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¿Dónde está Barak?

Ehud Olmert y Ehud BarakPor un lado, no puedo decir que desconfío del sistema judicial israelí. Son demasiadas las veces en las cuales tuvo que pasar el examen de «sin miedo y sin tacha» y las aprobó casi todas con sobresaliente.

Por otro lado, no puedo olvidar que la opinión pública, influenciada por los medios de comunicación, y éstos, alimentados e incentivados por los «comunicados sub júdice» provenientes de las investigaciones policiales y de la Fiscalía del Estado, llevaron a que un primer ministro electo democráticamente por un pueblo identificado con su agenda política de negociar y estar dispuesto a hacer concesiones dolorosas a los palestinos para tratar de llegar a un acuerdo definitivo, fue puesto contra la pared y obligado a renunciar en vivo y en directo.

Por un lado, no dudo que la obligación de una Fiscalía autónoma, profesional y decente es investigar y llevar a juicio a toda persona sobre la cual pesan sospechas de delitos penales y al final de dicho proceso de investigación evaluar si existen - o no - muy grandes probabilidades de que sea condenada.

Por otro lado, considero que si el sospechoso es un primer ministro electo democráticamente por la mayoría del pueblo, que se encuentra en medio de procesos políticos sobre los cuales se deben tomar decisiones drásticas que influyen directamente en la vida o la muerte de cada uno de los ciudadanos, la evaluación del sistema judicial, en un caso semejante, debe garantizar un 99% de culpabilidad en el juicio, de lo contrario, los doblemente condenados somos nosotros, que no sólo nos quedamos sin un gobierno legítimo, sino que también debemos aceptar otro con una agenda totalmente distinta.

Sólo como ejemplo: ¿Alguien se imagina lo que podría haber sido conseguir un acuerdo de paz y el fin del conflicto con los palestinos dos años antes de la «primavera árabe»?

Por un lado, entiendo a quienes hasta ayer ladraban «¡corrupción, corrupción!», siempre seguros de si mismos, y ahora desvían el debate a que Olmert, a pesar de todo, fue condenado por abuso de confianza en el caso del «Centro de Convenciones». El show debe continuar; de algo hay que mantenerse; y si de justificaciones se trata, pues que sea de justificaciones.

Por otro lado, estos mismos «expertos en todo» saben muy bien - pero no lo dicen - que si se tratara sólo del caso del «Centro de Convenciones», donde el abuso de confianza fue procedural, según los jueces, la Fiscalía nunca hubiera iniciado ningún proceso judicial contra el ex primer ministo Ehud Olmert.

No dispongo de elementos suficientes como para hablar de conspiración premeditada o de golpe de estado; ni siquiera me entra en la cabeza un escenario así en Israel. Pero, desgraciadamente, frente a mí están los hechos.

Y los hechos me muestran que un primer ministro israelí fue obligado a renunciar cuando casi estaba por llegar a un acuerdo definitivo con los palestinos por medio de negociaciones directas y concesiones dolorosas mutuas.

Los hechos me enseñan también que luego de su renuncia, el bloque utraderechista, reaccionario, nacionalista y religioso llegó al poder e hizo y hace cualquier cosa que esté a su alcance para destruir todo lo que hasta entonces se consiguió.

Además, están los hechos de Ehud Barak. ¿Dónde está nuestro ministro de Defensa? ¿Alguien escuchó de él en estos días? ¿Se lo habrá tragado la tierra?

Fue nuestro soldado más condecorado - el mismo que como primer ministro fracasó en Camp David en tratar de llegar a un acuerdo definitivo con los palestinos - quien apareció hace tres años atrás ante las cámaras, como presidente del Partido Laborista, exigiendo la renuncia de Olmert - «sentenciando» públicamente a un ciudadano inocente hasta que no se demostrara lo contrario - y amenazando abandonar la coalición sabiendo muy bien que ello llevaría a la detener las negociaciones.

Y tres años después resulta que ese mismo Barak no sólo dejó el Partido Laborista, sino que además - a pesar de que su nueva facción política ni siquiera es tomada en cuenta por el público - es una de las figuras más centrales en un gobierno con un programa totalmente opuesto al de Olmert, y es el socio de politicos racistas y discriminadores de la talla de Danny Danón, Miri Regev o Eli Yishai. Además, para pisar al caído, ayer su oficina publicó un comunicado de tres líneas - que apareció en página 7, columna 5, abajo y con letras pequeñas - anunciando que el ministro de Defensa está contento por la absolución de Olmert.

Y mi gran problema es que después del veredicto de los jueces sobre Olmert, si esto no de trata de un «putsch», no sé que es un «putsch».