«Si una organización habla como un grupo terrorista, anda como un grupo terrorista y se comporta como un grupo terrorista, ¿qué es?».
Así empieza un sentido artículo de David Harris en El País, a raíz de la negativa de miembros de la Unión Europea a considerar a Hezbolá como una organización terrorista, a pesar de peticiones de países como Holanda.
Gracias a ese veto, el llamado Partido de Dios, que ha sembrado de muerte todo su trágico recorrido, tiene libertad para reclutar personas, recaudar fondos y pasear alegre por Europa. Y es aquí donde la petición de Harris se convierte en un grito desgarrado.
¿Cómo es posible que en una tierra donde se ha sufrido tanto a causa del terrorismo, se ampare la actividad de una organización que asesina indiscriminadamente, con la única voluntad de sembrar el caos y el pánico para llegar al fin supremo de la imposición islamista?
Así lo describe el grueso informe que tiene la UE sobre Hezbolá, incluyendo la reciente investigación del Gobierno búlgaro, y la suma de datos es aterradora.
Desde los brutales atentados de 1983 contra franceses y norteamericanos en Líbano, donde murieron cientos de personas, hasta la implicación en múltiples atentados por Europa en las mismas épocas. Y como ha demostrado la fiscalía argentina, también es el responsable de los atentados en Buenos Aires, con más de un centenar de víctimas.
El suma y sigue incluye el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafiq al Hariri, y 22 personas más, el atentado que mató a seis personas en Bulgaria en julio pasado y el intento de atentar contra aviones israelíes en suelo chipriota.
Y todo ello sin contar el permanente hostigamiento bélico contra Israel, el dominio de Líbano, donde Hezbolá es un Estado dentro del Estado, el proceso de abducción del desmembrado ejército sirio, en estrecha colaboración con los Assad - y con el riesgo de que se apoderen del poderoso arsenal químico sirio, lo cual sería una catástrofe -, y la preocupante infiltración de la organización en territorio latinoamericano, sobre todo después de los buenos oficios del bolivarismo.
No hay nada en Hezbolá, ni su ideología yihadista, ni su larga biografía de atentados, ni sus inequívocas intenciones de dominio violento, nada permite entender los motivos de la Unión Europea para no cortarle las alas con las que vuela alegremente por nuestro territorio.
Como decía Harris, si esta máquina de desestabilizar y matar en nombre de una ideología teocrática violenta no es considerada organización terrorista, ¿qué lo será?
Pero como Irán está de por medio, la Europa timorata y chamberliana hace lo que siempre hizo, vender apaciguamiento para poder mantener sus intereses más espurios y escaparse de sus responsabilidades.
Y, como siempre, lo pagaremos caro. Porque la historia demuestra que nunca el apaciguamiento ha dado buenos resultados con los monstruos.