«Es tiempo de que Irán envíe un mensaje mucho más claro y concrete en actos sus promesas», afirmó el portavoz de la Casa Blanca Josh Earnest, dos días antes de la fecha límite para llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear de Teherán.
«Negociamos desde hace más de un año y ahora es tiempo de que Irán envíe un mensaje bien claro a la comunidad internacional: ¿quieren realmente tomar las medidas necesarias y apoyar con actos su retórica, según la cual no intentarán dotarse del arma nuclear? Si quieren asumir esos compromisos, deben ser capaces de hacerlo antes de fin de mes», señaló Earnest.
Irán y los países del Grupo 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania) intentan llegar en Lausana, Suiza, a un acuerdo global antes de fin de marzo que autorice algunas actividades nucleares civiles a Teherán de carácter exclusivamente pacífico, a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales.
«El presidente Obama fue muy claro. El mejor medio para nosotros de impedir que Irán se dote del arma nuclear es seguir la vía diplomática, obtener que Irán salga voluntariamente del camino hacia el arma atómica. Queremos que acepten inspecciones rigurosas; sería la mejor solución para atenuar nuestras preocupaciones sobre el programa nuclear iraní», dijo Earnest, y agregó que aún persisten diferencias entre ambas partes.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, indicó a su vez que tomaría «muy rápidamente» medidas para implementar nuevas sanciones contra Irán si las partes no llegan a un acuerdo.
Sin embargo, Irán podría aceptar nuevas restricciones al enriquecimiento de uranio, pero está presionando sobre la extensión de los límites en la tecnología que podría utilizar para desarrollar armas nucleares, dijeron autoridades occidentales involucradas en las negociaciones.
Este fin de marzo es el plazo de las conversaciones para llegar a un acuerdo preliminar que pudiera preparar el escenario para una mayor ronda de negociaciones encaminadas a lograr un pacto amplio para el 30 de junio.
El objetivo es limitar a largo plazo las actividades nucleares de Irán, a cambio de que Teherán vea un alivio en las sanciones económicas impuestas por las potencias.
Por su parte, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, renovó sus críticas a lo que considera una inminente victoria diplomática para Irán y manifestó su temor de que ningún acuerdo impida que Teherán alcance la capacidad de producir armas nucleares.
En las últimas semanas, Irán cambió sus demandas para que se le permita mantener 10,000 centrifugadoras para enriquecer uranio, al aceptar 6,000.
El Grupo 5+1 e Irán buscan durante dos años un acuerdo que permita que la República Islámica pueda desarrollar un programa atómico civil, al tiempo que se garantiza que no se hará con un arsenal atómico.
Irán desarrolló durante 18 años actividades nucleares clandestinas (1984 y 2002), lo que despertó el temor en la comunidad internacional a que ese país pudiera hacerse con armas nucleares. Las denuncias de un grupo opositor en el exilio llevaron a que se conociera en 2002 que Teherán había realizado esas actividades no declaradas, fuera de su programa nuclear civil.
La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) fue hasta ahora incapaz de dar garantías de que las ambiciones nucleares de Teherán persigan fines exclusivamente pacíficos. La AIEA demandó en repetidas ocasiones a Irán más cooperación para esclarecer sus dudas.
Las dudas surgieron cuando la AIEA reveló en 2002 la construcción, no declarada, de una planta de enriquecimiento de uranio subterránea en Natanz y la de un reactor de agua pesada en Arak. Ambas plantas podrán generar, una vez estén en funcionamiento, combustible nuclear (uranio y plutonio).
A partir de 2003, Teherán accedió a someterse a las inspecciones de la AIEA, pero cuando llegó al poder en 2005 Mahmud Ahmadinejad empezó una época de desencuentros y falta de colaboración.
En 2006, la Junta de Gobernadores de la AIEA acusó a Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU por su falta de colaboración. En los siguientes años, el Consejo de Seguridad impuso sanciones a Teherán por no detener sus trabajos de enriquecimiento de uranio.
A partir de 2012, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos aplicaron sanciones adicionales a la economía iraní, sobre su sector financiero y petrolero.
La victoria del nuevo presidente iraní, Hassan Rohan, en las elecciones de 2013 abrió una oportunidad para buscar una salida diplomática a la disputa.
En noviembre de 2013, Irán y el Grupo 5+1 firmaron en Ginebra un acuerdo interino que permitió las actuales negociaciones.
Según dicho acuerdo, Irán accedió a congelar sus trabajos de enriquecimiento de uranio por encima del 5% y diluir sus reservas con una pureza de un 20%. Para lograr una bomba atómica, el uranio debe de estar enriquecido al 90%. Los analistas subrayan que dominar el proceso para purificar ese material al 20% permite después elevar su enriquecimiento hasta los umbrales de uso militar.
A cambio de esas medidas, las potencias levantaron parte de sus sanciones y desbloquearon activos de la venta de petróleo por valor de miles de millones de dólares.
En enero de 2014 empezó a aplicarse este pacto por un periodo de seis meses para dar con una solución definitiva. Para julio de 2014 no se logró ese objetivo, pero los avances logrados hicieron que ambas partes ampliasen el plazo hasta diciembre. Tampoco entonces se pudo cerrar el esperado acuerdo y el plazo volvió a extenderse hasta el 30 de junio de 2015.
El punto clave que bloquea las negociaciones es el alcance que tendrá el proyecto nuclear iraní tras este acuerdo. En el centro de las discusiones está la amplitud del programa de enriquecimiento de uranio.
Estados Unidos pretende que Irán renuncie a un parte significativa de las casi 20.000 centrifugadoras que tiene ya instaladas para purificar uranio, mientras que Teherán se niega. El límite a la producción de plutonio - otro material con posible uso militar - en la planta de agua pesada en Arak, cuyo cambio de diseño se está discutiendo, es otro asunto candente.
Además, persiste el desacuerdo sobre el período en el que las actividades nucleares de Irán deberán ser sometidas a controles exhaustivos. Mientras que Estados Unidos parece dispuesto a aceptar una década, Francia exige que la validez del acuerdo sea de 15 años, algo que Irán rechaza.
Finalmente, las partes tampoco se ponen de acuerdo sobre el ritmo y las modalidades para levantar las sanciones internacionales que pesan sobre Irán.
Aparte de las dificultades técnicas que conllevan diseñar un acuerdo, Estados Unidos tiene que hacer frente a las críticas y presiones de algunos de sus aliados, como las monarquías árabes del Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudita, competidor regional de Irán. Israel también sigue desconfiando de las intenciones de Teherán y teme que la comunidad internacional acabe aceptando lo que califica como un «mal acuerdo».
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