Salwa Sorour rompió con los cánones más conservadores de la sociedad palestina de Gaza con su trabajo como conductora de un autobús escolar, convirtiéndose en la primera y única chófer de la franja.
A sus 45 años, esta gazatí de tez oscura se levanta cada mañana y arranca su minibús para recoger a los pequeños que lleva a la guardería, labor que la colocó en el punto de mira del sector más conservador de un estrecho enclave gobernado por Hamás desde 2007.
«Ser conductora de autobús en otro país es normal, pero serlo en Gaza es difícil. La mayoría de la gente no es de mente abierta, nunca salió de aquí», explicó Sorour, que orgullosa resaltó: «Lo que hago no va en contra de la religión y no violenta al honor ni a nuestras santas tradiciones».
Sorour, que se atrevió a romper un tabú, confesó que su arma es la confianza en sí misma y su perseverancia en alcanzar sus metas. «No creo que ningún trabajo sea exclusivamente de hombres si la mujer tiene voluntad y ganas», dijo esta conductora que antes trabajó como reparadora de aparatos electrónicos y bróker.
La Oficina Central Palestina de Estadística recogió en su último informe, publicado en marzo, que el número de mujeres en puestos que requieren esfuerzo físico representa sólo una cuarta parte del total de mujeres que trabajan.
La amplia brecha de género hace que sólo el 19,1% de las mujeres realice ese tipo de trabajos, a diferencia del 71,9% de los hombres que desempeñan esas profesiones tradicionalmente reservadas al varón.
La chófer afronta en su día a día las críticas.
«Un día un policía de tráfico me paró, empezó a hablarme como si fuera un hombre, y cuando me miró a la cara se sorprendió y se quedó un rato en silencio. Luego comenzó a decir lo difícil que es para una mujer ser conductora de autobus».
Sorour relató que cuando va a la estación de servicio, los trabajadores se sorprenden, y al ver que es una mujer la que conduce el autobús, «me dan prioridad para cargar gasolina».
Sin embargo, Sorour hace oídos sordos a estos comentarios y actitudes, asegura que no la desmoralizan porque cree en lo que hace y porque su principal motivación está en los niños a los que acompaña cada día.
«Ahora soy madre de decenas de niños y niñas, los trato como a hijos y ellos me quieren, me llaman mama», refiere con pasión la conductora, que subraya que ese sentimiento maternal no puede encontrarlo en otro trabajo.
Pero a veces las dificultades ensombrecen su motivación.
«Lo más complicado es cuando el autobús tiene problemas mecánicos» comenta, algo a lo que ella finalmente también pone solución con paciencia.
Esta valiente mujer revela que se crió en una familia donde sus padres, hermanos y hermanas no hicieron diferencia alguna entre un niño y una niña. Su hermana Saeda, propietaria de la guardería para la que trabaja, manifiesta que Sorour es un gran ejemplo de la lucha femenina para alcanzar la igualdad de género en la franja.
«Las mujeres son muy capaces de hacer cualquier labor y deben luchar para no permitir que una sociedad machista monopolice los puestos de trabajo en la figura del hombre», añadió Saeda.
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