Como han advertido los editorialistas del «Wall Street Journal», la Administración Obama ha tenido unas pocas victorias - póngase el énfasis en «pocas» - que celebrar estos días en la guerra contra el terrorismo.
Un drone de EE.UU mató en Yemen a Naser al Wuhaishi, líder de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), mientras unos F-15 quizá hayan matado en Libia a Mojtar Belmojtar, el renegado de Al Qaeda que en 2013 comandó la toma de una planta de gas en Argelia, operación terrorista en la que murieron 38 rehenes extranjeros.
Mientras, las kurdas Unidades de Protección Popular (YPG), junto con otros combatientes moderados, tomaron la localidad siria de Tel Abiad, un importante puesto fronterizo con Turquía, de manos del Estado Islámico (EI).
Si abrimos un poco más el abanico temporal, podemos añadir el éxito de las fuerzas iraquíes al arrebatar al EI Tikrit y controlar al menos parte de Baiyi, una importante refinería iraquí, así como la muerte del financiero del EI Abu Sayaf en una operación de la Delta Force.
Todas esas son pequeñas victorias. Wuhaishi y Belmojtar ciertamente merecían morir, como castigo a sus crímenes, y es bueno ver esas localidades liberadas de las garras asesinas del EI.
Pero, frente a todas las victorias que han obtenido los terroristas en los últimos tiempos, lo cierto es que apenas alteran la balanza.
El EI ha tomado prácticamente la mitad de Siria y un tercio de Irak; recientemente ha capturado Ramadi en Irak y Palmira en Siria. Asimismo, ha extendido sus operaciones a Libia - donde una de sus ramificaciones batalla con otros grupos extremistas para hacerse con un territorio sin gobierno -, Egipto, Argelia, Afganistán y otros países que ambiciosamente ha declarado provincias de su califato.
Entre tanto, el Frente al Nusra, la marca oficial de Al Qaeda en Siria, ha contribuido a la toma de Idlib y expande sus actividades por toda Siria, mientras AQPA ha tenido éxito en controlar una significativa parte de Yemen.
En Afganistán, los talibanes y la Red Haqani siguen tan activos como siempre, como Boko Haram en Nigeria, Al Shabaab en Somalia, etc. Hay incluso un nuevo afiliado de Al Qaeda, Al Qaeda en el Subcontinente Indio, que amenaza con desatar el terror en países como India y Bangladesh; amenaza que ha de tomarse en serio, dada la cantidad de población musulmana del territorio.
Y no olvidemos el reverso de estos grupos yihadistas sunitas, los grupos yihadistas chiítas, bajo la guía de Irán, que en estos momentos son los más poderosos actores en las zonas controladas por los gobiernos de Líbano, Siria, Irak y Yemen, todas las cuales son virtualmente provincias del «Gran Irán».
Lamentablemente, ninguna de estas alarmantes tendencias se verá alterada en lo más mínimo por la muerte de un par de comandantes terroristas o por la pérdida del EI de una o dos localidades. Dada la manera en que los terroristas están cubriendo el vacío en numerosos territorios del Gran Oriente Medio, decir que se está ganando la antaño denominada guerra contra el terror es una voluntariosa negación de la realidad.
Lo más que se puede decir es que hemos tenido algún éxito en evitar que haya un nuevo 11-S en nuestro suelo. Ha habido ataques como el de la maratón de Boston, pero han sido, aunque terribles, de una escala muy inferior.
Ahora bien, hemos de esperar nuevos ataques en nuestro territorio y contra nuestros intereses en el exterior, porque el EI, el grupo terrorista de más alto nivel en estos momentos, está incrementando sus operaciones internacionales. Ya ha estado involucrado en numerosos ataques desde Australia hasta Texas, y hemos de esperar que se produzcan más en el futuro.
Si la Administración Obama tiene una manera efectiva de contraatacar, a día de hoy la tiene cuidadosamente escondida. Es importante quebrar el dominio del EI sobre su califato para disipar la mística que lo rodea y reducir su atractivo para los yihadistas extranjeros.
Pero las fuerzas sobre el terreno más efectivas para combatir al EI en Siria son las YPG, que, incluso si ignoramos sus vínculos con la organización terrorista marxista PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), tienen límites a lo que pueden hacer: así, no pueden controlar áreas no kurdas. Lo mismo cabe decir de los peshmergas kurdos y de las milicias chiítas, las más efectivas fuerzas anti EI en Irak: su alcance se circunscribe a las zonas kurdas y chiítas.
Derrotar al EI, a Al Qaeda y demás grupos yihadistas requiere una ambiciosa agenda, nada que ver con ninguna de las desplegadas o siquiera concebidas - al menos hasta donde yo sé - por la Administración Obama, que prefiere recurrir a unos bombardeos destinados a ser ineficaces.
No hay una estrategia norteamericana que pueda desafiar seriamente a esos grupos terroristas, que cada vez controlan más territorio. Lo que significa que los éxitos recientes, aunque bienvenidos, no son relevantes.
Fuente: Commentary