Miles de árabes israelíes y palestinos de Cisjordania conmemoraron el «Día de la Tierra» con marchas de protesta contra la confiscación de tierras y la ocupación, en una jornada que transcurrió en una inusual calma.
Las principales concentraciones en Israel tuvieron lugar en las localidades de Dir Hana, en la Galilea, y en Rahat, en el Negev, donde los manifestantes ondearon banderas palestinas e instaron a seguir la lucha contra «la confiscación de tierras y la demolición de viviendas en la comunidad árabe».
«Protegeremos nuestras tierras» o «Nos sacrificaremos por nuestros mártires» eran algunas de las proclamas que se oyeron en ambas manifestaciones, convocadas por el Comité de Seguimiento de la minoría árabe de Israel, la Unión de Municipios locales árabes y ONGs de derechos civiles.
«Los ciudadanos árabes deben tomar posesión de las que fueron sus tierras en un cambio de estrategia en esta lucha legítima por la tierra y contra la confiscación», declaró el diputado Basel Ghattas, de la Lista Conjunta Árabe, antes de iniciarse la marcha de la Galilea, que hizo el recorrido de Sajnín a Dir Hana.
El «Día de la Tierra» recuerda a seis civiles árabes israelíes muertos en 1976 en enfrentamientos con la policía a raíz de la confiscación de 2.000 hectáreas en el norte de Israel, y desde entonces se convirtió en una jornada de lucha por los derechos de esta minoría.
La Lista Conjunta Árabe, tercera fuerza política en el Parlamento, denunció que sólo un 4,9 % de las licitaciones de viviendas fueron para proyectos en los pueblos y ciudades árabes de Israel, en los que viven un total de 1,2 millones de habitantes (un 15% de la población).
Mientras, el número de viviendas asignadas a los asentamientos judíos en Cisjordania es cuatro veces mayor, según el partido.
«Los datos revelan que las autoridades siguen discriminando a los ciudadanos árabes en diferentes campos, violando sus derechos básicos a la vivienda, la propiedad, el empleo, la igualdad y otros», denunció.
Ghattas se quejó además de que «la discriminación de los árabes no interesa a los judíos», mientras que el parlamentario de Méretz, Isawi Freij, aseguró que «en 39 años poco cambió».
«El racismo institucionalizado sigue ahí, comenzando por un primer ministro que no duda en recurrir a él para incitar a sus votantes», subrayó sobre el polémico llamamiento de Binyamín Netanyahu el día de las elecciones, instando a sus seguidores a votar porque «los árabes están acudiendo en masa a las urnas y peligra nuestro gobierno de derecha.
Más allá de esa polémica declaración, de la que Netanyahu se retractó públicamente en un acto con dirigentes árabes, la última campaña electoral elevó la tensión entre ambas comunidades a niveles sin precedentes desde 2000, con agresiones físicas o verbales entre candidatos de las dos comunidades.
Tratando de calmar los ánimos, el Comité de Seguimiento se abstuvo este año de declarar una huelga general en la jornada de conmemoración, además de que ya en enero había convocado otra tras la muerte de un miembro de esta comunidad en enfrentamientos con la policía en Rahat, tras el intento de detención de un sospechoso de narcotráfico.
La apertura de colegios impidió por ejemplo que los más jóvenes se concentrasen, como hacen habitualmente, en carreteras interurbanas, en protestas que otros años acabaron en violentos enfrentamientos cuando la policía trataba de reabrir las vías.
Miembros del comité citados por medios locales argumentaron también que las pasadas elecciones fueron una auténtica demostración de fuerza en la lucha por los derechos de la minoría.
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