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No más un Estado palestino

Movimientos unilaterales en Naciones Unidas. Amenazas de anular los Acuerdos de Oslo. Esta semana varios dirigentes de la Autoridad Palestina volvieron a jugar con esas piezas tan sueltas que son una decena de grupos terroristas diferentes, todos armados, financiados y manipulados por odios, vanidades, rivalidades o uno, dos o tres Estados palestinos a la vez.

El espejo palestino lo manejan principalmente Irán y Hezbolá. La mayoría de los países árabes están demasiado ocupados con sus respectivas «primaveras» como para tenerlos en cuenta, y algunos hasta intentan mover voluntades caóticas y volubles, tribales, caprichosas, corruptas e inestables.

De su catastrófica situación economica, «lista para hacer funcionar un Estado independiente», como asegura la ONU, ya nadie habla; sólo los manifestantes en las calles de Ramallah, Jenín o Jericó, que reclaman poder trabajar y comer normalmente. Los países de la Unión Europea buscan ser rescatados en lugar de querer rescatar.

Pero el factor más importante de este drama está en que se sella el naufragio de la idea del Estado palestino en si como ente capaz de convivir con Israel.

La propuesta de dos Estados, tanto tiempo negada por Israel, ahora que la mayoría de sus ciudadanos la considera un axioma para su seguridad, es cuestionada por el liderazgo palestino. No sólo por Hamás. Tanto esta organización terrorista como el propio Al Fatah que se lanzan a la desestabilización del gobierno, parecen haber dejado de ambicionar un Estado propio.

Destacados dirigentes palestinos creen que la ola de la historia les favorece y ya defienden una lucha hacia un Estado binacional que sellaría, por supuesto, la desaparición de Israel.

El fantasma hacia el que se inclina el espejo cada vez más es el de una región en la que el hundimiento occidental acabe por convencer a todos de que el Estado hebreo es un accidente temporario.

En los países árabes y en la Autoridad Palestina esta idea va ganando adeptos de forma vertiginosa en los últimos años.

Muchos trabajan en el mundo por imponer esta movida, el mayor apaciguamiento intelectualmente perceptible, también en aquellos círculos que no fomentan el odio sino una mera indiferencia hacia los sucesos en Oriente Medio.

Este cambio profundo cualitativo en el proyecto general de fuerzas capitales del islamismo y sus aliados desde Gaza a Irán, pasando por Estambul, Egipto, Siria, Libia, Yemen, Cuba o Venezuela, es por supuesto negado por los profesionales de dicho apaciguamiento, cuyos campeones tenemos aquí cerca.

Los llamamientos a la destrucción de Israel por parte de Jamenei y Ahmadinejad son una emulación del mayor éxito del siglo XX del Vaticano. Juan Pablo II dijo en 1979 a los polacos - a todos los europeos - que los territorios arrebatados a la libertad por el comunismo volverían a ser suyos. Así fue.

Tanto Irán como la Autoridad Palestina utilizan la implosión de la ex Unión Soviética para pronosticar el destino final de Israel. Pero también de Occidente y sus libertades.

Los ayatolás consideran a Israel la capital del mundo de infieles que se proponen destruir.

En Irán el proyecto está en marcha. En la reciente cumbre de No Alineados, en Teherán, 132 países presentes y el secretario general de la ONU volvieron a mirar para otro lado.

Todo podría ir mejor si el Gobierno israelí, en manos de la ultraderecha nacionalista y mesiánica, y su política de asentamientos, reflexionaría antes de arrastrarnos hacia ese desgraciado objetivo.