La reciente crisis producida por el desmembramiento del gobierno del Líbano provocada por su abandono por parte de la organización política-militar Hezbolá, tiene un indudable parecido con la acción de un grupo de delincuentes que copa una vivienda privada.
La semejanza está en que se trata de una clara acción de chantaje a un adversario más débil y la diferencia está en que el móvil no es el robo sino la impunidad frente a la ley.
El tema no es nuevo. Desde hace unos meses, cuando se difundió la versión de que militantes de Hezbolá van a ser acusados por el Tribunal Internacional que juzga el asesinato del ex primer ministro del Líbano, Rafic Hariri en febrero de 2005, la milicia-partido financiada y dirigida por Teherán, ha hecho lo posible y lo imposible porque el gobierno desautorice a los jueces de las Naciones Unidas y se desligue por completo de su gestión.
Obviamente si Hezbolá no hubiera estado involucrada en el brutal atentado en Beirut que provocó la muerte del popular estadista cristiano y otras 22 personas y que poco después llevó al retiro de las tropas sirias del país, no tendría razones para provocar la paralización del gobierno ni para boicotear los esfuerzos por hacer justicia. Pero todo parece indicar que el Tribunal tiene pruebas irrefutables respecto a la culpabilidad de Hezbolá en el crimen y que por ello, el partido-milicia chííta está dispuesto a llevar las tensiones al límite para evitar que su culpabilidad sea puesta en evidencia.
La crisis, al igual que otras anteriores, enfrenta al Líbano libanés, representado por la coalición del 14 de Marzo, compuesta por el primer ministro y varios partidos cristianos, así como la Corriente del Futuro sunita, y el Líbano, vasallo de Irán, integrado por Hezbolá y algunos aliados como el ex general cristiano Michel Aún.
La situación actual es de un virtual empate, lo que en la práctica significa el estancamiento y la prolongación de la parálisis gubernamental. El presidente, Michel Suleiman, trata de formar un gobierno de transición, pero aunque lo logre, sus chances de poner fin a la crisis son muy precarias.
¿Qué va a pasar? La mayoría de los observadores no cree en una guerra civil inmediata. Hilal Khashan, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Beirut, citado por la agencia Reuters, cree que es posible un período de inestabilidad y de manifestaciones callejeras pero opina que Hezbolá no habrá de recurrir a las armas.
Otro politólogo libanés, Joseph Bahout interrogado por la revista francesa "L'Express" estima que "habrá tensiones políticas y es posible alguna escaramuza. Pero ninguno de los partidos tiene interés en recurrir a la violencia".
Este punto de vista es compartido por dos comentaristas israelíes, Amoós Harel y Avi Issacharoff, quienes comentan en el diario liberal "Haaretz" las gestiones de Saad Hariri con dirigentes como el presidente francés, Nicolas Sarkozy y con el canciller turco Ahmed Davutoglu y llegan a la conclusión de que "estas gestiones inducen a creer a la mayoría de los comentaristas y a agencias de inteligencia occidentales que las chances de que la crisis lleve a una guerra civil o a un estallido de hostilidades con Israel son muy limitadas. El jefe de Hezbolá, Nasrallah, sabe perfectamente que después de un año con un impresionante crecimiento de un 7% en 2010, los logros de la economía libanesa se perderían si él insistiera en arrastrar una vez más a su país a una guerra".
Sin embargo, las condiciones objetivas tanto para una guerra civil como para una guerra regional no pueden ser ignoradas. El "Economist" londinense en su primer número del nuevo año, comenta en un editorial sobre la amenazante situación del Medio Oriente y la política del presidente norteamericano que "desde 2006, Irán y Siria, proporcionaron a Hezbolá un arsenal de unos 50.000 cohetes, muchos de ellos con un alcance y un poder de fuego muy superior a aquellos que tuvo la vez pasada". Cabe acotar que ese rearme burló todos los compromisos que Hezbolá contrajo con las Naciones Unidas al final de la guerra con Israel en 2006.
Lea Baroudi, una columnista del diario francófono libanés "L'Orient Le Jour" define muy bien la situación en un editorial titulado: "La República del miedo": "Desde los años '50, nosotros un pueblo naturalmente alegre, emprendedor y valiente, vivimos sin querer admitirlo en una república del miedo. Miedo de ataques israelíes, miedo de ser oprimidos por un vecino más fuerte, miedo de la radicalización del mundo árabe, miedo de las guerras civiles importadas y sobre todo, miedo los unos de los otros, encerrándose cada uno en su comunidad".
La comentarista Nada Bakri en el "New York Times", resume en términos muy compartibles la situación actual: "El diario opositor "Al Akbar" define la incertidumbre actual en un editorial titulado: "El comienzo de lo desconocido".
Muchos temen que la situación pueda tornarse violenta con choques callejeros en los que lo más probable es que prevalezca Hezbolá. Otros analistas niegan las perspectivas de violencia, considerando la fuerza de Hezbolá y el surgimiento de Turquía como poderoso mediador. Lo más probable, desde su punto de vista, es que después de meses de estancamiento, similares a los que el Líbano vivió entre 2006 y 2008, se alcance un nuevo acuerdo.