Tu Bishvat en los cerros de Jerusalén organizado por Yaacov Shkolnik, autor de '101 Fabulosos y extraordinarios árboles en Israel.
Cuando un grupo de ocho reporteros ecologistas venidos de China, Alemania, Inglaterra, Canadá e Israel, intentan abrazar un antiquísimo roble común, insólitamente grande, y apenas les alcanzan sus manos y brazos para cubrir a medias la circunferencia del árbol gigante, yo valoro el hecho de que la forestación, la ecología y la conservación fueran en Israel asuntos mayores, décadas antes de que se convirtieran en simples palabras de moda.
Ocho de nosotros somos parte de una excursión patrocinada por Keren Kayemet LeIsrael (el Fondo Nacional Judío) de árboles milenarios, en las proximidades de Jerusalén, en honor de Tu Bishvat – el día del árbol del judaísmo, celebrado el 15 de Shevat, que este año cae 30 de Enero.
Guiados por Yaacob Shkolnik, autor del libro '101 Fabulosos y extraordinarios árboles en Israel', publicado en 2008, nuestro primer destino es el monasterio de Beit Gemal, 30 km hacia el suroeste de Jerusalén. Allí somos recibidos por el Padre Antonio Scudu, superior de Cerdeña a cargo del santuario salesiano donde está la tumba de San Esteban, el primer mártir cristiano, que fue traído después de su lapidación, entre el 35-35, a manos de una enfurecida multitud, animada por Saúl de Tarso, el futuro Pablo.
Pero Scudu no se muestra especialmente interesado en hablar de San Esteban y prefiere hacerlo acerca de su contemporáneo, Rabban Gamliel, la mayor autoridad en el Sanedrín a mediados del siglo I, nieto del gran maestro judío Hillel. Es probable que Gamliel haya abrazado el cristianismo, y Beit Gemal señala la antiguo poblado donde este maestro rabino vivió.
A través de las terrazas derrumbadas que quedan como recuerdo de la aldea palestina de Beit Jimal (pop.204), destruida durante la Guerra de Independencia, llegamos a los pies de un olivo de perpetuo esplendor y dilatado diámetro llamado el árbol de Rabban Gamliel. El liquen decora su tronco de múltiples ramas, mientras la maleza va echando raíces en su nudosa corteza.
"¿Cuánto años tiene este árbol?" – pregunto boquiabierto.
"Esa es una justa pregunta pero de muy difícil respuesta. Decir que tiene más de un siglo, no es mucho problema. Cuatro mil años ya deja de ser un número científicamente aceptable. Es casi seguro que tiene 2000 años de edad", ha afirmado el cura católico. "Mientas que, en términos psicológicos, el árbol posee un inevitable encanto, si consideramos el aceite que produce, no hay diferencia alguna entre éste y otros olivos mucho más jóvenes."
Shkolnik explica la gran dificultad de la datación de árboles milenarios. "Debido a que éstos tienen, habitualmente, una corteza hueca, no quedan rastros de madera original que permitan establecer su edad, ya sea por la prueba de Carbono 14, o recurriendo al análisis de los anillos que registran su crecimiento anual", afirma.
Bajo la luz del intempestivamente agradable sol de Enero, Shkolnik se queja del clima cálido. "Israel ha soportado cinco años seguidos con un índice de precipitaciones por debajo del promedio anual. La temprana llegada de la primavera en Enero, con almendros floreciendo casi un mes antes de su tiempo, constituye un presagio de otra desastrosa sequía", advierte.
En dirección al kibutz Tzuba, a mitad del camino de ascenso hacia los montes de Jerusalén, pasamos por verdes montañas de Judea, homogéneamente poblada de pinos. El robusto Pino de Alepo, de rápido crecimiento, fue, décadas atrás, el favorito de los "arboristas" (especialistas en árboles) europeos del Fondo Nacional Judío (FNJ), ya que les recordaba, sin dudas, los bosques de su nativa Polonia y Rusia. "¿Habrá sido un error plantar un bosque homogéneo en lugar de una combinación entre árboles caducifolios y perennifolios?", pregunto.
"Eso era el conocimiento de aquellos tiempos"– contesta Shkolnik. Hoy en día, el FNJ, que ya ha plantado, desde su fundación en 1901, 240 millones de árboles en todo Israel, prefiere una variedad de árboles nativos, incluyendo el roble, el ciprés y el algarrobo. "Y mucho más éste último, después", insinúa.
"El bosque formaba parte del paisaje bíblico y se conservó en el siglo 19", continúa Shkolnik. Citando a Samuel 2, 18:8-9, recuerda cómo el hijo rebelde del rey David, Absalón, fue capturado por las ramas de un gran roble que enredó sus pelos, en el bosque de Gilead, mientras la mula en la que iba siguió andando.
