Unas 11.000 personas, jóvenes judíos en su mayoría, participaron ayer en la 22ª «Marcha por la Vida» en el lugar del ex campo de la muerte de Auschwitz-Birkenau, en homenaje a los seis millones de judíos exterminados por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
La larga columna estaba encabezada por una importante delegación de Israel presidida por el jefe del Estado Mayor del Ejército, el teniente general Benny Gantz, y el ex Gran Rabino del Estado hebreo, Israel Meir Lao, como así por el presidente del Congreso Judío Mundial, Ron Lauder. Unos 500 sobrevivientes de la Shoá también participaron de la marcha.
«Vine hasta aquí porque pienso que la muerte de mis abuelos no fue en vano», declaró David Olidolt, de 16 años, que llegó desde Israel.
Para Miriam White, de 45 años, que vino desde Los Ángeles al frente de unos 160 jóvenes, «es muy importante venir aquí y ver, quedarse con lo sobrevivientes. Es muy importante enseñar a los jóvenes lo que pasó en Auschwitz y en los otros campos durante la Segunda Guerra Mundial».
Como todos los años los caminantes franquearon al son del shofar la entrada del campo de concentración en donde está la tristemente célebre inscripción «Arbeit macht frei» (El trabajo libera). El campamento, símbolo del Holocausto, fue instalado por la Alemania nazi en el sur de Polonia en 1940.
La delegación recorrió a pie el camino entre Auschwitz, la parte más antigua del campamento, y Birkenau, el principal lugar de exterminio de los judíos, distante de tres kilómetros.
Entre 1940 y 1945 alrededor de 1,1 millones de hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos de diferentes países de Europa ocupados por Alemania, fueron asesinados en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.
También murieron allí 85.000 polacos no judíos, 20.000 gitanos, 15.000 soviéticos y 12.000 otras personas de diferentes países.
De acuerdo con los organizadores del proyecto «Marcha por la Vida», desde 1988 a la fecha participaron en esa ceremonia más de 150 mil jóvenes judíos.
«Desde aquel 8 de abril de 1988, en el aniversario del Día del Holocausto, se lleva a cabo todos los años la 'Marcha por la Vida'. El nombre no fue elegido por casualidad. Queríamos que el evento fuese un contrapunto a las 'Marchas de la muerte de los nazis', señaló Shmuel Rosenman (69), presidente de la organización internacional 'Marcha por la Vida', y uno de los fundadores de la iniciativa.
«Las marchas de la muerte son parte del capítulo más cruento de la historia alemana. Durante los últimos seis meses de la Segunda Guerra Mundial, los nazis enviaron a miles de prisioneros de los campos de concentración nazis en Polonia, debilitados por el maltrato y las torturas, a una marcha en dirección a Alemania. Muchos de ellos no lograron sobrevivir a la criminal caminata por campos helados. Como contraste, la 'Marcha por la Vida' se lleva a cabo como una señal de esperanza. Y el hecho de que tomen parte en ella miles de jóvenes es, asimismo, un símbolo de fe en el futuro». subrayó Rosenman.
«Al comienzo, la marcha nació con la intención de transmitir a los jóvenes la historia de la Shoá, ya que en muchas familias judías, ni los padres ni los abuelos hablaban con ellos sobre el pasado. La idea de romper ese silencio fue lo que motivó a los organizadores», recordó.
«La iniciativa es mucho más que una recorrida de tres kilómetros por alguna calle de Polonia que fue invadida por los nazis. Es un proyecto educativo del que pueden participar escuelas e instituciones judías de todo el mundo. Entretanto, llegan jóvenes de 42 países, la mayoría de entre 16 y 21 años de edad. Para muchos, es su primera confrontación con los lugares clave de la Shoá. Cada grupo es acompañado, casi siempre, por uno o más sobrevivientes que relatan sus historias de persecución y sufrimientos. Los relatos ejercen un gran impacto en los escolares», agregó.
«El mensaje de los organizadores de la 'Marcha por la Vida' es universal: se debe llegar hasta la raíz del odio, de los prejuicios y de la intolerancia para poder combatirlos. No se trata únicamente de luchar contra el antisemitismo. Desde hace diez años llegan también muchas personas que no son judías, y eso es algo muy positivo», añadió Rosenman.
Una de esas personas es la alemana Christina Brinkmann, de 18 años, que trabaja como voluntaria en la Fundación Internacional para el Encuentro en Auschwitz y participa en conversaciones con sobrevivientes y jóvenes judíos. Para ella, la «Marcha por la Vida» no es sólo un homenaje a las víctimas del régimen nazi, sino que «tiene un nexo muy fuerte con lo que sucede actualmente en el mundo, y es un claro mensaje contra las violaciones a los derechos humanos y el racismo», afirmó.
Fotos: Gentileza Ricardo Flesler
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