«El mensaje no cambia, cada año es el mismo: la renovación de la esperanza, tan necesaria, especialmente en Tierra Santa, donde aún son numerosos los problemas por resolver».
El padre Pierrebattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa, que lleva ya 22 años viviendo en Jerusalén, a la que llegó de su Italia natal, es un profundo conocedor de la realidad de la zona que para todos los peregrinos que la visitan es «el lugar de los hechos».
Desde su oficina en el Convento San Salvador, asegura que «los cristianos no perdemos la fe, aunque seamos cada vez menos en Oriente Medio» y que «al llegar las fiestas, nos sentimos reforzados en la misma».
La falta de un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos preocupa en general, y el aumento de la tensión en los últimos tiempos se siente en el terreno. Se manifiesta también en resúmenes contradictorios de la situación.
Según el ministerio de Turismo de Israel, casi un millón 200 mil peregrinos entraron a Belén desde comienzos del año hasta fin de noviembre y unas 75 mil personas llegan a Israel para estas fechas, de las cuales se estima que la mayoría entrará también a ciudad donde nació Jesús.
Por su parte, fuentes de la Autoridad Palestina - bajo cuya jurisdicción se encuentra Belén - sostienen que «la ciudad está encerrada, rodeada por asentamientos y por el muro construido por Israel».
George Rishmawi, cristiano de Belén dedicado en parte a recibir grupos de turistas en la ciudad, sostiene que la retención por parte de Israel de los fondos de impuestos y aduanas palestinos que debían cobrar en noviembre, afecta seriamente los preparativos para las fiestas, ya que mucha gente depende de los salarios que la Autoridad Palestina debía pagar a sus funcionarios con ese dinero.
Israel decidió recientemente no transferir esos fondos, como represalia por la petición unilateral palestina de reconocimiento por parte de la ONU, como alternativa a las negociaciones.
El hecho es que, por un lado, se habla de coordinación clave para garantizar que el flujo de peregrinos sea normal y que puedan pasar entre Jerusalén y Belén sin problemas, a pesar del muro y de los puestos de control del Ejército. Pero por otro, la sensación en el terreno es que la desconfianza va en aumento y que eso no ayuda.
A pesar de ello, Navidad llega para todos los creyentes. Belén tiene hace ya semanas un gran árbol en la Plaza del Pesebre contigua a la Basílica de la Natividad, pronta para recibir a todos aquellos que hicieron reservación para sus más de 40 hoteles y quienes al menos pasen el 24 o 25 en la ciudad.
Desde la Municipalidad de Belén informaron que la central de la Autoridad Palestina en Ramallah no transfirió este año la suma tradicional para iluminar y adornar las calles sino únicamente la mitad, por falta de fondos, pero los preparativos para las fiestas no se acabaron.
En Israel, donde los cristianos son una muy pequeña minoría en un país de mayoría judía en el que el gran grupo minoritario son los árabes musulmanes, no se siente Navidad en cada esquina pero sí en algunas zonas de mayor presencia cristiana, como en las ciudades de Nazaret y Haifa.
El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, anunció que adornará las calles de la Ciudad Vieja y el barrio cristiano con iluminación especial, así como los caminos conducentes de la capital hacia Belén.
«Es indudable que aquí, en Israel, la situación de los cristianos es incomparablemente mejor que la que viven nuestros correligionarios en esta región en cualquier país de alrededor», afirmó el custodio de Tierra Santa.
En Haifa, el arzobispo greco-católico, Elías Chacour, recibió al presidente Shimón Peres en visita especial por las fiestas. Peres visitó una escuela árabe cristiana en la localidad de Iblin y cantó junto al coro escolar - en el que los niños vestían gorros rojos con pompones, típicos de la fiesta - al lado del típico árbol.
Uno de los récords en la zona los batió el Festival de Nazaret organizado por la Asociación Cultural y Turística de la ciudad, ubicada en el norte de Israel. En el evento, que duró cinco días y que se realizó por tercer año consecutivo, participaron 300 mil personas. Los organizadores destacaron que en el centro de la Plaza de María había un enorme árbol de Navidad de 26 metros de altura.
«Era el más grande de Oriente Medio», dijeron orgullosos. No está claro si alguien lo midió, pero en Nazaret fue visto como una buena señal de Navidad.
Fuente: El Universal