Sorprende la sensación, a pesar de la enorme diversidad que ofrece, de que la danza contemporánea en Israel es realmente genuina, tiene verdaderamente una personalidad propia.
Y eso es lo que la hace tan atractiva, porque tiene algo de particular que no se suele ver en compañías de otras latitudes.
Es muy curioso el caso de Israel, un país pequeño, de reciente creación, con apenas 64 años de existencia, con poco más de ocho millones de habitantes, y con un apogeo tan grande en cuanto a la danza contemporánea.
El Estado dedica nueve millones de dólares al año a la danza y el resultado son propuestas artísticas muy potentes que se abren paso a nivel mundial.
Claudio Kogon, subdirector del Centro Suzanne Dellal de Tel Aviv, afirmó que «Israel tiene una escena de danza contemporánea muy amplia, muy importante. Nosotros, por un lado, no tenemos tradición de ballet clásico, porque somos un país muy joven, pero sí tenemos mucha danza contemporánea, principalmente porque, por un lado, en los años '30, tuvimos una ola inmigratoria que vino de Alemania y eso trajo a los creadores alemanes y el expresionismo alemán, y después en los años '60 tuvimos la suerte de tener aquí a Marta Graham, la creadora de la técnica que lleva su nombre, y que fue fundadora de compañías como «Batsheva». Y hoy en día, de alguna manera, todos los creadores jóvenes son hijos o nietos de esa generación».
La diversidad cultural de Israel es el reflejo de la diversa procedencia de sus habitantes. Judíos llegados de todo el mundo aportan su particular herencia en un crisol cultural muy rico y en perfecta convivencia.
Noa Weitheim, la coreógrafa y directora de «Vertigo Dance Company», una de las compañías veteranas, con 20 años de trayectoria, dijo que sus antepasados eran belgas, que se trasladaron a Israel incluso con todo el mobiliario y que allí ella creció en un ambiente europeo. Para Weitheim, resulta fascinante convivir y trabajar con gentes de todas partes, con un objetivo común. «Queremos vivir, no queremos bombas. La gente de ambos lados amamos el arte; hay mucha creación; somos una sociedad multicultural; estamos por todo el mundo. Queremos ir por todo el mundo»; señaló
«La gente sabe distinguir entre la expresión artística del ciudadano y las políticas gubernamentales - agregó Kogon -. Es cierto que elegimos a nuestros gobiernos, pero a la larga el individuo está un poco aparte de las políticas nacionales y somos muy bien recibidos en todo el mundo, tanto en los teatros como cuando vamos a hacer workshops con artistas, tanto en el diálogo con estudiantes o con bailarines. Viajamos por todo el mundo».
El Centro Suzan Dellal de Tel Aviv organiza anualmente una muestra internacional que acoge las creaciones de casi 40 compañías. «El objetivo es permitir a las compañías de danza y a los jóvenes creadores ser conocidos en el mundo a través de que nosotros invitamos aquí a directores de festivales, de teatro, programadores de muchos lugares», añadió Kogon.
Se trata de una espectacular Exposición Internacional donde se puede ver todo lo que se cuece en Israel, desde grupos jóvenes independientes, que dan sus primeros pasos, hasta las grandes compañías consolidadas, como «Vertigo», «Batsheva» o el conjunto «Kibutz», pasando por formaciones emergentes y que tienen mucho que decir, como la «Dafi Dance Group».
Las compañías veteranas como «Kibutz» o «Vertigo» no dejan nunca de fascinar. Son realmente buenas. Transmiten algo más allá de la pura coreografía.
Un gran perfeccionismo formal se aúna con imágenes de gran belleza y verdadero arte, de ese que trasciende, que toca el alma. Contienen una espiritualidad esencial, más allá de cualquier religión, conmueven en lo más profundo, emocionan. Aquí el lenguaje de la danza adquiere su más pleno sentido.
Weitheim, de la compañía «Vertigo», relató así su labor: «Me planteo el trabajo como una investigación sobre el cuerpo, la espera, el contacto, la relación, la fluidez, elementos que están en mi personalidad, de manera muy abierta. Miro lo que nos dice el material del que estamos construidos. Si de verdad investigamos sobre lo material, eso nos da un mayor conocimiento sobre lo espiritual. Me encanta esta contradicción entre el cuerpo físico y lo espiritual, aunque a veces no sé cómo lidiar con esto y me hago muchas preguntas».
Dafi Altabeb, en cambio, dijo mirar el mundo con nuevos ojos. Ella bebió también de las mismas fuentes, pero su mirada es mucho más fresca y más personal. Trabaja con su propia experiencia y con la puesta en común con sus bailarines.
De ahí surge un lenguaje nuevo e interesante. «Me emociono cada día como si fuera el primero. Desde que llego al estudio y cuento mis ideas a los bailarines. Es como una adicción. Voy al estudio, no importa lo cansada que esté, no importa cuántas piezas hice antes, porque cada vez la danza me despierta, me hace sentir como un laboratorio en el que pongo en juego mi vida personal y yo puedo lidiar e investigar con otras personas. No puedo estar sin ello. Es una motivación para la vida», indicó.
El trabajo de Dafi Altabeb y su compañía, «Dafi Dance Group», es muy bueno. Creó interesantes coreografías, Su poética es tierna, delicada y al mismo tiempo potente. Tiene juventud y valentía, imaginación, juego y osadía, contradicción y sobre todo honestidad.
Es un ejemplo de las nuevas generaciones de la danza israelí, sin tapujos, con una personalidad absolutamente propia. Sus creaciones nacen del corazón, una puesta en común con sus bailarines a partir de sus propias vivencias.
Se desmarca de lo folklórico, aunque quizá también lo contenga, simplemente porque crea su propio lenguaje, y cree en él. Y eso es lo que hace atractivas sus creaciones.
Dafi Altabeb arrasó en el último Festival de Teatro de Nápoles con su obra «Sensitivity To Heat» en la que habla de su nula sensibilidad al calor. Lo que demuestra, ni más ni menos, es una gran sensibilidad que hemos podido comprobar en todos sus espectáculos.
«La danza en Israel es algo muy fuerte. Hay mucha pasión aquí para crear; hay un campo muy abierto para la creación y progresa en todo el mundo. Aquí la danza está verdaderamente muy abierta. Estamos empujándonos unos a otros hacia ocupar un buen lugar en el mundo. Israel está adquiriendo su lugar en el mapa de la danza porque aquí hay mucha creación», aseveró Altabeb.
Pocos países como Israel pueden presumir de una creatividad tan fructífera en cuanto a danza contemporánea; danza de calidad y muy genuina que se gana su espacio en el mundo entero.
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