La intervención sudamericana no va a acelerar el proceso de paz: se desentiende de la amenaza bélica iraní, materializada en Gaza y en Líbano. Tampoco va a desatar el nudo de contradicciones propias de un conflicto de pasiones que desbordan los ribetes políticos.
"Entonces vienen las contradicciones.
O sea la sazón. El mundo existe
con manchas, sin azar, y no hay conjuro
ni fe que lo desmienta o modifique".
("A ras de sueño"; Mario Benedetti)
En Israel - en realidad,en todas partes - el gobierno y el común de la gente prefieren la rutina a la sorpresa. Pero en Oriente Medio los conflictos se destacan por las (aparentes) sorpresas: lo imprevisto es la rutina y, a la inversa, una (supuesta) calma es lo novedoso.
No hacía falta ser profeta para saber que Israel, en sucesivas postergaciones de propuestas norteamericanas, no recibirá los aviones de combate F-35 que Wahington ofreció como recompensa si Jerusalém accedía a limitar obras de infraestructura en la ribera occidental del Jordán.
Otro ejemplo, en este contexto: el apoyo internacional a una soberanía palestina sin completar el circuito de acuerdos, ya se veía venir hace tiempo.
El canciller argentino, Hector Timerman, comunicó al mundo que su gobierno reconoció a Palestina como estado libre e independiente.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel se manifestó sorprendido por un eventual cambio de rumbo de países del Mercosur en relación al conflicto.
Pero, para quienes siguen de cerca el reiterado paseo de las negociaciones de paz, que van y vuelven de la congeladora al microondas, era previsible que América Latina, copiando los pasos de Europa, también iba a medir su propia capacidad de presión diplomática.
Desde que Nethanyahu y Mahmud Abbás recibieron de Obama su receta para un acuerdo, se agregaron ingredientes, se quitaron otros; el plato fue frito, recalentado y vuelto a enfriar...
De tanto ir y venir, el presidente de de la Autoridad Nacional Palestina como el primer ministro de Israel olvidan que los problemas a resolver no atañen unicamente a los territorios de la márgen occidental del Jordán: desde principios del 2006, Gaza, bajo el intransigente mando de un islam fundamentalista, pregona el "Yihad", la Guerra Santa contra ambos, contra Israel y contra "el claudicante Abu Mazen".
Peor todavía: tampoco el tercero en discordia es un factor monolítico: en Gaza, Hamás enfrenta el descontento de vastos sectores agotados por el estancamiento social y político.
Hamás canaliza esas tensiones por tres canales exteriores:
* Cohetes Grad y Qassam disparados desde Gaza contra poblaciones civiles en el Neguev.
* Reiterados intentos de incursión armada por vía subterránea (como sucedió con el ataque al puesto fronterizo de Kerem Shalom y el secuestro de Guilad Shalit.
* Intensos esfuerzos para perpetrar agresiones terroristas desde Sinaí.
Hamás, como Irán, ostenta estrategias de guerra. Israelíes y palestinos no evidencian estrategias de paz.
Amplios sectores de la sociedad israelí albergan ilusiones de perpetuar las colonizaciones en los territorios ocupados en 1967. El bando palestino, por su lado, tampoco renuncia a reclamos que traban el adelanto de un arreglo.
La intervención sudamericana no va a acelerar el proceso de paz: se desentiende de la amenaza bélica iraní, materializada en Gaza y en Líbano.
Tampoco va a desenvolver el nudo de contradicciones propias de un conflicto sazonado de pasiones que desbordan los ribetes políticos.
Al parecer, no hay fórmula mágica: por ahora el conejo sigue en la galera.