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Pocos planes para tanta muerte

La ONU ha condenado de forma unánime la matanza perpetrada contra la población civil de Hula, en Siria, en la que murieron 108 personas, entre las cuales había unos 30 niños.

Al mismo tiempo que el Consejo de Seguridad se reunía de urgencia para aprobar esa sentencia, el ejército sirio bombardeaba otra ciudad vecina, Hama, y causaba otros cuarenta muertos civiles, entre ellos también varios niños.

Desde que se iniciaron las manifestaciones contra el régimen sirio, hace catorce meses, han muerto unas diez mil personas.

Aunque Damasco rechaza tener ninguna responsabilidad en la matanza de Hula, lo cierto es que la población civil, atrapada entre los insurgentes que se enfrentan al ejército de Al Assad y la desmesurada reacción de este, que utiliza armamento pesado para intentar desalojar a la oposición armada, es la principal víctima de unas acciones que dirigentes mundiales no dudan en calificar de crímenes contra la humanidad.

Navi Pillay, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ha dicho que ni el presidente sirio ni su gobierno pueden invocar bajo ninguna circunstancia la defensa contra el terrorismo para intentar justificar la violencia indiscriminada y asesinatos del tipo que sus fuerzas y aliados han cometido en Hula. Al parecer, 62 miembros de una misma familia han muerto en este ataque.

Desde abril de 2011, todas las iniciativas internacionales sobre el régimen sirio para que cese la violencia han resultado en vano. Damasco y los insurgentes se acusan mutuamente de las matanzas de civiles. Pero testimonios recogidos por organizaciones como Human Rights Watch responsabilizan al ejército sirio de esas matanzas. Lo cierto es que el régimen de Al Assad ya no tiene ninguna credibilidad internacional.

Hace un mes, el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, elaboró un plan para aplicar de forma inmediata una tregua entre las partes, con la retirada de las tropas del régimen a sus cuarteles, la liberación de los sirios detenidos durante la revuelta y, finalmente, el establecimiento de una mesa de negociación política entre el régimen y la oposición.

Annan volvió a Damasco para dar un nuevo impulso a su plan, apoyado por toda la comunidad internacional. Pero las matanzas de Hula y Hama no sólo demuestran que se está muy lejos de que tenga alguna efectividad, sino que encona aún más la situación. Ni la exigencia internacional de que el ejército sirio retire el armamento pesado del asedio de las ciudades se ha visto cumplida, como ha quedado claro estos últimos días.

La consternación por las matanzas y la condena internacional contra el régimen de Damasco no son suficientes para frenar el polvorín sirio. Es necesario dar un paso más. Rusia y China, que hasta ahora se han mantenido al margen de la presión sobre Siria, han aceptado condenar las masacres de civiles ante la evidencia y dureza de los hechos y por las terribles imágenes que han trascendido.

Pero su condena es contra las matanzas y no contra el régimen que las provoca. Si lograran forzar que Al Assad aceptara una investigación internacional sobre lo sucedido, se podría empezar a pensar que se puede frenar el calvario a que están siendo sometidos los sirios.

La comunidad internacional debe presionar a Moscú y Pekín para que, de una vez por todas, se pueda poner fin a la desdicha siria.