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Oro por baratijas

«Andioni»Desde hace dos meses que nuestros medios informáticos nos vienen lavando la cabeza y preparándonos para el gran logro: La delegación israelí a los Juegos Olímpicos de Londres es la mejor de todos los tiempos y volverá a casa con 3 o 4 medallas reales en la maleta y la posibilidad de traer otras 3 si todo marcha viento en popa.

Como de costumbre, los medios debaten sobre las cualidades de nuestros deportistas y de sus logros entre una Olimpiada y otra - los cuales no son nada despreciables -, pero siempre se olvidan que para ganar una medalla no alcanza con éxitos de «pre-temporada». Antes que nada hay adversarios; generalmente son los mejores que aparecen en el mercado competitivo; y para ganarles hay que entrenar, viajar, llegar, desfilar, competir y ganar.

En el comedor, los pasillos o los jardines de la Villa Olímpica, todos los atletas son simpáticos amigos; sonríen, se sacan fotos, cambian recuerdos, camisetas y firmas.

Poder ver en un abrir y cerrar de ojos a Usain Bolt, Serena Williams, Kobe Bryant, Michael Phelps y María Sharapova juntos, no es cosa de todos los días y vale la pena aprovechar la vivencia.

Pero el problema, mis colegas periodistas, es que todos esos deportistas, al igual que los nuestros, no llegaron a la Villa Olímpica sólo para disfrutar de la lluvia londinenese y hacer compras.

En la cancha, la piscina, el mar, la pista o el tatami, ellos miran a los nuestros y allí mismo se acabaron las sonrisitas y la amistad.

Sí, colegas periodistas; para traer una medalla a casa no hay más remedio que pasar por encima o por delante de ellos. Son esos momentos en los cuales los rivales no toman en cuenta cómo les fue a nuestros deportistas en los últimos cuatro años. En lugar de pensar en estadísticas, ellos afilan las únas, aprietan los dientes, ponen cara de «si te he visto, no me acuerdo» y a cobrar.

Un poco más de humildad en la expectativas nunca nos vendría mal. Las medallas olímpicas viajaron hacia otras latitudes, y nosotros seguimos diciendo que somos los mejores del mundo en todo menos en deportes porque vivimos rodeados de enemigos y el 60% de nuestro presupuesto se invierte en seguridad. Para colmo perdimos sin poder quejarnos de antisemitismo; lo que se dice: una verdadera tragedia.

Pero no todo es bronce camaradas. Aunque sea tenue, Londres nos dejó una luz para la eternidad: la pareja de tenistas formada por el argentino-israelí, Yoni Erlich, y el uruguayo-israelí, Andy Ram, consiguieron superar al dúo suizo, del cual uno de sus integrantes era nada más y nada  menos que Roger Federer, el número uno del mundo y quizás el mejor tenista de la historia. Y por si fuera poco, le ganaron en Wimbledon, allí mismito donde cientos intentaron hacer lo mismo en los últimos 10 años y fracasaron.

¿Quién dijo que argentinos y uruguayos no pueden vivir juntos?

«Andioni» le ganaron a Federer. Pero más importante aún: le ganaron a estereotipos, prototipos, arquetipos, modelos fijos, normas, canones y clichés. Y a la larga, eso vale mucho más que cualquier medalla dorada.