Gilead, hoy en día Jordania, aún conserva vestigios de aquél bosque milenario. Pero enormes franjas fueron desbastadas para alimentar las locomotoras a vapor, mientras abrían el camino ferrocarril de Hiyaz en 1906. Algunos ramales de ese ferrocarril también iban desde Damasco hasta Haifa y Nablus, lo que provocó la deforestación del margen oeste del río Jordán. "Una segunda causa de la desaparición de árboles", prosigue Shkolnik, "fue el excesivo pastoreo del ganado de los beduinos. Pero el verdadero culpable, según creen ahora los arqueólogos, fue algo más simple: los campesinos necesitan grandes cantidades de combustible para disolver piedra caliza y obtener la cal que se usará luego para afianzar el adobe de las casas y hacerlos resistentes a las tormentas del invierno".
"Lo que vemos ahora es el resultado de 4000 años de actividad humana", resume Shkolnik, señalando el paisaje de montañas yermas y arboladas. "Estos pueden sobrevivir miles de años en climas secos, donde menor cantidad de parásitos e insectos."Nuestro próximo destino es el gigantesco roble cera del kibutz Tzuba. Shkolnik cuenta que este árbol fue venerado por los musulmanes de la aldea, quienes construyeron un cementerio alrededor de él, y de ese modo, lo preservaron. Otros árboles sagrados, de iguales características, generalmente al lado de la tumba de algún jeque, cubrieron este paisaje, antes de que los pobladores árabes huyeran en 1948.
Atravesando el bosque de Jerusalén, entramos ya en los límites de la ciudad y llegamos al Monasterio de la Cruz. Aquí, dos cipreses gemelos, traídos por un peregrino desde el monte Athos, en la península sagrada de Grecia, hace 150 años, se alza por sobre el conjunto medieval.
Más interesante aún es la imagen de un extravagante árbol, fruto del entrelazamiento de un ciprés, un cedro y un pino. Una antigua leyenda cristiana relaciona este lugar con Abraham y su sobrino, Lot. El Viejo Testamento cuenta que luego de visitar a Abraham (Génesis 18:16), los tres ángeles fueron a Sodoma, presumiblemente para ver a Lot. De acuerdo con esta historia, los ángeles dejaron sus báculos con Abraham, quien después quiso llegar a un acuerdo con Dios para que Sodoma ni Gomorra fueran destruidas (Génesis 18:32). Dios se apiadó de Lot y de sus dos hijas. Su mujer, sin embargo, fue convertida en una estatua de sal como castigo por mirar hacia atrás luego de haber sido advertida de que no debía hacerlo (Génesis 19:26-30).
Las hijas de Lot, pensando que ellos serían las únicas personas con vida, emborracharon y durmieron con su padre a fin de asegurar su progenie. A pesar de que la Biblia dice que Lot fue inconsciente de su incesto, la tradición cristiana no lo considera inocente. Entonces, pide consejo a su tío para la expiación de su culpa. La leyenda sostiene que Abraham entregó a su sobrino los tres báculos que había conservado, exhortándolo a plantarlos cerca de Jerusalén y a regarlos con el agua del río Jordán.
Lot, atormentado por Satán durante 40 años, finalmente venció. Milagrosamente los tres báculos florecieron instantáneamente, conformando un maravilloso árbol tripartito, con ramas de pino, ciprés y cedro. Se dice que con la madera de este árbol fue hecha la cruz en la cual Jesús fue crucificado.
Si los árboles del Monasterio de la Cruz son tema del folclore, nuestra parada final, en cambio, tiene algo de misterio. Escondida en un claustro, en el patio de la casa de Yosef Chaim, en el histórico barrio de Nahlot, en Jerusalén, se encuentra un elevado algarrobo, de 15 metros de altura y 5 siglos de edad. "Mientras que la casa que lo resguarda fue construida en 1908, nadie sabe nada acerca de la historia de este árbol", afirma Ezra Friedlander, cuya familia compró la propiedad en 1995.
"El árbol no es de mi propiedad. No se puede decir que lo compré. Yo sólo vivo aquí", aclara Friedlander, quien lo somete a una "cirugía" cada primavera, para darle algo así como un "corte de pelo".
Recogiendo una algarroba para mascarla, Shkolnik elige otro de los misterios de la Biblia. Mientras que otras 70 especies de plantas y árboles son mencionadas, el algarrobo nose cuenta entre ellas. Sin embargo, el algarrobo aparece en el Mishná, escrito hace unos 500 años. Shkolnik cita la historia de Rabbi Shimon Bar-Yohai y su hijo Eleazar, quienes, ocultos en la aldea Peqi'in, en Galilea, durante 12 años, se alimentaron de un algarrobo y un manantial. Existe una leyenda similar acerca de Juan el Bautista, subsistiendo en el páramo con las vainas, ligeramente dulces, de la algarroba. De aquí la denominación con que también se las conoce: pan de San Juan.
"Es realmente extraño que no se lo mencione en la Biblia y que luego, como de la nada, se convierta en uno de los árboles más comunes", se sorprende Shkolnik. "Una teoría es que este árbol fue introducido en la Tierra de Israel una vez que la Biblia fue concluida, y recién entonces fue conocido a través del Oriente Medio" Fuente: Jerusalem Post - 30.1.10