Colonos judíos animan a hacer turismo en los territorios militarmente ocupados de Cisjordania a través de redes sociales y plataformas digitales, que se convirtieron en blanco de críticas por promocionar destinos vacacionales en lugares que violan la ley internacional.
«Nosotros queremos traer turismo, negocios y paz entre árabes, judíos, cristianos... Que todos vengan a Israel», declaró Igal Canaán desde su Bed&Breakfast (Alojamiento y desayuno) llamado «Vista de Canaán» y situado en Nofei Prat, un asentamiento entre Jerusalén y Jericó, en territorio que ningún país del mundo reconoce como israelí.
El suyo, como otros 200 alojamientos similares, atraen cada año a medio millón de turistas que buscan pasar allí una noche o el fin de semana por intereses religiosos o meramente turísticos, según datos del Consejo Regional Binyamín, una de las administraciones de los colonos en Judea y Samaria (Cisjordania).
La multiplicación de estas ofertas en el portal de alquiler de casas y habitaciones entre particulares Airbnb provocó fuertes protestas de movimientos propalestinos y defensores de los derechos humanos.
Éstos denuncian que los turistas, a veces, desconocen que el destino está en un territorio militarmente ocupado porque la página lo registra como Israel y que, además, de este modo se ayuda al crecimiento económico de los asentamientos judíos.
«Enviamos una carta a la empresa Airbnb para pedirle que no incite a la gente a que sea colona por una o varias noches y a que participe en un delito internacional», afirmó el portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Xavier Abu Eid.
«La colonización es un crimen y esta empresa se hace socia del crimen patrocinando la ocupación, aunque sea de manera temporal», afirmó.
Los colonos, sin embargo, ven en el turismo una oportunidad para «compartir experiencias» y para que los visitantes los vean con otros ojos, ajenos al debate político.
«El pueblo judío volvió a la Tierra Prometida, a Israel, y hay gente a la que eso le molesta. A veces, a los ultraliberales, a gente de izquierda y también a los árabes les molesta la normalización del turismo, la vida de paz. Y quieren que el conflicto siga», señaló Canaán.
Él, como otros tantos pequeños empresarios colonos, decidieron en los últimos días unirse a Airbnb tras las críticas a ese portal por acoger este tipo de alojamientos.
Una de las portavoces del Consejo Yesha, que representa a los colonos en Cisjordania, Miri Maoz-Ovadia, explicó que la polémica les llevó a animar a las oficinas de turismo judías en Cisjordania a que se registren «en todo tipo de plataformas internacionales para que gente de todo el mundo pueda leer sobre nosotros, venir y visitar».
«Hay mucha gente que quiere venir hacer un tour en esta zona, especialmente por su relevancia bíblica, pero también porque ofrece muchas experiencias turísticas y lugares preciosos, como centros para visitantes, bodegas, rutas en bicicleta», explicó.
Aún sin datos oficiales, el Consejo Yesha aseguró que «el intento de boicot a Airbnb empezó a ser contraproducente por el gran número de anuncios que aparecen rápidamente en ese portal tras el ataque de activistas antiisraelíes».
Iliana Passantin fue una de las últimas en sumarse.
Nacida en Estados Unidos, comenzó a vivir hace 20 años en Elí, en el corazón de Cisjordania, al principio en una caravana, cuando el propio Estado de Israel no reconocía oficialmente el asentamiento donde residía.
Cuando el reconocimiento llegó, se pudo trasladar a una casa de la que está orgullosa porque es una reproducción de viviendas judías que, según relató, existían en la zona miles de años atrás.
Con una copia de la biblia en las manos, explicó que quiere que «el mundo conozca las historias que cuenta la tierra» que ella pisa y que, por eso, abre las puertas de su casa a visitantes no sólo judíos, sino de todo el mundo.
Su opinión sobre la polémica de si es conveniente o no promover el turismo en territorios militarmente ocupados es clara.
«Esto es Israel, donde nosotros vivimos, pagamos impuestos, somos parte del Estado reconocido. Así que no hay mucho espacio para la política aquí», declaró convencida.
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