Guiados por el fundamentalismo religioso de sus rabinos mentores, los colonos judíos de Cisjordania son los arquitectos que diseñaron nuevos comportamientos religiosos, culturales y fundamentalmente políticos que hoy en día ya son parte inseparable del judaísmo moderno.
Uno de sus últimos aportes es el aberrante «Etiqueta de Precio» («Tag Mejir», en hebreo).
«Etiqueta de Precio se refiere a una práctica de extremistas judíos que acosan propiedades palestinas en venganza por las acciones del gobierno de Israel contra los colonos» (Itón Gadol; 11.1.12).
Sin la mínima consideración del respaldo legal de las acciones del gobierno, este insólito hábito tiene como objetivo grabar en la conciencia que todo traspié en la incesante marcha de la conquista judía de toda Cisjordania necesariamente implica que la furia de la frustración será dirigida en forma de acosos y tormentos a los palestinos.
El odio y la sed de venganza de sermones fundamentalistas en nombre del judaísmo les lavan el cerebro a colonos extremistas, y como consecuencia, son impulsados a actuar bajo un sadismo político que sólo puede encontrar su consuelo palpando el sufrir de palestinos.
Columnas de periódicos y programas de televisión están repletos de informes de incendios, destrozos, vandalismo y hasta ataques con armas de fuego de hordas judías a mezquitas, vehículos, propiedades y población palestina.
Con servicios de seguridad capaces de captar el movimiento de un alfiler palestino en Cisjordania, sorpresivamente la mayoría de los casos de «Etiqueta de Precio» judíos quedan impunes.
Durante estos últimos días Netanyahu debió enfrentar a un serio tropezón en sus planes originales. La mega coalición que formó con la incorporación de Kadima en el gobierno no le otorgó suficientes garantías para cumplir su palabra que encontraría una solución satisfactoria al fallo judicial del barrio de Ulpana en el asentamiento de Bet El sin mover los 5 edificios con 30 familias construidos sobre tierras privadas usurpadas a su original propietario palestino.
El premier israelí comprendió, muy a su pesar, que la última opción, una ley racista que protege sólo a judíos del saqueo de tierras palestinas, rompería el fuerte respaldo y apoyo incondicional del que goza Israel en gobiernos que hasta hoy, pese a la conquista territorial persistente y paulatina, no lo defraudan.
La necesidad de cumplir con el fallo de la Corte Suprema de Justicia que implica la demolición de los 5 edificios, la restauración de las tierras a su dueño original y la reubicación de 30 familias de colonos en un terreno cercano de Cisjordania, contagió a Netanyahu del mismo trastorno de sadismo político como el que afecta a los colonos judíos extremistas. Concentrarse solamente en cumplir la decisión del máximo tribunal israelí, en este caso, es una humillación intolerable para el Estado judío. Es necesario tomar represalias y Netanyahu no se detiene ni un solo día.
Apenas logró impedir la promulgación del problemático proyecto de ley antedicho, en una corta aparición en una conferencia de prensa, arremetió con su «Etiqueta de Precio» a los palestinos.
En un principio fijó una taza de 1 por 10. De 30 viviendas derribadas se construirán 300 nuevas. A las pocas horas se anunció que el número aumentó y las construcciones previstas llegarán a 850 (Ynet; 6.6.12).
Transcurrieron tan sólo 24 horas y la Municipalidad de Jerusalén anunció la edificación de otras 2500 viviendas para judíos en el barrio de Giló, ubicado en territorio palestino conquistado en 1967 (Walla; 7.6.12).
Ésta es la respuesta judía a jueces que se toman la osadía de ordenar la demolición de viviendas construidas sobre tierras privadas palestinas saqueadas por colonos judíos con apoyo estatal.
Como era de esperar, la administración norteamericana reaccionó exactamente de acuerdo a la primera etapa de un protocolo conocido: cacareando como gallo enfurecido en contra de la colonización judía de Cisjordania: «La Cancillería norteamericana expresó su desaprobación de la decisión del primer ministro Netanyahu de construir 850 nuevas viviendas en Cisjordania para apaciguar a la extrema derecha. La construcción judía en Cisjordania afecta negativamente los esfuerzos de paz y está en contravención con los compromisos contraídos por Israel» («Estados Unidos contra Netanyahu»; Ynet; 6.6.12).
Esto no debe confundir a nadie. La segunda fase de este conocido protocolo incluye una insinuación de una posible intervención de Netanyahu que «sublevel» el Congreso Norteamericano en contra de su Ejecutivo, como ya Obama sufrió en carne propia tiempo atrás, o la amenaza de judíos norteamericanos del cierre del grifo de financiación a la campaña de reelección del presidente («Obama: No hay aliado más importante que Israel»; Itón Gadol; 1.12.11).
De todos modos, es de suponer que en pocos días seremos testigos de la tercera fase del conocido protocolo: la Cancillería norteamericana olvidará este cuasi incidente y el ilimitado e inquebrantable apoyo político, militar y financiero a Israel retornará a su curso normal con el trasfondo de una incesante aunque gradual usurpación de tierras nacionales palestinas en Cisjordania.
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