Las sirenas y las campanas de las iglesias sonaron el viernes de mañana ante el memorial a los héroes del Gueto de Varsovia, 70 años después de que un puñado de combatientes judíos atacaron a los nazis para morir con las armas en la mano, en lugar de ser asesinados en un campo de exterminio.
Varios cientos de personas se reunieron para esta ceremonia, en la cual participaron el jefe del Estado polaco, Bronislaw Komorowski, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, el ministro israelí de Educación, Shai Pirón, y sobrevivientes del Holocausto.
«Ninguna capital de Europa fue destruida al mismo punto que Varsovia, que fue transformada en un montón de ruinas, pues ninguna luchó tres veces contra el invasor, en 1939, en 1943 y en 1944», recordó Komorowski.
«Los polacos y los judíos pagaron un fuerte tributo, pero el drama de los judíos es particularmente aterrador, dada la magnitud de las atrocidades», destacó.
Durante la ceremonia, Komorowski condecoró con una importante distinción polaca a uno de los últimos combatientes de la insurrección, Simja Rotem, apodado Kazik, de 89 años.
«Usted también luchó por una Polonia independiente. Yo le agradezco en nombre de Polonia y los polacos», declaró.
Rotem, que había conseguido movilizar por las cloacas a un puñado de insurgentes, llegó el miércoles de Israel, donde reside, para participar en las ceremonias en su ciudad natal.
«Ni se nos pasó por la cabeza que íbamos a ganarles a los alemanes», afirmó.
«En realidad, lo único que yo quería era elegir mi muerte, tener una muerte más digna, una muerte más decente que la muerte en una cámara de gas», añadió.
Los participantes pasaron delante del monumento de Umschlagplatz, el punto de salida de los trenes hacia las cámaras de gas del campo de exterminio de Treblinka, adonde los alemanes mandaron a más de 300.000 judíos de Varsovia.
Un gran museo de Historia de los Judíos de Polonia abrirá sus puertas en el emplazamiento del gueto para testimoniar una coexistencia larga y compleja entre judíos y polacos. Este museo debe convertirse en un gran centro de animación cultural y ofrecer un rico programa de citas teatrales, cinematográficas, musicales y científicas, con debates y talleres.
«Todavía tenemos con nosotros a quienes combatieron. Tenemos la obligación de rendirles homenaje y darles las gracias, mientras podamos verlos y escucharlos», declaró el gran rabino de Polonia, Mijael Schudrich.
Del viernes al domingo, cientos de voluntarios repartirán por las calles de la capital junquillos de papel, en recuerdo de Marek Edelman, el último comandante del alzamiento judío, fallecido en 2009, que tenía la costumbre de marcar cada aniversario de la insurrección depositando en solitario un ramo de dichas flores amarillas al pie del monumento.
Una «cadena viva del recuerdo» trazará el domingo los muros del antiguo gueto, del que apenas quedan vestigios: los nazis alemanes arrasaron completamente este barrio y el régimen comunista de la posguerra mandó construir allí, encima de los escombros, nuevos barrios de viviendas.
Varias manifestaciones precedieron al día aniversario del comienzo de la insurrección. Otras están previstas hasta el 16 de mayo, día que marcó el final de los combates en el gueto.
Un estereoscopio instalado en el centro de Varsovia presenta en tres dimensiones las fotos muy poco conocidas de la vida diaria del gueto, hechas o encargadas por alemanes.
Durante las misas, del viernes al domingo, se recitará una plegaria en las iglesias de la capital en memoria a los héroes de la insurrección, según decidió el arzobispo de Varsovia, monseñor Kazimierz Nycs.
«Se trata de una decisión y de un gesto muy importantes por la parte de la Iglesia» católica, declaró Piotr Kadlcik, presidente de la comunidad judía de Polonia. «Después de las ceremonias, enviaré una carta de agradecimiento al arzobispo Nycz», agregó.
«Vengo aquí desde hace años y estoy emocionada de que por primera vez las sirenas suenen para honrar esta insurrección", dijo una participante en la ceremonia, Zofia Wislicka, una socióloga de 28 años.
Hasta ahora, las sirenas marcaban tradicionalmente las ceremonias de la Insurrección de Varsovia del 1 de agosto de 1944, lanzada por la resistencia polaca contra los nazis y que costó la vida a varias decenas de miles de insurgentes y a 200.000 habitantes civiles de Varsovia.
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