Aunque nada es permanente en las tratativas entre israelíes y palestinos, de momento parece que estos últimos encontraron otra vez la manera de torpedear las negociaciones auspiciadas por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry.
Pese a que éste negoció un improbable compromiso de última hora que aseguraría la liberación del cuarto contingente de terroristas asesinos, exigida por la Autoridad Palestina (AP), el líder de ésta, Mahmud Abbás (Abu Mazen) no iba a aceptarlo.
Hace apenas unos días firmó una serie de documentos que testimonian la solicitud palestina de ingreso en 15 organismos internacionales, lo que constituye una clara violación de los acuerdos con Estados Unidos para reiniciar el diálogo.
Ésta fue una señal de que Abu Mazen no va a seguir negociando pese a los esfuerzos de Kerry por darle lo que deseaba. Como consecuencia, el canciller estadounidense canceló su plan de viajar de nuevo a la región, lo que da, al menos de momento, la impresión de que la actual ronda de tratativas llegó a su fin.
Si Abu Mazen sigue rehusando proseguir las negociaciones, ello supondrá que el acuerdo que había arreglado Kerry para liberar a Jonathan Pollard a cambio de que el primer ministro Netanyahu accediera a excarcelar a un nuevo grupo de terroristas, que incluía a ciudadanos israelíes, y, posteriormente, a otros 400 presos no condenados por delitos violentos, fue en vano.
Ese acuerdo hubiese sido malo para Israel, porque supondría hacer concesiones reales - liberar a árabes israelíes condenados por asesinatos terroristas, así como la promesa de una paralización limitada de las construcciones de asentamientos en Cisjordania - a cambio de la liberación de un hombre que, de todas formas, podría quedar en libertad condicional en 2015.
Pero la principal conclusión que se debe extraer de estos acontecimientos no tiene que ver con el deseo israelí de ver libre a Pollard tras 28 años en prisión, sino con el deseo de Abu Mazen de eludir el proceso de paz.
Lo que sucedió no es tanto una negociación que fracasa como el hecho de que el líder de la AP aprovechó la primera oportunidad que se le presentó para huir de unas negociaciones que nunca deseó.
Cabe recordar que no resultó nada fácil conseguir que Abu Mazen reanudara las tratativas tras haberlas boicoteado durante la mayor parte de los últimos cinco años. En vez de acceder a hablar sin condiciones previas, Abbás tuvo que ser sobornados con la liberación de cuatro contingentes de terroristas asesinos.
Aunque, como ahora quedó de manifiesto, el presidente de la AP hizo poco y nada durante lo que duró el diálogo - aparte de rechazar cualquier medida que indicara que los palestinos estaban al fin dispuestos a acabar con el conflicto con Israel -, fue continuamente alabado por Obama y Kerry por su «compromiso con la paz».
Mientras ambos seguían reclamando a Israel de ser quien obstaculizaba las negociaciones, fue siempre Abu Mazen el que demostró que tenían razón quienes el año pasado advirtieron que los palestinos no estaban preparados para llegar a un acuerdo definitivo.
Abu Mazen rehusó reconocer la legitimidad de un Estado judío, independientemente de dónde se situaran las fronteras del mismo, ni siquiera a cambio de obtener la consideración de Estado y la independencia. Tampoco renunció al derecho de retorno para los refugiados de 1948 y sus descendientes.
Incluso cuando Netanyahu accedió al acuerdo marco de Kerry para futuras negociaciones, basado en las fronteras de 1967, Abbás dijo que no.
Así que no debería suponer una sorpresa para nadie que, con el plazo del periodo inicial de tratativas a punto de concluir, Abu Mazen no tuviera el menor interés en proseguir con ellas, ni siquiera en términos que podrían inclinar el tablero diplomático a su favor.
¿Por qué?
Con los palestinos divididos entre el feudo de Abu Mazen en Cisjordania y el «Estado palestino» controlado por Hamás en Gaza, el presidente de la AP no tenía margen de maniobra para hacer las paces ni siquiera aunque realmente lo deseara.
Negociar un acuerdo, incluso uno que concediera a los palestinos prácticamente todo lo que desean en lo que respecta a un Estado independiente en Cisjordania con Jerusalén Oriental como capital, no va en su interés, porque firmar un tratado semejante resultaría bastante más peligroso que ser acusado de abandonar las conversaciones. Lo más seguro para Abu Mazen es aprovechar cualquier excusa para huir de ellas y afirmar que está buscando la independencia palestina a través de la ONU, un gesto fútil que no sólo perjudicará su pueblo.
Aunque Abu Mazen y sus seguidores afirman que hicieron un gran favor a Kerry y a los israelíes al sentarse a la mesa con ellos durante los últimos meses sin obtener nada a cambio, los palestinos son quienes más tenían que ganar con el proceso promovido por el secretario de Estado. Sin él, para ellos no hay camino a la independencia o a la estabilidad económica.
Pero como abandonar las negociaciones permite que Abu Mazen evite tener que vender al pueblo palestino un acuerdo que acaba con el conflicto - un pueblo al que se le enseñó a considerar que su identidad nacional es inseparable de la lucha contra el sionismo -, prefiere eso a continuar con ellas.
Si Abu Mazen estuviera verdaderamente interesado en la paz, podría sentarse a esperar que Kerry urdiera acuerdos en los que se intercambiaran concesiones tangibles israelíes a cambio de continuar las conversaciones. En cambio hizo lo mismo que en 2008, cuando huyó de la mesa para evitar tener que decir que no a la oferta de Olmert.
Aunque éste no sea el último capítulo de la iniciativa de Kerry, quienes se apresuran siempre a culpar de todo a Israel deberían tomar nota de la huída de Abu Mazen y sacar las conclusiones apropiadas.