A un día de las elecciones generales en Israel los candidatos apuran las horas con un mensaje categórico sobre la necesidad de acudir a las urnas mientras los principales rivales de la derecha nacionalista intensifican el choque político.
El poco más del 15% de indecisos que reflejan las últimas encuestas, en total unos 800 mil votos, son en el blanco de las campañas en las últimas jornadas para los candidatos de todo signo.
Los medios subrayan el enfrentamiento entre el partido ultraortodoxo sefardí Shas y el nacionalista-religioso Habait Haiehudí, ambos en el espectro político de ultraderecha.
El líder espiritual del Shas, el Rabino Ovadia Yosef, volvió a crear polémica al calificar a los votantes de Habait Haiehudí de «infieles» y describir el partido como una «casa de gentiles».
«Quieren borrar la Torá, permitir matrimonios civiles y el transporte público en shabat», profirió el rabino en un sermón que no obtuvo respuesta por parte de la facción encabezada por Naftalí Bennett.
La pugna entre los dos grupos, que luchan por el votante religioso de inclinación derechista, se debe a que por primera vez en más de dos décadas Shas se ve amenazado por una formación que se postula como nuevo partido bisagra, un honor que mantenían los sefardíes desde los comicios de 1988.
Los últimos sondeos otorgan a Habait Haiehudí alrededor de 14 escaños, 2 o 3 por encima del Shas, que bien podría quedar fuera del Ejecutivo si el primer ministro israelí y líder del derechista Likud, Binyamín Netanyahu, virtual vencedor de las elecciones del martes, se inclinara por una coalición de centro-derecha y orientación laica.
Después de las elecciones, en las que según todos los sondeos Netanyahu conseguirá unos 32 diputados del siempre fraccionado Parlamento israelí, el mandatario hebreo encabezará un gobierno de transición, con un plazo de 30 días - más 15 de prórroga optativa - para consolidar una coalición estable que obtenga el apoyo de la mitad más uno de los 120 diputados de la cámara parlamentaria.
Likud Beiteinu, la lista Netanyahu que formó con el ex titular de Exteriores, Avigdor Liberman, teme una fuga de votos hacia otros partidos ultraderechistas, entre ellos Habait Haiehudí.
Según algunos medios, Netanyahu cree que su aliado natural podría ser el partido de centro Yesh Atid del ex periodista Yair Lapid, que obtendría 12 diputados según los sondeos, una alianza que le permitiría virar hacia el centro político que abandonó al unirse a Liberman.
Las encuestas indican asimismo que el centro-izquierda se reforzó ligeramente hasta quizás convertirse en alternativa política si los ultraortodoxos quisieran darle su apoyo - lo cual es improbable pero no imposible -, aunque la fiabilidad de estos estudios en Israel es baja y aún quedan numerosos indecisos.
Las respuestas fraudulentas y la abstención el día de las elecciones suponen la mayor amenaza a los partidos del centro y de izquierda, que se enfrentan históricamente a la férrea disciplina electoral en el campo conservador nacionalista.
La dirigente laborista, Shelly Yachimovich, que aspira a obtener el segundo puesto en las urnas con unos 17-18 escaños, exhortó en las redes sociales a «alistarse y no descansar hasta que hagamos lo que es tan difícil pero no imposible: cambiar a Netanyahu».
Yachimovich dedicó las últimas horas a convencer a los indecisos de que no voten por aquellos partidos que no superarán el porcentaje necesario para entrar en el reparto de escaños, otro Talón de Aquiles de las debilitadas formaciones de centro-izquierda.
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