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Muy buenas intenciones

Varias noticias extraoficiales procedentes de Israel señalan que prisioneros de Hamás revelaron que el plan de su organización era utilizar sus túneles excavados hacia territorio israelí, para salir a hacer una matanza masiva en Israel en el próximo Año Nuevo Judío. Todo parece indicar que la información es fidedigna. Después de todo, Hamás demostró una y otra vez sus buenas intenciones de matar judíos.

Sin duda, a sus dirigentes no se les podía ocurrir que el bombardeo masivo con cohetes a Israel no iba a dar grandes resultados. Nadie ni en Israel ni en el mundo pareció prever que el sistema defensivo antimisiles Cúpula de Hierro iba a detectar tantos cohetes y hacerlos explotar en el aire. Fue una ruptura cruel de todas las razonables expectativas de los combatientes islamistas de que las bombas hagan lo que se espera de ellas, que es naturalmente matar gente.
         
Desde su punto de vista, por lo menos debía haber unos cuantos muertos más de parte de Israel para equilibrar las cosas. No en vano tanta gente en el mundo gritó escandalizada ¡Desproporción! ¡Desproporción! Claro, querían ver un panorama más matizado, con más muertos israelíes. Pero ocurre que a los israelíes, a diferencia de los militantes de Hamás (no los dirigentes que siempre se esconden bien) no les gusta morir y su Gobierno no suele hacer de la muerte un artículo de propaganda.
        
En contraste con esa actitud israelí de poca simpatía a la muerte, Hamás deseaba obtener con sus cohetes una cosecha mucho más substanciosa de cadáveres israelíes. Después de todo, como buenos yihadistas están particularmente encariñados con la idea de la muerte. A tal punto que educan a sus niños para ser futuros terroristas suicidas. La Yihad o Guerra Santa es algo tan central en sus vidas que presentan la muerte como un gran ideal. Sus dirigentes repiten una y otra vez que así como sus enemigos aman la vida ellos aman la muerte.

Es extraño que aún no hayan salido a hacer propaganda en el mundo exaltando su amor a la muerte, por ejemplo, con afiches con la imagen de un niño con vincha verde, mirada feroz y ametralladora de juguete en los que se pregunta al público: ¿A usted señor y a usted señora no le gustaría morir a manos de un encantador niño suicida?
          
Pero hay que reconocer que si bien aprecian mucho la muerte propia, aprecian aún mucho más la de todos los infieles, y muy muy particularmente la de los judíos. Es una creencia que se deriva de convicciones muy profundas insertas en su carta fundacional, su principal documento ideológico.

Citando a Hassan el-Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes, una organización de la cual Hamás es una derivación, señalan: «Israel sólo existirá hasta que el islam lo destruya, del mismo modo en que destruyó a otros anteriormente».

Pero Hamás no se conforma sólo con destruir a Israel, su visión amplia y generosa va más lejos. Aspira a destruir a todos los judíos sin excepciones, incluyendo a aquellos que por algún misterioso problema psiquiátrico desean demostrar en todas las oportunidades posibles que son capaces de odiar más a Israel que el árabe más fanático.

Su carta fundacional dice dulce y poéticamente: «El Día del Juicio no vendrá hasta que los musulmanes combatan contra los judíos y el judío se esconda detrás de piedras y árboles. Entonces las piedras y los árboles dirán, Oh musulmanes, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo».  

Hamás rechaza las llamadas soluciones pacíficas y descarta de plano las conferencias internacionales ya que contradicen sus convicciones. La organización islámica sostiene que los judíos (no los israelíes) están detrás de todas las guerras y las revoluciones de la historia, por ejemplo, la Revolución Francesa, la Revolución Comunista y todas las demás.  A esto se suman otras numerosas acusaciones que tienen un extraño parecido con la propaganda anti-judía de la Alemania nazi.
        
Gran parte de su sabiduría la obtuvo Hamás de la famosa falsificación de la policía zarista «Los Protocolos de los Sabios de Sion», publicado en 1902, a tal punto que lo cita en su Carta Fundacional. El hecho de que se haya demostrado la falsedad del documento en un célebre proceso y en un estudio contundente del «Times» de Londres, no preocupó para nada a Hamás al igual que no preocupó al admirado mentor espiritual del fundador de los Hermanos Musulmanes, Adolf Hitler.
          
Pero Hamás no sólo se interesa por teorías sino también por hechos. A eso se debe esa picardía de insistir con tirar cohetes todo el tiempo contra la población civil de Israel. Otros países probablemente habrían tomado una actitud más indulgente y paternalista respecto a esos amables intentos de asesinar gratuitamente a sus ciudadanos. Pero Israel, que tiene una mala experiencia en cosas como éstas, reaccionó con un enojo que fue considerado excesivo por muchos.
             
No es algo que podría afirmar con certeza, pero quizás en las críticas haya tenido algo que ver el tema de la envidia (¡sana envidia!, naturalmente). Es que todo el mundo quiere gozar de la felicidad de tener un vecino tan amable y solícito como Hamás, que dispare sus cohetes contra su territorio para solaz y entretenimiento de su población civil.