Varios medios internacionales informaron que en enero de este año, Israel atacó un convoy de armas que fuentes de inteligencia sugieren transportaba avanzados misiles tierra-aire SA-17 que iban a ser transferidos de Siria a la organización terrorista libanesa Hezbolá.
El Gobierno hebreo mantuvo un silencio total al respecto; no admitió, pero tampoco rechazó.
Con o sin aprobación, esa ofensiva fue una advertencia, un esfuerzo para disuadir al régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, de contemplar alguna transferencia similar a sus aliados en Líbano.
Sin embargo, los últimos ataques - tampoco admitidos ni negados por Israel - sugieren que el esperado efecto disuasorio no fue tal.
Sí demuestran la capacidad de la Fuerza Aérea israelí para atacar objetivos dentro de Siria, pero podrían ser los primeros de muchos: un patrón de ataques que en cualquier momento puede llevar a Siria, junto a Hezbolá, hacia una guerra regional.
La pesadilla del traslado de la crisis hacia otras zonas se habría convertido en realidad.
Entonces, ¿cuál es la preocupación de Israel?
Si bien una buena parte de la atención del Estado hebreo, y de hecho también la de Estados Unidos, se centra en los temores de que el arsenal químico de Siria caiga en las manos equivocadas, los últimos ataques aéreos subrayan la preocupación de Israel de que armas convencionales sofisticadas lleguen a manos de Hezbolá.
Esto incluye misiles antiaéreos o precisos misiles tierra-tierra de largo alcance. Tales preocupaciones no son nuevas.
Unos cuatro años atrás, el Gobierno del entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, advirtió que no toleraría, según dijo, que armas que «cambiaban el juego» fueran transferidas a Hezbolá.
Según fuentes de inteligencia de Estados Unidos, el objetivo del primero de estos últimos ataques israelíes fue un cargamento de misiles tierra-tierra en un depósito del aeropuerto de Damasco.
Los misiles, que habían sido enviados desde Irán, de acuerdo a las fuentes, eran Fateh-110s, un tipo de arma móvil, de gran precisión, con la capacidad de alcanzar desde el sur de Líbano a los principales centros poblados de Israel.
Lo que no está claro, admiten funcionarios estadounidenses, es quién era exactamente el destinatario del cargamento: si el Ejército sirio o Hezbolá.
Pero se dijo que el almacén del aeropuerto estaba bajo control de personal de Hezbolá y de la fuerza de élite paramilitar iraní Quds, que forma parte de la Guardia Revolucionaria Islámica.
Este episodio pone de relieve una vez más la estrecha relación triangular entre Teherán, Damasco y Hezbolá.
De hecho, los últimos informes apuntan a la creciente participación de Hezbolá en la guerra civil de Siria con cientos de combatientes de la organización terrorista apoyando al presidente Assad en el terreno.
Irán, al ver a su aliado sirio contra las cuerdas, está claramente ansioso de reforzar las defensas de Hezbolá en Líbano.
Por su parte, Assad podría sentirse obligado a transferir armamento a Hezbolá a cambio de su apoyo.
En efecto, si se acelera la caída del régimen sirio, se acelerará también la transferencia de armas.
Dichas transferencias tienen ventajas para Assad también, quien puede estar jugando una estrategia más larga.
Si su régimen pierde terreno, Assad puede verse obligado a recluirse en el núcleo alawita - el grupo minoritario de extracción chiíta al cual pertenece - en la costa, y la infraestructura militar de Hezbolá en Líbano se convertiría en un aliado aun más importante.
Por otro lado, si Assad sobrevive en Damasco, entonces un fortalecido Hezbolá puede mantener una constante amenaza de extender la crisis hacia un conflicto regional que podría llegar a los Altos del Golán, algo que Israel y Estados Unidos quieren evitar.
Dada la escasez de datos concretos, es difícil llegar a conclusiones definitivas. Algunos informes israelíes, por ejemplo, sugieren que los misiles alcanzados en el almacén de Damasco no eran los iraníes Fateh-110s sino uno similiar de producción siria, el M-600.
Lo que es aún más intrigante es el segundo de los dos últimos ataques aéreos israelíes.
El blanco aquí era un complejo militar en torno a Jamraya, un área que, entre otras cosas, incluye un cuartel general y centros de investigación.
Todavía se desconoce el objetivo u objetivos afectados, aunque las llamas y las explosiones fueron visibles para muchas personas en Damasco.
Quizá sea la naturaleza del blanco la que contenga el verdadero mensaje israelí hacia el presidente sirio.
Esto deja ahora a Assad y sus aliados de Hezbolá en una posición difícil.
¿Deben responder de alguna manera? Ambos se ven a sí mismos como defensores de la resistencia contra Israel. Hezbolá trató de atacar en el pasado objetivos israelíes o judíos en el extranjero.
Definitivamente, cualquier respuesta militar directa desde Siria o el sur de Líbano arriesga una confrontación mucho más grande, que tanto Assad como el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, desearían evitar.
Pero es difícil imaginar que los envíos de armas se detengan. Hay demasiado en juego. Dependiendo del clima y de las capacidades de la inteligencia de Israel, algunos todavía pueden lograr pasar.
La crisis siria entra aquí en un territorio nuevo.
No es de extrañar que los experimentados analistas militares israelíes ya estén advirtiendo sobre el peligro de una guerra. De hecho, un alto representante del Gobierno hebreo, que negó identificarse, aseguró esta semana al diario «The New York Times» que un conflicto bélico directo con Israel llevaría a la caída de Assad.
Los detalles siguen siendo vagos, pero los ataques aéreos de Israel contra objetivos sirios en los últimos días están diseñados para enviar una señal de alerta mucho más poderosa y convincente.
Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puede tartamudear a la hora de aplicar su advertencia sobre Damasco por cruzar la llamada «línea roja» por el posible uso de armas químicas, Israel está decidido a imponer su propia «línea roja» en cuanto a la transferencia de armamento sofisticado a Hezbolá.