Muchos iraníes esperaron con ansia durante ocho años a que llegara este día: el fin de la era de Mahmud Ahmadinejad, quien deja un país aislado y económicamente en la ruina.
Ahora será el nuevo presidente, Hassan Rohani, un clérigo definido moderado y apodado el «jeque de la esperanza», quien deba abordar los dos principales problemas del país, la crisis económica y el aislamiento.
Desde el primer día, Rohani dejó claro que no seguirá los pasos de Ahmadinejad y que perseguirá otros fines con una política más moderada. Prometió a los ciudadanos «una vida estable en dignidad y libertad» y a Occidente «una cooperación constructiva».
Pero su problema principal se encuentra en la constelación política de Irán. Según la Constitución, no es el presidente quien tiene la última palabra en las cuestiones políticas, sino el máximo líder supremo, el ayalotá Alí Jamenei. Y a él se suman el influyente clero y los poderosos Guardias de la Revolución. Aparte del ala ultraconservadora, que aún no ha digerido su derrota en junio en las urnas y que espera que Rohani cometa pronto algún desliz.
Hay tabúes y líneas rojas que Rohani no puede atravesar ni siquiera como presidente electo. Si el régimen no apoya sus reformas a largo plazo, el nuevo mandatario se convertirá pronto en presidente y líder de la oposición a la vez.
La crisis económica y el aislamiento del país están directamente relacionadas con la disputa por el programa nuclear. El aislamiento se mantendrá hasta que Teherán demuestre, mediante la colaboración internacional, que no está tratando de conseguir una bomba atómica.
Las sanciones internacionales y sobre todo el embargo petrolero son las causas de que la economía esté paralizada. La moneda nacional vale la mitad que antes. Rohani lo sabe. «Hay muchas cosas que dependen de negociaciones racionales en el conflicto nuclear», ha declarado más de una vez.
Rohani cuenta con mucha experiencia al respecto, pues hace diez años él fue el negociador jefe con Occidente en el tema nuclear y durante su mandato hubo tensiones pero nunca un enfrentamiento como el actual, ni sanciones tan duras.
Ahora Mohamed Javad Zarif podría jugar un papel clave si se convierte, como se espera, en ministro de Exteriores. Politólogo y jurista graduado en Estados Unidos, fue embajador ante la ONU en Nueva York.
Se espera que Zarif pueda poner en marcha las negociaciones nucleares y quizás también que consiga otro hito: reanudar las relaciones con Estados Unidos tras más de 30 años. De sus tiempos en Nueva York seguro que tiene los contactos adecuados.
En cambio, en lo que respecta al conflicto con Israel, no habrá modificaciones sustanciales, porque en lo que respecta al Estado judío hay acuerdo ideológico en todo el establishment.
El desconocimiento de Israel como nación y la enemistad hacia el Estado judío forman parte de la doctrina intangible del régimen iraní. Y lo mismo vale para el conflicto de Siria.
A lo sumo, Rohani cambiará la retórica y será más cauto que su antecesor Ahmadinejad, pero no mucho más que eso.