En un artículo publicado en agosto del año pasado, el prominente politólogo judío-francés Dominique Moisi llegó a la conclusión de que Israel sería, al menos por ahora, el único claro ganador de las revoluciones que tuvieron lugar en el marco de la llamada «primavera árabe».
El profesor Moisi admite que la mayoría de los israelíes difícilmente podrían aceptar este punto de vista, ya que el marco regional del Estado judío se ha vuelto mucho más inestable e impredecible. Si bien acepta que en contraste con el pasado hoy ninguna frontera israelí es segura y especialmente no lo es la larga frontera con Egipto, comprende la reticencia de la población judía a realizar concesiones significativas en aras de la paz en un escenario político tan inseguro.
Sin embargo, para Moisi es necesario ver la situación regional desde una óptica más amplia. A su juicio, lo que comenzó como una revolución al estilo del siglo 18 se está convirtiendo en una reproducción de las guerras religiosas que asolaron a Europa entre 1524 y 1648, enfrentando a católicos y protestantes del mismo modo en que hoy se enfrentan sunnitas y chiítas.
El politólogo francés admite que es posible discrepar con esta interpretación euro-céntrica pero es muy claro que Oriente Medio está demasiado preocupado con sus luchas internas como para preocuparse por los palestinos o la existencia de Israel.
La nueva situación, para él, ha permitido una cooperación explícita con Israel de parte de Jordania, que al igual que el Estado judío quiere evitar la infiltración a su territorio de yihadistas de otros países árabes. De este modo, la paradoja de las revoluciones árabes es que han contribuido a la integración de Israel como socio estratégico para varios países de la región. Por lo demás, resulta muy significativo que la pérdida de vidas árabes en la guerra civil siria supere por sí sola la suma de las víctimas en todas las guerras árabe-israelíes.
Con ello, Moisi advierte que los vecinos árabes no se han resignado, desde el punto emocional, a aceptar la existencia permanente de Israel en su vecindad geográfica. Pero, por otra parte, considera que Israel debe hacer ver a los árabes que la situación actual no les permite otra salida que una tregua estratégica. Los árabes no pueden estar al mismo tiempo en guerra entre sí y con Israel.
Moisi termina su artículo recomendando a los líderes israelíes a que ajusten su pensamiento estratégico al nuevo Oriente Medio que finalmente surja de la caótica situación actual. Esto, desde su punto de vista, significa no explotar la situación existente para construir más asentamientos en los territorios palestinos o a ampliar los ya existentes.
Aunque Israel se considere «ganador» en la «primavera árabe», sería un error que trate de aprovechar la coyuntura reinate para fortalecer su posición en Cisjordania creando nuevos escollos para las difíciles y accidentadas negociaciones de paz.
¿Conserva su actualidad este análisis? A mi juicio, sí, en líneas generales. Pero al mismo tiempo hay claras evidencias de que existen fuerzas nada desdeñables que están presionando para involucrar a Israel en el gran caos regional.
La revelación del plan fallido de terroristas de Al Qaeda de querer hacer explotar la embajada de Estados Unidos en Tel Aviv y el Centro Internacional de Convenciones - Binianei Haumá - en Jerusalén, ha encendido una luz roja.
Al mismo tiempo los lanzamientos de misiles a Israel desde la Franja de Gaza indican que no existe ninguna aceptación del «status quo» por parte de distintos grupos terroristas palestinos.
Asimismo, no debe excluirse la posibilidad de que en caso de deteriorarse significativamente la posición del régimen de Damasco en la guerra civil, Irán decida activar una ofensiva de Hezbolá contra Israel.
La situación es delicada, compleja y difícil. Pero la crisis crea oportunidades. Es el momento para dar impulso, a pesar de todas las dificultades, a las tratativas de paz con los palestinos y de practicar de manera imaginativa una diplomacia secreta con todos los factores árabes interesados en la estabilidad, la solución de los problemas crónicos de las sociedades árabes y su adaptación al mundo global del siglo 21.
Es también el momento de una gran ofensiva intelectual contra el yihadismo y el totalitarismo regresivo del islam fundamentalista. No puede haber error mayor que la aceptación pasiva de la abulia y el apaciguamiento europeos.
Una de las muchas ironías de la situación actual es que lo que siempre constituyó para Israel un escollo a su integración en la región ahora se ha convertido en una visible ventaja.
Israel no tiene familiares en Oriente Medio. No es musulmán ni árabe ni persa. No tiene arte ni parte en la sangrienta confrontación histórica entre hermanos enemigos.