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Actuar sin presumir

Después de los asesinatos de científicos nucleares en Irán, no era necesario saber quiénes los habían cometido; lo que realmente importaba es que los iraníes estén convencidos de que fue el Mossad. La única pregunta que cabía hacer en esos momentos era cuándo intentarían vengarse. Pues bien, en estas últimas semanas pudimos ver que ya empezaron.

En febrero de 1992, Israel mató al entonces líder de Hezbolá, Abbás Musawí. La operación fue un éxito, aunque provocó la respuesta violenta por parte de la organización terrorista chiíta, que incluyó, entre otras cosas, el terrible atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires.

Las reglas de juego entre Israel y Hezbolá fueron reescritas: Un ataque contra puntos vulnerables de la organización motivaría una serie de represalias contra puntos débiles de Israel, delegaciones israelíes y establecimientos judíos en todo el mundo.

Tal ecuación logró disuadir a Israel de atacar a altas figuras de Hezbolá hasta la Segunda Guerra del Líbano, cuando su líder, Hassan Nasrallah, se convirtió en el nuevo objetivo. En 2008, el jefe militar de Hezbolá, Imad Mugniyeh, fue muerto en el centro de Damasco por agentes del Mossad y otras fuerzas, de acuerdo a informes de medios extranjeros.

Los últimos atentados en India, Georgia y Tailandia constituyen un intento por parte de Irán de reescribir nuevamente las reglas de juego - tal como hizo Mugniyeh a principios de la década de 1990, cuando mandó a sus hombres a volar la embajada de Israel en la capital de Argentina.

Hezbolá prometió vengar la muerte de Mugniyeh «incluso si hacerlo llevara 100 años», pero los últimos atentados no deben desvincularse de los recientes acontecimientos en Irán. No es de extrañar que el asesinato de los científicos - que retrasa el progreso del programa nuclear iraní y constituye una gran vergüenza para el régimen de Teherán -, impulse al Gobierno de los ayatolas a utilizar el mismo modus operandi para atacar a Israel, a quien acusa como el autor de los asesinatos.

El ataque en la India, donde un motociclista adhirió un artefacto explosivo al vehículo de un empleado de la embajada israelí, fue un intento - fallido - de imitar el accionar utilizado en el asesinato de los científicos iraníes.

Estados Unidos negó toda participación en dichos atentados a fin de proteger a sus ciudadanos contra alguna represalia iraní. Israel no respondió a las acusaciones, a excepción de una negación débil por parte del presidente Shimón Peres. Además, algunos políticos y militares israelíes hicieron insinuaciones acerca del asunto, lo cual probablemente potenciará más las motivaciones de Irán para llevar a cabo una represalia.

Israel también debería haber negado de modo tajante cualquier acusación. No siempre es necesario presumir que somos los más fuertes e intrépidos. O como decía irónicamente el ex primer ministro Levy Eshkol: «El israelí deja de ser presumido cuando entiende que es perfecto».

Al fin y al cabo, esta guerra secreta que se atribuye a Israel contra Irán y Hezbolá, continúa en plena vigencia. Por el momento, Israel gana, pero no debemos subestimar la determinación y las capacidades de los rivales.

Lo que hemos visto hasta ahora puede ser solamente el comienzo.