamos que el mensaje de lo que había sucedido sería recibido por los líderes sirios e iraníes, y eso era suficiente para nosotros», dijo el ex asistente bajo condición de anonimato.
Por lo tanto, si Israel atacó un convoy de armas sirio dirigido a la organización terrorista libanesa Hezbolá, o un complejo militar cerca de Damasco, como describieron varias fuentes, ahora el primer ministro Binyamín Netanyahu, su Gabinete, sus jefes de Defensa y sus servicios de seguridad podrían mantener una lógica de silencio similar.
Combatir el programa nuclear de Irán es la máxima prioridad israelí, lo que lo hace dudar a la hora de involucrarse en otros conflictos, especialmente con el Gobierno de Assad en Siria, un viejo enemigo cuya amenaza ha mermado - a los ojos de Israel - con la revuelta interna que ya lleva casi dos años.
Jerusalén tampoco quiere buscar una escalada violenta con Hezbolá, que se ha mantenido mayormente sin atacar desde la Segunda Guerra de Líbano en 2006.
Según el ex asistente de Olmert, si Israel quiere evitar provocar a Siria, a Hezbolá y a Irán - o enojar a Turquía y a los árabes sunnitas -, «el silencio es la mejor forma de proceder».