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En la cuerda floja


Dos años todos se mostraron fuertemente impresionados por él, aplaudiendo su habilidad para aplicar las lecciones aprendidas durante su primer mandato, que concluyó cuando fue expulsado como consecuencia de un público rechazo.


Ministros, miembros de la Knéset y periodistas afirman que se ha convertido en un zorro, en un político experimentado que sabe cómo apagar incendios incluso antes de que se desaten; experto en apaciguar a todos a fin de mantener la coalición y el gobierno. Bibi, un distinguido equilibrista en la cuerda floja.

Sin embargo, ahora parece que de repente, en apenas un mes, todo comenzó a desmoronarse a su alrededor. Los miembros de su gabinete y del Likud le perdieron el miedo. Son testigos de la bronca en las calles; leen los titulares; examinan las encuestas, y al igual que los tiburones, huelen el olor a sangre. Y cuando los políticos llegan a ese punto, desenvainan sus dagas y hablan, ya sea abiertamente o en nombre de "fuentes de alto nivel". Entonces atacan, critican y desprestigian.

Se podría decir que las elecciones primarias en el Likud se lanzaron esta semana, y posiblemente también se haya abierto la próxima campaña electoral, cuya fecha y sus candidatos aún se desconocen.

No obstante, el camino hacia los comicios es un proceso lento y complejo. El colapso de un gobierno lleva mucho tiempo. Sin embargo, Bibi entiende que cuando sus colegas empiezan a amenazar y a golpear sobre la mesa con el claro objetivo de castigar su liderazgo y desprestigiar su capacidad para ejercerlo, debe llamar a sus benefactores para comenzar a armar un equipo estratégico con vistas a la próxima campaña.

Yishai y Liberman ya tomaron nota de su caída libre, y comprenden el alcance de la ira y el rechazo por parte de esa gran porción de pueblo a la que le toca cargar con Israel sobre sus hombros. No hay caso, la historia enseña que cuando la clase media se harta, el descontento se torna general y enceguecedor. Los manifestantes están furiosos y dispuestos a pagar un precio.

Bibi se encuentra en ese punto donde sus "fieles" socios de la coalición - "nuestro grupo", él lo llama - ya comenzaron a preocuparse por su propia suerte, contando el tiempo que queda hasta el fin de la legislatura. Cada día, a medida que las carpas de protesta, las huelgas y las manifestaciones aumentan, su entorno favorable de apoyo se encoge cada vez más.

Mientras que la situación de seguridad es buena y la economía es estable, el futuro no se ve nada favorable: el proceso diplomático se estancó por completo; la horda de deslegitimación mundial no hace más que darse un festín con cada ley nacionalista promulgada por Liberman y sus camaradas; el septiembre palestino ya está a la vuelta de la esquina.

La situación actual recuerda a 1999. También entonces, Bibi condujo a Israel a un callejón sin salida, provocando que cientos de miles de ciudadanos sintieran que su país perdía el rumbo.

En aquel tiempo, al igual que hoy en las reuniones del Likud, Bibi se mostraba confiado y arrogante. Y fue también en ese entonces, que aquellos manifestantes que habían ganado las calles, llegaron a las urnas y decidieron enviarlo de vuelta al mundo de los negocios.

En las próximas fiestas judías, Bibi deberá rezar para que Dios lo proteja de sus amigos; de sus enemigos se puede cuidar solo.