La remoción de las librerías de Moscú de «Maus», la famosa historieta sobre el Holocausto del dibujante estadounidense Art Spiegelman, es para el artista «el preludio de algo más siniestro» que está ocurriendo en el país de Vladimir Putin.
«Maus» es una novela alegórica en imágenes, de trasfondo autobiográfico, premiada con el Pulitzer. Y también es un clásico de la literatura sobre la Shoá.
Publicada entre 1973 y 1991, se inspira en la historia del padre del autor, Vladek Spiegelman, un judío polaco que sobrevivió al Holocausto.
Las librerías de la capital rusa dejaron de venderla hace unos días, para cumplir una ley que prohíbe la propaganda nazi.
Parece imposible, pero «Maus» fue removida porque el diseño de la tapa del libro incluye una cruz esvástica.
Todo ocurre con el trasfondo de las celebraciones del 70° aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, el próximo 9 de mayo, que la Rusia de Vladimir Putin recordará con un desfile militar en Moscú, en el que muchas naciones occidentales -incluyendo Estados Unidos - decidieron no participar debido a la crisis con Ucrania.
«Es una vergüenza, porque el mío es un libro sobre la memoria», dijo Spiegelman a «The Guardian» sobre la decisión de quitar su obra maestra de las librerías.
«No queremos culturas que borran la memoria», agregó.
«Maus», premiada con el Pulitzer en 1992, es un relato antifascista y antinazi sobre los campos de exterminio, donde los judíos son presentados como ratones y los alemanes como gatos.
En Rusia fue publicado sólo en 2013. La ley contra la propaganda nazi fue aprobada en diciembre. Desde entonces las autoridades pusieron en la mira negocios de juguetes y de antigüedades en busca de objetos inspirados en el Tercer Reich.
«Obviamente 'Maus' no debe entrar en eso. Y sin embargo pienso que esa ley tuvo el efecto indirecto de reprimir en Rusia la libertad de expresión», afirmó el historietista.
«En el sentido de que es una forma de presión a cualquiera que esté en el negocio de expresar algo. Lo paradójico es que esto ocurra en el país que, bajo Stalin, liberó a los judíos de los campos e indirectamente ayudó a mis padre a sobrevivir», observó Spiegelman.
«Mil gracias, por lo tanto, al Victory Day, pero una patada en el trasero a quien censura la libertad», añadió.
La censura no parece ser inusual en Rusia. El Parlamento ruso aprobó el año pasado una ley que exige a los portales de las redes sociales mantener sus servidores en Rusia y almacenar toda la información sobre sus usuarios durante al menos seis meses.
Empresarios allegados a Putin controlan la principal red rusa de medios sociales, Vkontakte, que hizo que su fundador, el también creador de Telegram, abandonara el país.
El Kremlin intenta conseguir un mayor control sobre Internet para impedir que a través de la red surjan protestas y den lugar a manifestaciones de la población en las calles.
El presidente Putin recalcó que «Rusia debe luchar por sus intereses en Internet».
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