Nada más acertado para reflejar la conducta de Netanyahu en el conflicto con los palestinos que el refrán «el camino al infierno está plagado de buenas intenciones».
Nadie podría dudar de las buenas intenciones de un primer ministro que repetidamente declaró su compromiso con un arreglo pacífico con los palestinos. Ya en la campaña proselitista hacia su nombramiento en su primer mandato (1996) se vio en la necesidad de reconocer a regañadientes los Acuerdos de Oslo firmados por Rabín. Más tarde, en 1998, estrechó la mano de Arafat cuando firmó el acuerdo de Wye River que incluía la reanudación de retiradas Israelíes de territorios palestinos (Hebrón).
Presionado por la iniciativa de Obama, en su famoso discurso de Bar Ilán de 2009, Bibi informó a todo el mundo su compromiso con la solución del conflicto israelí palestino en base a la creación de un Estado palestino independiente. Esta posición la mantiene hasta esta misma semana, con su último testimonio, su discurso de días atrás en la Asamblea General de la ONU.
No es necesario ser un experto para llegar a la rápida conclusión que la tendencia de los aspectos principales de la realidad en Cisjordania de los últimos años señalan una continua consolidación de las bases del «Gran Israel» (del Mediterráneo al Rio Jordán, por ahora) como un Estado binacional.
Los permanentes esfuerzos del Gobierno israelí de dar vigencia a sus leyes en Cisjordania, como la incesante construcción y colonización civil judía en ese territorio, ahora como represalia a atentados palestinos, son una clara demostración que las buenas intenciones de Netanyahu no son más que una burda careta.
El peligro de ataques y atentados de una región bajo control militar da todo el derecho al estado dominante al uso de la fuerza y la presencia del ejército. La colonización civil es una transgresión a normas internacionalmente reconocidas y una fórmula segura de la constitución de un estado binacional.
En este contexto vale la pena señalar las payasadas de los distintos componentes del Ejecutivo cuando intentan engañar y confundir a los judíos y al mundo. Apenas dos meses atrás, se produjo una seria crisis en la coalición gubernamental. Ministros, inclusive del Likud, amenazaron con abandonar su apoyo al Gobierno debido a una «paralización en la construcción judía en Cisjordania» [1]. En estos días se descubrió que toda esa discusión no era más que una simple argucia. Según un informe de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, durante el primer medio año de 2015 en Cisjordania se comenzó la construcción de un 90% más viviendas de judíos con respecto al mismo periodo del año anterior [2].
Lamentablemente, el Estado binacional ya es una realidad, y lo que es peor, como la experiencia histórica de otras regiones lo demuestra, ya estamos en las puertas del infierno. Los mutuos y criminales ataques contra civiles de ambos pueblos de los que fuimos testigos este último tiempo así lo indican.
Llama la atención, ante una evidente realidad, la persistencia de posiciones ilusas de parte de eximias personalidades de ambos pueblos. Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Palestina (AP), continúa fantaseando que finalmente logrará convencer a instituciones internacionales o lideres de potencias para que impongan a Bibi la creación de un Estado palestino.
El judaísmo humanista, aquel tan difundido en el pasado, se está convirtiendo en un caso curioso de personas honestas que tratan inútilmente de resucitar lo que fue y, lamentablemente, no lo será. Amós Oz, el famoso escritor y prominente vocero de esa concepción histórica del judaísmo, se dice «pertenecer a aquellos que temen que Netanyahu y los colonos que lo controlan conducen a Israel a una tragedia histórica. El futuro no lejano se ve muy lúgubre». Pese a ello pareciera estar influenciado por una creencia mesiánica de milagros, a tal punto que tiene fe de que esta situación aun es reversible [3].
Las sociedades del mundo, no los gobiernos interesados, ven en Israel, como responsable de la colonización civil en Cisjordania, el culpable de la creación de un Estado binacional, y por lo tanto, del infierno consecuente. No tienen temor en criticar los atentados criminales palestinos, pero ello no reduce en lo más mínimo su apoyo a las aspiraciones de un Estado palestino independiente dentro de los límites de la Línea Verde de 1967.
Las diásporas judías deben saber que la exigencia de reconocer a Israel como Estado judío y el incondicional apoyo que sus direcciones le otorgan a ese país, probablemente sean el motivo que las llamaradas del infierno levantino que se crea por las propias manos judías, también a ellos les golpee sus puertas.
Ojalá me equivoque...
[1] «Desde las elecciones la construcción judía en Cisjordania se paralizó»; Yediot Aharonot; 14.7.15. «Ministros del Likud en Cisjordania: enfrentaremos a Netanyahu para continuar la construcción en Cisjordania»; Kipa.co.il; 14.7.15.
[2] «Informe de Nuevas Viviendas; Enero - Junio 2015; Oficina Central de Estadísticas de Israel; 9.9.15.
[3] «Irreversible»; Amós Oz; Haretz; 24.9.15.