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Siria contra la pared

Las recientes matanzas de Hula y Al Qubeir en Siria, ejecutadas por los asesinos de Assad, puso al fin el conflicto - que ya lleva más de 13.000 muertos - en el centro de las preocupaciones de la comunidad internacional.

¿Qué hacer para detener estas masacres? Es evidente que las limitadas sanciones impuestas al régimen de Assad y las órdenes de expulsión de embajadores sirios de varios países no surtieron efecto alguno. Ni siquiera el plan de paz de Kofi Annan ni las hipócritas condenas de la ONU, que son algo así como escribir en el hielo.

El principal objetivo es que Assad, que perdió toda legitimidad para gobernar, abandone el poder.

Pero en Siria el régimen abarca a un enorme aparato de seguridad que incluye 150.000 dirigentes políticos y militares de la secta alawita. Ellos son los verdaderos ejecutores y los cómplices de la represión y las masacres. Ellos constituyen un conglomerado que se resistiría con todos los medios a que la inmunidad que se le pudiera ofrecer a Assad para que se vaya, no alcance a protegerlos y queden así en manos de la ira popular y del Tribunal de La Haya.

Para que esto no suceda, es necesaria la ayuda de Rusia, Irán y Hezbolá, que en el afán de conservar vigentes las ventajas que obtienen de su relación con Assad, harán lo necesario para que en Siria nada cambie.

Es decir que el pueblo sirio continúa enfrentando un terrible callejón sin salida. Para los desesperados habitantes de Siria, una intervención internacional directa o un fuerte apoyo armamentista que beneficie a su fragmentada oposición, siguen siendo fundamentales a corto plazo.