Egipto se prepara para una nueva jornada de alta tensión después de la sangrienta represión de las acampadas y manifestaciones en El Cairo que exigen el retorno del depuesto presidente islamista Mohamed Mursi.
Según un informe oficial, al menos 343 personas murieron y 2.926 resultaron heridas, mientras que los Hermanos Musulmanes cifran los fallecidos en al menos 2.200.
Según las Fuerzas de Seguridad, tras la entrada en vigor del toque de queda ayer miércoles a última hora de la tarde, la calma regresó a las calles de las principales ciudades del país.
Esta calma, sin embargo, sólo puede ser temporal, ya que los islamistas hicieron un nuevo llamamiento para que los partidarios de Mursi salgan otra vez a las calles.
A su vez, la policía advirtió de que no aceptará ninguna nueva acampada después de lograr el control de las situadas en la plaza Rabea y en la de Al Nahda en El Cairo, donde los Hermanos Musulmanes permanecieron durante un mes y medio.
De hecho, los Hermanos Musulmanes aseguraron que no pararán hasta «derrocar a la junta militar» que acabó con el Gobierno de Mursi. «Vamos a seguir como siempre, de forma no violenta y pacífica. Seguimos siendo fuertes, desafiantes y decididos», afirmó el portavoz de los Hermanos Musulmanes, Gehad El-Hadad.
Después de un día de sangrientos enfrentamientos, las autoridades declararon el estado de emergencia y el toque de queda en la mitad de las provincias, incluidas las de El Cairo y Alejandría.
El estado de emergencia estuvo en vigor en Egipto con la excusa de la lucha contra el terrorismo desde 1981 hasta mayo de 2012, cuando decidió no renovarlo la junta militar que gobernó el país desde el derrocamiento de Hosni Mubarak, en 2011, hasta la ascensión de Mursi al poder en junio del año pasado.
Las autoridades egipcias informaron que 235 civiles y 43 policías murieron en todo el país. Pero la cifra es probablemente mucho mayor. Los Hermanos Musulmanes anunciaron que la hija de 17 años de uno de sus principales líderes, Mohammed al-Beltagui, también fue asesinada a tiros. En total, la Hermandad hablan de 2.200 muertos y más de 10.000 heridos.
Existen informaciones confusas sobre la supuesta detención de ocho dirigentes de los Hermanos Musulmanes, como el vicepresidente del Partido Libertad y Justicia, brazo político de la cofradía, Esam al-Arian; el clérigo Safuat el-Hegazy y el cabecilla de la Hermandad, Mohamed el-Beltagui.
Mientras, el Premio Nobel de la Paz, Mohamed El Baradei, dimitió de su cargo de vicepresidente al negarse «a aceptar las consecuencias de las decisiones con las que no estaba de acuerdo». Su decisión contrasta con las declaraciones del primer ministro nombrado por el Ejército, Hazem Beblawi, que elogió a las fuerzas del orden por su «gran moderación».
A su vez, la comunidad internacional, que había tratado de mediar para evitar un dramático final en la disputa entre los seguidores de Mursi y el nuevo poder, condenó el uso de la violencia para dispersar las manifestaciones de miles de islamistas en las que se encontraban también niños y mujeres.
Beblawi hizo una aparición pública en la televisión egipcia para asegurar que «ningún Estado que se precie toleraría una manifestación que duró un mes y medio, y que dificultaba el proceso de implementación que debería conducir a unas elecciones a principios de 2014.
«El Estado tiene que hacerse respetar y debe impedir que los derechos de los ciudadanos sean agredidos por otros», agregó el jefe de Gobierno.
En Washington, el secretario de Estado John Kerry instó a celebrar elecciones a la mayor brevedad posible, y calificó de «lamentable» el derramamiento de sangre. Por su parte, la jefe de la diplomacia europea, Catherine Ashton, que antes había tratado de mediar en El Cairo, pidió que se levante el estado de emergencia.
También la ONU llamó a que la «posición internacional tome otra dirección de manera urgent». Su secretario general, Ban Ki Moon, condenó «en los términos más enérgicos la violencia».
Turquía, que se opuso a la marcha de Mursi, junto con Irán y Hamás, denunciaron una «masacre». Qatar condenó los violentos método utilizados contra manifestantes pacíficos».
La violencia con la que fueron rechazadas las protestas provocó que los enfrentamientos se extendieran a otros puntos de El Cairo y otras ciudades. En Alejandría, la segunda ciudad del país, se informó de intercambio de disparos con armas automáticas.
Además, al menos cuatro iglesias fueron atacadas. Activistas acusaron a los seguidores de Mursi de aprovechar la situación para llevar a cabo «una guerra de represalia contra los coptos», cuyo patriarca, también apoyó el golpe de Estado.
Notas relacionadas:
Gobierno egipcio: «Desalojo de sentadas islamistas, definitiva»
Egipto: Investigarán choques entre seguidores de Mursi y Ejército
Egipto al borde del abismo