A punto de cumplirse el tercer aniversario del comienzo de la guerra civil en Siria, Israel mira casi impotente y temeroso de las consecuencias de una victoria por cualquiera de los dos bandos.
No habían transcurrido sino unos meses de enfrentamientos cuando el entonces ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, proclamó a los cuatro vientos que el final del presidente sirio, Bashar al-Assad, estaba cerca, y que su caída era «sólo una cuestión de tiempo».
Tres años después, no son pocos los altos mandos que reconocen que las primera evaluaciones no tuvieron en cuenta el apoyo que recibiría Assad desde Rusia, Irán y Líbano, alianza que preocupa a Israel no menos que el hipotético escenario de ser derrocado por los grupos rebeldes.
«Tal y como vemos hoy la situación, no hay buen resultado para nosotros», aseguran los altos mandos de los servicios de Inteligencia israelíes que, desde la distancia, y a veces desde el lugar mismo de los hechos, siguen un conflicto en el que las víctimas mortales rondan las 150.000 - 10.000 niños - y los desplazados se cuentan por millones.
La opción de una Siria sin Assad - explicó recientemente un general del Estado Mayor - se asemeja a la de Líbano en los años '70 y '80: un país en el que proliferaron las milicias armadas y grupos terroristas que no daban descanso al Ejército.
«Puede ser incluso peor, en Siria hay decenas de miles de yihadistas que quedarían a nuestras puertas», añadió sobre la polarización actual en el escenario bélico sirio.
Esta opción se perfila como una de las más negativas para Israel debido al control que hoy ejercen en la península egipcia del Sinaí los grupos yihadistas, mientras la Franja de Gaza es controlada por la organización terrorista palestina Hamás y en el sur de Líbano Hezbolá - estrecho aliado de Assad - tiene desplegados sus misiles apuntando a territorio israelí.
Por ello, frente a un posible vacío de poder en Siria, otro alto mando reconoció a principios de año que quizás la opción más preferida por Israel en estos momentos es la del «más vale lo malo conocido», es decir la permanencia de Assad al frente del país.
Pero en este segundo caso, la Inteligencia israelí advierte también de que se trataría de un Assad «hipotecado» a los designios de Irán, que le brinda apoyo en la guerra, y a Hezbolá, cuyos hombres intervienen activamente al lado de las fuerzas oficialistas sirias.
Acérrimo enemigo de Israel, Hezbolá necesita a Damasco para aprovisionarse de armas, un tráfico que en los últimos tres años la Inteligencia israelí sigue muy de cerca.
A finales de febrero, fuentes libanesas denunciaron que la Fuerza Aérea israelí había atacado en su territorio en una zona fronteriza con Siria, según algunos medios árabes, lo que era un convoy con misiles que se dirigía hacia Líbano.
Sin confirmar explícitamente el bombardeo, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, dijo al día siguiente que su país hará «todo lo que sea necesario para proteger a la ciudadanía», y de hecho no se trataba del primer ataque de esas características.
En los últimos tres años, Israel bombardeó varios almacenes y convoyes en Siria en los que, a decir de sus servicios de Inteligencia, había armas que «alteraban el equilibrio estratégico» en la región, a la vez que reiteraban que no permitirán la «transferencia» de esas armas a los arsenales de Hezbolá.
En una conferencia este año en uno de los principales «think-tank» del país, el ministro israelí de Defensa, Moshé Yaalón, aseguró que Hezbolá dispone en estos momentos de unos «100.000 misiles, mucho más precisos y pesados» que los que tenía en la última guerra que ambas partes libraron en 2006.
Yaalón ve en esos cohetes, hoy en poder de todas las milicias y grupos armados de la zona, «una de las principales amenazas» a Israel, que desde los '90 invierte ingentes presupuestos en un escudo anti-misiles que sólo tendrá listo hacia 2017, según la proyección más optimista.
No menos pesimista, pero sí mucho más ilustrativo, fue el jefe del Estado Mayor israelí, el teniente general Benny Gantz: «Si me pongo a analizar la situación en Siria con perspectiva de futuro, cuando tiro la moneda al aire cualquiera de sus dos lados me da negativo».