Los frondosos alrededores del río Banias hacen desterrar para siempre la idea de que Israel es un desierto. En esta popular reserva natural del norte del país, la nieve y la lluvia que caen sobre el Monte Hermón, de 2.800 metros de altitud, emergen en forma de helado manantial del río Jordán.
Menta, zarzas y sauces bordean sus orillas bajo la sombra majestuosa de los plátanos orientales. Los damanes toman el sol en las rocas, los ruiseñores cantan entre los matorrales y los halcones anidan en los acantilados.
Los antiguos nichos e inscripciones de esos acantilados dieron lugar a excavaciones arqueológicas que pusieron al descubierto grandes templos y murallas.
Al visitar las ruinas, las pozas sombreadas, sus cascadas y sus arroyos, se aprende por qué los antiguos griegos identificaban este lugar como el hogar de Pan, dios de los bosques. De ahí también que construyeran un santuario para este díscolo semidios al que denominaron Paneas, que con la pronunciación árabe se transformó en Banias.
En tiempos de los romanos, Herodes el Grande construyó un templo cerca del manantial, y su hijo Felipe embelleció lo que ya entonces se había convertido en ciudad, bautizándola con el nombre de Cesárea de Filipo. Éste es el nombre que recibe Banias en el Nuevo Testamento, donde se relata que Jesús encargó a Pedro que fundara su Iglesia.
Más arriba del manantial, la religión drusa mantiene un santuario dedicado a Elías el Profeta. La ciudad musulmana que después se erigió allí albergó en tiempos medievales a judíos y caraítas, y posteriormente fue fortificada por los Cruzados.
Las rutas turísticas de Banias pueden durar entre 45 minutos y dos horas, en las que se pueden recorrer sus magníficos vestigios del pasado y sus maravillas naturales.
Allí se pueden encontrar cursos de agua, cascadas y arroyos que se precipitan a la sombra de los enormes plátanos de sombra. En el centro de la reserva fluye el río Hermón, uno de los tributarios del Jordán. La senda bordea el río y lleva a un pequeño molino, más tarde a una poza de agua denominada “piscina de los oficiales” y, por último, a la impresionante cascada de Banias.
El agua de los manantiales surge de entre las rocas en el corazón de la reserva y es el nacimiento del río. Se trata de la nieve derretida que se ha filtrado entre las rocas desde las laderas del Hermón. Cuando el agua llega a la región de Banias, fluye al exterior y forma grandes pozas que los visitantes utilizan para bañarse y nadar.
Cerca del nacimiento es donde se pueden ver los restos de la ciudad de Panias y el templo al dios Pan, antes mencionados.
Como ya fue expresado, Banias también es un importante yacimiento arqueológico donde hay vestigios del período helénico. Además del templo construido por Herodes, palacios, muros y estructuras de la época del Rey Agripa II.
Si en medio del verano, el turista en Israel busca una alternativa que lo lleve a cambiar de entorno, Banias es el lugar para ir. Las cataratas lo conduciran al lago congelado, rodeado de distintos tonos de verde con grandes cuevas de las que se puede acceder desde el interior hacia la cascada, escondida como cualquier forma de vida humana.
La visita a la reserva de Banias resulta muy emocionante. Un lugar para no perder.