Los rumores que corren por Jerusalén sugieren que muchos israelíes malinterpretan la obsesión de John Kerry con el proceso de paz: creen que quien fuera candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos en 2004 está sirviéndose de las negociaciones entre israelíes y palestinos como trampolín para desafiar a Hillary Clinton en la nominación de 2016.
No es probable que sea así. En cambio, cuando comparamos los obstinados esfuerzos de Kerry con los de su predecesora, sus verdaderos motivos se vuelven claros. Clinton dejó una huella leve como secretaria de Estado porque no quería que nada la frenara cuando comenzara la campaña. En cambio, Kerry redobla sus esfuerzos en el proceso de paz porque el ex senador de 70 años sabe que éste es su canto del cisne y quiere dejar un legado perdurable como hombre de Estado.
El problema es que para asegurar ese legado Kerry puede acabar dejando en la puerta de Israel a quien la Casa Blanca considera la mayor amenaza para la seguridad nacional estadounidense: Al Qaeda.
El enfoque de la Administración Obama del proceso de paz es ahora muy diferente de la forma en que consideró el conflicto durante su primer mandato. Hoy no es su principal prioridad y el presidente no está implicado personalmente. Además, si ciertos informes son ciertos, la Casa Blanca incluso ha interferido de algún modo en la iniciativa de Kerry.
Es algo que no resultaría muy sorprendente, dado que Obama quiere que Israel se mantenga tan estático como sea posible. Durante su primer mandato, la Administración vinculó el proceso de paz al programa de armamento nuclear iraní. La idea era que los avances en las tratativas entre israelíes y palestinos demostrarían a los árabes la buena fe de Obama, y entonces éstos estarían más dispuestos a unirse a una coalición que acorralara a Irán. Como la Casa Blanca fracasó en ello - y se enteró demasiado públicamente de que los árabes ya se habían apuntado a detener a Irán -, el conflicto palestino-israelí pasó a un segundo plano.
Y justo allí es donde lo quería Obama, porque lo último que pretendía era una lucha en dos frentes con Netanyahu. La Casa Blanca sabía que a Bibi no iba a gustarle el acuerdo provisional sobre el programa armamentístico nuclear iraní, y por eso negoció a espaldas de él. Desde el punto de vista de Obama, incordiar a los israelíes por el proceso de paz sólo le daría a Netanyahu un segundo motivo para actuar, cuando lo que quería es que los israelíes estuvieran tan tranquilos como fuera posible.
En esa escena entra John Kerry. Pero no le bastaba con arrear a un caballo muerto, también quería montarlo. Al secretario de Estado no le importó advertir a Israel que, si no hace lo que él quiere, se enfrentará al movimiento BDS para el boicot, la desinversión y las sanciones.
Al emplear los argumentos principales de algunos de los rivales de Bibi, Kerry esperaba que Israel pasara por el aro. El problema es que el BDS obtuvo un enorme éxito cuando Scarlett Johansson dimitió como embajadora global de Oxfam, que quiere boicotear los productos elaborados en Cisjordania, como Soda Stream. Como Obama bien sabe, para los demócratas la regla fundamental del mensaje político es: no acabes nunca en el lado equivocado de la lista A de Hollywood.
Kerry tampoco ha demostrado ser mucho más perspicaz en lo relativo a la región. El infatigable canciller ha mostrado de forma consistente una lamentable falta de sagacidad en lo referente a Israel y al conjunto de Oriente Medio. Kerry, fiel a la larga tradición de los procesos de paz, tiene un problema con los asentamientos. «Hay quienes no quieren dejar de colonizar ciertas partes de la región», declaró refiriéndose, al parecer, no al proyecto expansionista de Irán desde Bagdad a Beirut, sino a los asentamientos judíos en Cisjordania. Aún así, el secretario de Estado dijo que comprende las preocupaciones de Israel por la seguridad, que por eso se encuentra en el centro de las negociaciones.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, afirmó que estaría dispuesto a aceptar la presencia de la ONU en Cisjordania tras una retirada israelí. Netanyahu insistió en que no hay forma de que eso suceda jamás; Israel confía sólo en su Ejército para mantener la seguridad nacional. Naturalmente, Kerry ve una oportunidad donde hay un punto muerto: «Una posible tercera fuerza es algo que deben considerar las partes», señaló.
Pero por desgracia, ahora mismo el candidato más probable a ser esa «tercera fuerza» es Al Qaeda.
Los refugiados palestinos que probablemente se instalarían en Cisjordania son las legiones a las que mantienen en la miseria en Siria y Líbano. Peor aún, los refugiados que es más probable que vengan son los que llevan décadas formando parte de y siendo entrenados por las diversas organizaciones terroristas rivales que proliferan en los campamentos de refugiados de Siria y Líbano, muchas de las cuales están vinculadas a Al Qaeda.
La Administración Obama considera desde hace tiempo que Al Qaeda es su principal preocupación en materia de seguridad en Oriente Medio. Según la Inteligencia norteamericana, la mayor amenaza para la seguridad nacional estadounidense sería un refugio de Al Qaeda en Siria desde el que se enviara a yihadistas para llevar a cabo ataques en suelo norteamericano. De acuerdo a ello, la Administración se ha negado a armar a los rebeldes sirios ante el temor de poner armas de envergadura en manos de enemigos de Estados Unidos. De hecho, el propio Kerry habló de crear una coalición siria anti-Al Qaeda que, presumiblemente, estaría formada por el régimen de Damasco y por sus fuerzas aliadas, que combatirían junto a unidades rebeldes moderadas contrarias a Assad.
A Israel también le preocupa la creciente presencia de Al Qaeda en Siria. Tener a yihadistas salafistas en la frontera del Golán es una cosa, pero tener a esas mismas fuerzas a distancia de tiro de Jerusalén, Tel Aviv y el aeropuerto Ben Gurión es otro problema, no por gravedad, sino por su naturaleza. Una retirada israelí de Cisjordania haría vulnerables a Abbás y a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina frente a un ataque de Al Qaeda y desestabilizaría Jordania, convirtiéndola en una ruta de paso salafista para cualquiera que quiera atacar el centro de Israel.
El acuerdo marco que Kerry planea no lograría un Estado palestino independiente, sino uno fallido, muerto nada más nacer. En contra de lo que pueda afirmar el secretario de Estado, el status quo no sólo es sostenible, sino que, para Israel, la Autoridad Palestina y Jordania, es preferible que tener a Al Qaeda en Cisjordania.
Fuente: The Washington Times
Traducción: www.israelenlinea.com