El Centro Simón Wiesenthal alertó a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), sobre el alarmante crecimiento de las actividades del grupo terrorista Hezbolá en esa parte del continente.
En una carta al secretario general del bloque regional, el ex presidente colombiano Ernesto Samper Pizano, la organización judía que se dedica a la protección de los derechos humanos se refirió a la amenaza a la seguridad regional que representan dichas actividades.
«Urgimos a Unasur a convocar a una reunión de altas autoridades del área de seguridad, con la participación de la sociedad civil, para coordinar políticas para confrontar la actividad terrorista en América del Sur», exhortó el Centro en el escrito.
«En caso contrario, la amenaza se expandirá», advirtió el organismo.
El Centro Wiesenthal fundamentó su advertencia a partir del dictamen emitido en mayo de 2013 por el Fiscal Especial a cargo de la investigación del ataque terrorista contra la AMIA, Alberto Nisman, referido a la «existencia de células dormidas de Irán y Hezbolá en nueve países: Brasil, Chile, Colombia, Guyana, Paraguay, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay, además de sus contactos en Argentina».
Por otro lado, enumeró una serie de episodios en diferentes países de la región que dan cuenta de una expansión reciente de las actividades de la organización terrorista libanesa.
En agosto de este año, por caso, el hijo del presidente de Surinam, Dino Bouterse, admitió ante un tribunal estadounidense haber colaborado con Hezbolá en el establecimiento de una base de operaciones en ese país caribeño, que funcionaría de base para expandirse en la región.
Hace unos 10 días en Perú fue arrestado el libanés Muhamad Amadar, sospechoso de integrar la red de Hezbolá. Antes de ser detenido, según se constató, Amadar maniobrar con explosivos y se sospecha que podría tener planes de atacar instituciones de la comunidad judía peruana y la Embajada de Israel en Lima.
Esta semana la justicia peruana dictó 18 meses de prisión contra Amadar por operar con explosivos y recibir dinero de Hezbolá.
Además, también esta semana, se conoció una investigación del periódico brasileño «O Globo» que expone los nexos entre Hezbolá y la organización criminal brasileña Primer Comando Capital.
«A todo esto deben sumarse como antecedentes los ataques terroristas cometidos en territorio sudamericano contra la Embajada de Israel en Buenos Aires (1992), contra la AMIA (1994), y las denuncias acerca de transferencias de dinero desde esta región a Hezbolá en Oriente Medio, expuestas por nuestro Centro desde 2006», afirmó Sergio Widder, Director para América Latina de la organización.
En los últimos años de expansión de gobiernos populistas en América Latina, Hezbolá logró aumentar sus nexos en diferentes ámbitos, tanto «empresariales» como políticos y militares. Pero también sus vinculaciones con la narcoguerrilla regional son, sin dudas, una de las principales fuentes de financiamiento, además del padrinazgo político y económico del régimen iraní, entre otros.
Para conseguir esa ayuda económica, la banda terrorista debió recurrir a personalidades que operan en las sombras, bajo un manto supuestamente «cristalino» en su vida pública.
Esa «red de contención latinoamericana» es lo que le permite conseguir dinero sucio para solventar sus atentados y su actividad militar en Oriente Medio. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua y Cuba son los países que de una forma u otra le abrieron las puertas a Irán y sus vínculos con la banda armada.
Las acogedoras relaciones que estos gobiernos tienen con Irán facilitan el libre movimiento de miembros de Hezbolá por la región, lo que les permite transportar drogas y productos falsificados.
Una de las principales fuentes de dinero para Hezbolá son los grupos armados que operan en la región: los terroristas de FARC y los miembros de los cárteles Los Zetas y Sinaloa, el primero colombiano y los dos últimos de México.
Hezbolá les brinda asesoramiento estratégico y armas. A cambio, estos grupos latinoamericanos proveen servicios criminales, incluyendo tráfico de drogas y armas, formando una hermandad de delincuencia y subversión.
Uno de los sospechosos de guardar conexiones con Hezbolá y el régimen iraní es el venezolano Tarek El-Aissami, actual gobernador chavista del estado de Aragua.
Según una investigación, El-Aissami y otros presuntos miembros de Hezbolá en Venezuela son los encargados de reclutar jóvenes en su país para que mantengan un fuerte entrenamiento en el sur de Líbano. Junto al gobernador de Aragua, formarían parte de este entramado el encargado de Negocios venezolano en Siria, Gahzi Nasserddine, y su hermano Ghasan.
Uno de los máximos referentes en materia de seguridad transnacional en la región, Carlos Benítez - director de la Secretaría para la Prevención del Terrorismo y la Investigación de Paraguay -, señaló que «hay evidencias de que elementos de Hezbolá con base en la Triple Frontera (Paraguay, Argentina y Brasil) están involucrados en el tráfico de drogas».
Fue en Paraguay donde uno de los principales referentes de la región de la banda terrorista fue detenido y deportado a Estados Unidos, donde enfrenta 30 cargos. Se trata de Moussa Alí Hamdan, quien según una investigación del FBI habría proveído de pasaportes falsos y dinero robado y falsificado a Hezbolá. También debe rendir cuentas por presunto tráfico de armas.
Otro de los acusados de financiar el terror en Oriente Medio es Hamze Ahmad Barakat (50), arrestado este año en el estado brasileño de Curitiba, Brasil, luego de un pedido de detención del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Sus vínculos con el grupo terrorista son lo suficientemente contundentes como para emprender su proceso judicial. Barakat fue imputado por robar una serie de empresas textiles y alcanzado la suma de 5 millones de dólares, que fueron girados a Hezbolá en Líbano.
Además, quien está señalado como delegado de Hezbolá en la Triple Frontera es Assad Ahmad Barakat, hermano de Hamze. En 2013, según consignó «The New York Times», el Departamento del Tesoro norteamericano catalogó a Assad Barakat como «uno de los miembros más prominentes e influyentes de Hezbolá». Según la investigación, el presunto financista tenía una casa de electrodomésticos que funcionaba como fachada de una célula del grupo armado y como fuente de recursos.
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