Los diamantes bien pueden ser eternos, pero los tratados de paz firmados por Israel con dictaduras, no: su duración es limitada; persisten tanto como la dictadura misma, y en esta época precisa, eso está muy por debajo de lo que suele considerarse eterno.
John Maynard Keynes, el gran economista, dijo una vez en un debate: "Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión; ¿qué hace usted, señor?".
Bueno, guste o no, los hechos están cambiando. Desde el Sinaí, en Egipto - país que ha firmado un tratado de paz con Israel - los terroristas están ingresando a Israel para matar ciudadanos israelíes. Y el gobierno egipcio, es decir, la junta militar que ha sustituido a la dictadura de Hosni Mubarak no tiene intención, o, en todo caso, no tiene capacidad suficiente para asegurar la paz en la frontera entre ambos países. Es probable que haya todavía más actos terroristas provenientes del Sinaí.
Los diamantes bien pueden ser eternos, pero los tratados suscriptos con dictaduras, no: su duración es limitada; persisten tanto como la dictadura misma, y en esta época precisa, eso está muy por debajo de lo que suele considerarse eterno.
Hacen ya 34 años desde que Israel acordó la cesión de la península del Sinaí a Egipto como parte del tratado de paz firmado por Menajem Begin y Anwar Sadat. Aunque a muchos les moleste recordarlo, Sadat era un dictador. El tratado de paz logró sobrevivir a su asesinato cuatro años después, cuando fue reemplazado por Mubarak. No queda claro por el momento si podrá sobrevivir también a la caída de Mubarak.
Cuando se firmó, se creía que las dictaduras árabes habrían de ser por siempre una característica distintiva de Oriente Medio. Parecía evidente que Israel debía hacer la paz con los dictadores árabes, y que la fórmula adecuada para logarlo era "territorios a cambio de paz", cediendo activos territoriales estratégicos para obtener tratados de paz con un dictador.
Que la paz equivale a seguridad era considerado una tautología. Los dictadores eran famosos por su capacidad para imponer su voluntad sobre el pueblo. Cuando firmaban un tratado de paz, se podía confiar plenamente en ellos.
Podría esperarse que Israel, una democracia, saludara calurosamente la caída de las dictaduras en los países vecinos, y viera cómo la "primavera árabe" trae libertad al mundo árabe. Pero en los últimos meses hemos aprendido con gran consternación que la caída de esos dictadores puede provocar a su paso el caos y la anarquía, además de la amenazante prevalencia de los Hermanos Musulmanes.
En varias ocasiones, sucesivos gobiernos israelíes estuvieron cerca de lograr un acuerdo con el dictador sirio Hafez al-Assad, dispuestos a entregar los Altos del Golán a cambio de un tratado de paz con él. Hoy en día podemos considerarnos afortunados de que tal pacto no haya sido firmado nunca. Lo que está ocurriendo en el Sinaí bien podría estar sucediendo ahora en las Alturas del Golán.
No tenemos más remedio que prepararnos para la prolongación de un escenario desagradable, y esperar que quien quiera que gobierne Egipto en los años venideros se adhiera al tratado de paz con Israel, y además sea capaz de comprender que la conclusión del caos en el Sinaí es de común interés para ambos países.
Pero más importante aún es el hecho de que tenemos que ser nosotros quienes debemos darnos cuenta de que el estado de cosas que nos rodea está cambiando en la práctica, y de que probablemente ocurran más cambios todavía. Es tiempo de revaluar las ideas preconcebidas.
No es momento de actuar sin preocuparse por las consecuencias. No es momento para retirarse a las fronteras de 1949. No es tiempo para "iniciativas políticas audaces". Éste es un tiempo para observar y esperar a ver cómo resultan las cosas; para pensar en cómo garantizaremos la seguridad de los ciudadanos israelíes del sur del país que deben protegerse diariamente de los misiles, y en cómo asegurarnos de que quienes residen en el norte y el centro no acaben compartiendo ese destino.
El sistema "Cúpula de Hierro" es ciertamente un gran logro tecnológico pero no puede hacer todo el trabajo por sí solo.
Fuente: Haaretz - 24.8.11
Traducción: www.argentina.co.il