EE.UU aseguró disponer de múltiples evidencias, algunas de las cuales no pueden ser expuestas al público por razones de seguridad, que demuestran con alta confianza que el régimen de Assad usó armas químicas en un ataque contra civiles.
El secretario de Estado, John Kerry, encargado de hacer públicas esas pruebas «para que cada uno pueda juzgar por sí mismo», afirmó que se trata de un material lo suficientemente concluyente como para exigir a la comunidad internacional a dar una respuesta firme, no sólo con el objetivo de dejar claro al régimen sirio que ese comportamiento es intolerable, sino también para que otros países y organizaciones como Irán, Corea del Norte y Hezbolá, sepan que el uso de armamento de destrucción masiva no quedará impune.
El presidente Barack Obama, que volvió a reunirse con sus principales asesores militares para ultimar los detalles de la intervención contra Siria, anticipó en unas declaraciones a la prensa que, aunque aún no tomó una decisión, «en ningún caso habrá tropas sobre el terreno».
«Será un acto limitado, reducido a la respuesta que se quiere dar», afirmó. Pero insistió en que el uso de armas químicas del régimen sirio «es un desafío al mundo y el mundo tiene la obligación de responder». La orden de actuar se tomará, en todo caso, en Washington sin esperar necesariamente al informe que presenten los inspectores de la ONU, que no pueden aportar, según dijo Kerry, «nada que no sepamos ya». Obama declaró que hubiera preferido una actuación con mayor respaldo internacional, pero que «el Consejo de Seguridad de la ONU se mostró impotente para reaccionar».
«Tenemos fotos, vídeos, conversaciones de funcionarios gubernamentales, imágenes de satélite, declaraciones de testigos presenciales, informes médicos y de ONGs, datos de servicios de espionaje, sabemos desde dónde fueron lanzados los cohetes y a qué hora, sabemos dónde impactaron y cuándo, sabemos que los cohetes procedían desde áreas controladas por el régimen de Assad y fueron dirigidos únicamente contra vecindarios controlados por la oposición», declaró Kerry. La Casa Blanca facilitó un mapa en el que se detallan con su nombre esos lugares.
Kerry insistió en que las evidencias fueron minuciosamente analizadas por los servicios de inteligencias hasta tener la seguridad de que no existe posibilidad de error. «Se hizo así, conscientes de la experiencia de Irak. No repetiremos ese momento», garantizó.
Las pruebas fueron entregadas el jueves al Congreso, que parece haber quedado razonablemente convencido, puesto que no se volvieron a escuchar reclamos al respecto. Obama no someterá su decisión sobre el ataque a la votación en ambas cámaras.
La información de la que dispone EE.UU le permitió calcular que en el ataque con armas químicas murieron 1.429 personas, entre ellas 426 niños. Ninguno de ellos sufrieron cortes o ampuntaciones. Todos presentaban, según los testimonios recogidos sobre el terreno, quemaduras y otros «síntomas claros de haber sido sometidos a gases venenosos, incluido gas sarín».
Tres días antes del ataque, según los datos del Gobierno norteamericano, personal del régimen sirio especializado en armas químicas estuvo en las áreas que serían atacadas para hacer los preparativos necesarios. La inteligencia de EE.UU sabe, igualmente, que se impartieron instrucciones a las unidades implicadas en el ataque para que tomaran las precauciones correspondientes, incluido el uso de máscaras antigas.
Posteriormente, según los datos suministrados en Washington, un alto funcionario del régimen de Assad confirmó el ataque, analizó su impacto y confesó su temor de que fuera descubierto. EE.UU dispone de una grabación de esa conversación, así como de otra en la que se da la orden de poner fin al ataque.
En las 24 horas posteriores al bombardeo los satélites de EE.UU detectaron actividad de cohetes y misiles sobre la misma zona atacada cuatro veces superior a la de los diez días anteriores. Los ataque sobre esos lugares continuaron intensivamente con el propósito, según Kerry, de borrar los restos de las armas químicas.
A todas esas pruebas se suma el hecho, admitido por el propio régimen, de que «Siria dispone», según los datos facilitados por la Casa Blanca, «de un gran arsenal de agentes químicos, incluyendo mostaza, sarín y VX, y que posee miles de municiones que pueden ser usadas para transportar esos agentes químicos», medios con los que no cuentan los rebeldes.
«En todo esto, la comunidad de inteligencia de EE.UU tiene alta confianza, es de sentido común, son pruebas, son hechos. Por tanto, la pregunta ya no es qué sabemos. La pregunta ahora es qué es lo que mundo, colectivamente, va a hacer al respecto», añadió Kerry.
El canciller norteamericano aseguró que EE.UU «tomará sus propias decisiones, de acuerdo a su propio tiempo y a sus propios intereses. Después de una década de conflicto, el pueblo norteamericano está cansado de guerra. Créanme, yo también lo estoy. Pero el cansancio no nos puede impedir asumir nuestras responsabilidades. Sólo con anhelar la paz no la conseguiremos, y la historia nos juzgará muy severamente si cerramos los ojos ante un dictador sin escrúpulos que usa armas de destrucción masiva pese a todas las advertencias», agregó.
Kerry prometió que «cualquiera acción que se decida para intervenir militarmente en Siria será limitada y diseñada para asegurarnos de que el uso flagrante y brutal de armas químicas sea adecuadamente contestado. En última instancia, la solución de la guerra civil en Siria tendrá que ser política, tendrá que ocurrir en la mesa de negociaciones», concluyó.
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