Esta es mi apuesta con respecto al futuro de las relaciones sunitas, chiítas, árabes, turcas, kurdas e israelíes: Si no ponen fin a sus añejos conflictos, la Madre Naturaleza va a destruirlos a todos mucho antes de que ellos se destruyan mutuamente. Permítanme destacar unos cuantos puntos noticiosos que pudieran haber pasado por alto cuando se debatía sobre el trato nuclear de Irán.
El 31 de julio, «USA Today» informó que en Bandar Mahshahr, Irán, ciudad contigua al golfo Pérsico, la temperatura ambiental se disparó a 72 grados centígrados «a medida que una ola de calor seguía cociendo Oriente Medio, de por sí uno de los lugares más calientes en la tierra. «Esa fue una de las observaciones sobre el clima más increíbles que yo haya visto, y es una de las interpretaciones más extremas que haya existido en el mundo», dijo el meteorólogo Anthony Sagliani, de AccuWeather, en una declaración.
«Si bien la temperatura fue de ‘apenas’ 46°, el punto de rocío fue de un incomprensible 32 grados centígrados. La combinación de calor y humedad, medida por el punto de rocío, es lo que hace el índice de calor... o cómo se siente la temperatura afuera efectivamente».
Entonces, vimos algo que nunca antes habíamos visto: un gobierno iraquí fue derribado a causa de no haber logrado entregar aire acondicionado. Hace dos semanas, el primer ministro, Haider al-Abadi, abolió los tres puestos vicepresidenciales y la oficina del viceprimer ministro, proponiendo extensas reformas para combatir la corrupción tras semanas de protestas en las calles en torno al hecho de que el ejecutivo podía suministrar electricidad para aires acondicionados apenas pocas horas al día durante semanas de temperaturas por los 48 grados centígrados.
Como informó Anne Barnard en el «Times» el 1 de agosto, el tema del calor en Irak «incluso ha eclipsado la guerra con Estado Islámico (EI). El primer ministro declaró un fin de semana de cuatro días para mantener a la gente fuera del sol y ordenó ponerle fin a uno de los privilegios más codiciados de funcionarios gubernamentales: electricidad las 24 horas para sus aparatos de aire acondicionado.
«Varios miles de personas - trabajadores, artistas e intelectuales - se manifestaron en el centro de Bagdad, cantando y llevando en alto pancartas sobre la falta de electricidad y responsabilizando a la corrupción por ello. Algunos hombres desvestidos salvo por shorts y tendidos en la calle para dormir, en una fuerte declaración dentro de una sociedad modesta. La protesta fue inusual en que, a todas luces, no fue convocada por uno solo de los principales partidos políticos».
El 19 de febrero de 2014, la agencia AP informó desde Irán: «La primera decisión del Gabinete tomada bajo el nuevo presidente de Irán, Hassan Rohani, no fue sobre cómo resolver la disputa nuclear de su país con potencias mundiales. Fue sobre cómo impedir la desaparición del mayor lago de la nación. El lago Oroumié, uno de los mayores de agua salada en la tierra, se ha encogido más de 80 por ciento hasta casi 650 kilómetros cuadrados en la última década, principalmente debido al cambio climático, el aumento de la irrigación para granjas en los alrededores y el represamiento de ríos que alimentan al cuerpo de agua, dicen expertos.
«El lago ya desapareció. Mi trabajo ya no existe. Mis hijos ya se fueron. También los turistas», dijo Mozafar Cheraghi, de 58 años, mientras estaba parado sobre una polvorienta plataforma que alguna vez fue su bulliciosa casa del té».
Francesco Femia y Caitlin Werrel administran el indispensable Centro del Clima y Seguridad en Washington que sigue de cerca esas tendencias. Ellos notaron que Michael Kugelman, académico del sur de Asia, había observado en fecha reciente que «en Pakistán más personas han muerto de la ola de calor que de terrorismo en lo que va del año. Nosotros haríamos énfasis en que no debería haber una competencia entre ‘terrorismo’ y ‘estrés climático’, pero que los recursos invertidos en el primero superan por mucho al segundo».
Agregaron: «Un estudio de 2011 por parte de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por su sigla en inglés) arrojó una firme evidencia apuntando a que el descenso de la precipitación invernal en el litoral del Mediterráneo y Oriente Medio de 1971 a 2010 probablemente se debía al cambio climático, con la región experimentando casi todos sus inviernos más secos desde 1902 en los últimos 20 años».
Finalmente notaron: «El contrato social entre gobiernos y sus gobernados está siendo puesto bajo presión por estos sucesos extremos, y es probable que esos problemas sólo empeoren, dadas las proyecciones climatológicas para muchos de estos lugares. Gobiernos que responden a poblaciones en vista de estas tensiones probablemente refuercen el contrato social, en tanto aquellos que no respondan, probablemente lo debiliten. Además, en su mayor parte, estamos viendo respuestas insuficientes».
Así es, veamos Siria: Su revolución fue precedida por la peor sequía de cuatro años en la historia moderna del país, causando que casi un millón de agricultores y ganaderos fueran obligados a salir de la tierra, a las ciudades donde el gobierno de Bashar al-Assad falló totalmente para ayudarles, alimentando la revolución.
Toda la gente en esta región está jugando con fuego. Mientras pelean por ver quién es el califa, quién es el heredero con derecho del profeta Mahoma del siglo VII - sunitas o chiítas - y a quién le dio realmente Dios la tierra santa, Madre Naturaleza no está sentada ociosa. Ella no participa en política... sólo en física, biología y química. Y si ellos acumulan de la manera equivocada, ella los derribará a todos.
El único «ismo» que los salvará no es el chiismo o el islamismo sino el «ambientalismo»: entender que no hay agua chiíta o sunita, hay tan sólo «los comunes», sus ecosistemas compartidos y que, a menos que cooperen para administrarlos y preservarlos - y todos busquemos solución al cambio climático -, a todos les espera una vasta ecodevastación.
Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com