El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, inició consultas para decidir si adelanta las elecciones de 2013 a 2012, antes de que tome alguna decisión que afecte a su coalición y de que Barack Obama sea reelecto en Estados Unidos.
Altos dirigentes de su partido, el Likud, consideran que éste llegó a la conclusión que lo mejor es adelantar las elecciones y no esperar a que lleguen las clásicas disputas sobre los presupuestos en el último trimestre del año que ponen en jaque a cualquier coalición en Israel.
Uno de los dirigentes más destacados de ese partido es el presidente del Parlamento, Reuvén Rivlin, quien dijo que «creo que ya estamos en año electoral».
«El período de sesiones de verano de la Knéset que comienza el lunes será probablemente el último de esta legislatura porque las elecciones se celebrarán este mismo año», declaró Rivlin.
Las elecciones en Israel están previstas para finales de 2013, pero según Rivlin, «la actual coalición tendrá muchas dificultades para ponerse de acuerdo en los presupuestos del año que viene, porque habrá un fuerte choque entre las necesidades presupuestarias para asuntos sociales y las necesidades de defensa».
Las primeras son vitales en un año electoral para que cualquier gobierno en funciones no pierda las riendas del poder, y las segundas son exigidas por los grupos más nacionalistas, cuyo espectro de votantes es más reducido, pero más leal en el voto.
Otro dirigente del mismo partido destacó que un claro signo de que las elecciones están próximas es que «la reunión semanal de los ministros del Likud se asemeja más a una junta del Consejo de Judea, Samaría que reúne a los asentamientos en Cisjordania. Dicho organismo representa a los colonos judíos que se oponen a todo proceso negociador con los palestinos.
«Todos los ministros están virando a la derecha porque están pensando en las primarias», dijo Rivlin sobre el tipo de votantes del que dependen en las elecciones y a recientes decisiones adoptadas a favor de regularizar asentamientos ilegales.
Otro problema que afronta el actual gobierno de Netanyahu, y que puede incidir en el adelanto electoral, es la necesidad de renovar una ley que exime a los judíos ultraortodoxos de las filas del ejército.
La vigencia de Ley Tal termina en agosto y los partidos de la coalición - entre los que hay dos de esa comunidad - deben acordar sobre una nueva prórroga que no sea rechazada por los tribunales como discriminatoria, pues el resto de los jóvenes israelíes están obligados a este servicio.
Contrario a los dos partidos ortodoxos Shas y Yaadut HaTorá, el socio más importante de la coalición, Israel Beitenu, laico-nacionalista que dirige el canciller Avigdor Liberman, demanda que los estudiantes de escuelas religiosas sean alistados igual que el resto de los jóvenes.
Rivlin agregó a estas polémicas leyes, que también las elecciones presidenciales en Estados Unidos pueden constituir un problema para Netanyahu y que por ello decida que en Israel se celebren antes.
Por la campaña electoral en su país, el presidente Obama se abstiene de presionar a Israel para que negocie con los palestinos, lo que dejó paralizado el proceso de paz en los últimos tres años.
Pero en Israel se teme que una vez reelecto Obama, como sugieren las encuestas, comiencen las presiones desde la Casa Blanca y que cualquier decisión se transforme en una trampa para Netanayhu, que depende del electorado de derecha.
Hasta ahora, gracias a la situación de crisis económica en el mundo y a otras circunstancias internacionales, entre ellas la llamada «Primavera Árabe», el gobierno de Netanyahu se vio libre de presiones y a estas alturas es muy improbable que se de algún paso en esa dirección.
Pendientes en las próximas semanas de cuál será la decisión del primer ministro sobre el adelanto electoral - sus asesores le recomiendan que, llegado el caso, mejor que sea por iniciativa suya que de la oposición - también los otros partidos comenzaron a mover ficha.
A finales de marzo pasado el partido Kadima, mayoritario en la Knéset pero no gobernante por falta de apoyo suficiente, celebró sus elecciones primarias y eligió a Shaul Mofaz como sustituto de la hasta entonces jefa de la oposición Tzipi Livni.
Mofaz, ex jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel y ex ministro, aspira a captar los votos del centro derecha que le pueden arrebatar el gobierno a Netanyahu, pero las últimas encuestas no le presagian la jefatura nacional.
Expertos explicaron que el ex militar es visto como una especie de «Likud 2», y que siendo el candidato de Kadima muchos votantes del centro izquierda preferirán otras opciones más moderadas.
En la práctica, la única diferencia entre ambos políticos son sus posturas hacia los palestinos.
Mofaz, en una línea más moderada, cree que ese problema debe ser resuelto antes de que las cosas se le compliquen a Israel y no haya forma de separar físicamente a ambos pueblos como para alcanzar la solución de dos Estados. Esa situación dejaría al país frente a la realidad ineludible de un Estado binacional.
Netanyahu, siempre dependiente de la derecha colonizadora judía, no ve la urgencia de negociar. Y pese a que en esta legislatura reconoció la fórmula de dos Estados sólo está dispuesto a hacerlo sin condiciones, cuando el líder palestino, Mahmud Abbás, le exige que interrumpa la construcción en los asentamientos. Sin embargo, esa es una decisión a la que el actual primer ministro israelí no puede arriesgarse en momentos electorales.
Con el proceso de paz paralizado, el líder del Likud creó a principios de abril su equipo estratégico de campaña, al frente del cual situó a la doctora Orit Galili-Tzuker, profesora de Comunicación Política y ex periodista del diario Haaretz.
Otras dos mujeres y varios hombres completan un equipo que tratará de dar una imagen moderada, mucho más que la que transmite el actual gobierno israelí formado por partidos derechistas, ultraderechistas y ultraortodoxos y que, por ello, sucumbió al absoluto inmovilismo en la resolución del conflicto con los palestinos.
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