«Hay un cuadro de Klee que se titula «Angelus Novus». Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas.
El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies.
El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo.
Tal tempestad es lo que llamamos progreso».
Walter Benjamin; Tesis IX; Conceptos de filosofía de la historia.
Texto escrito en 1939, asombrosamente profético de lo que sería la Shoá que Benjamin no llegó a ver, pero sin duda presintió.
Texto de una actualidad desgarradora: aun si cambiamos algunos términos de su alegoría, el espanto que reflejan esas líneas es el de muchos, muchísimos de nosotros.
Es fácil imaginar al ángel horrorizado frente al edificio de Pasteur hecho añicos.
No me atrevo a poner nombre a la tempestad, esa que para Walter Benjamin se denomina progreso. ¿Podríamos llamarla «corrupción», «ocultamiento», «impunidad»...?
Que cada cual la designe como quiera. También el Paraíso, de donde baja la tormenta, puede ser resignificado. ¿Qué altas esferas, qué cielo imaginario, qué Olimpo de dioses irritados genera tal huracán que hace de la historia una montaña de ruinas?
La muerte de Nisman, epítome de la masacre de AMIA, es una honda fractura en el hueso mismo de la vida argentina, un drama que nos deja con los ojos desencajados y la boca abierta.
Hasta que el pasado no sea desvelado, no tenemos derecho al futuro. La catástrofe lastra la historia y la convierte en un cúmulo de ruinas, cadáveres irredentos y memorias vejadas.
En estos días de espanto, azoro y duelo somos, todos, el ángel de la historia.
¿Será justicia?