En el Centro de Convenciones de Tel Aviv Israel en línea recorrió Agritech, una de las ferias de agricultura más importantes del mundo en la cual expusieron empresas y startups para las que la tecnología lo es todo.
Israel consume 2.000 millones de metros cúbicos de agua al año, pero por sus condiciones naturales dispone sólo de 1.000 millones.
La falta de agua hizo surgir con patentes como el riego por goteo para cultivos desarrollado por empresas como Metzerplas o Netafim y el desarrollo de una industria de desalinización que permitió que haya localidades en donde el 100% del consumo de los hogares sea agua de mar tratada.
La industria tecnológica aporta en Israel cerca de 25% de la economía y la agricultura alrededor de 1,44%. Por eso cobra importancia un encuentro como Agritech, que fusiona el agro con lo último en tecnología, y que este año, del 28 al 30 de abril, completó su versión número 19 en Tel Aviv con la participación de más de 200 expositores y 150 delegaciones, 20 de ellas oficiales.
Israel en línea, en su recorrido por la feria, encontró startups y soluciones innovadoras para control biológico, cultivos hidropónicos, irrigación, ordeño y hasta el internet de las cosas en el campo de la agricultura.
Usar control biológico implica «un cambio de cultura», según Yeshurún Plesser, representante para América Latina de Biobee, una compañía de origen israelí con 30 años de existencia, presente en Colombia, Perú y Ecuador que se dedica a la cría de abejorros para polinización y bichos para control de plagas.
Con producción y distribución en más de 20 países, Biobee llegó a América Latina a especializarse en el mercado de cultivos de rosas y claveles, en donde, según Plesser, de 3.000 hectáreas sembradas, sólo en 100 a 150 hectáreas se hace control de plagas sin químicos. En países como Kenia y Etiopia la tasa de implementación de control biológico es cercana al 50%.
Al año invierten en Colombia cerca de 400.000 dólares y aspiran, por demás, empezar a desarrollar nacionalmente un tipo de abejorro para polinización y que el área de cultivos de rosas que no usan químicos pase de 100 a 150 hectáreas a 1.000 hectáreas en cinco años.
«La gente quiere tener cultivos hidropónicos pero no lo hacen porque requiere de mucho conocimiento de química y agricultura», aseguró Amijai Yifraj, vicepresidente de investigación y desarrollo de Fluxi, una startup israelí con cinco meses de vida, que desarrolló un dispositivo para que la «gente del común», en palabras de Yifraj, pueda cultivar su propia comida en casa y no morir en el intento.
El dispositivo, una esfera con tres patas, se entierra en el cultivo y recoge información en tiempo real para la detección de enfermedades y deficiencias de nutrientes, y la envía a una aplicación móvil que el cultivador puede tener en su tablet o smartphone.
Con 500 dólares se puede adquirir con el sistema automático para que Fluxi alimente el cultivo. Actualmente, la compañía está buscando fondos para empezar a manufacturar y salir a la venta en el último trimestre de este año.
Con la estadística de que 80% de los agricultores riega sus plantas sin ninguna información de tipo científico, Saturas desarrolló un sensor miniatura que se instala en los tallos o troncos de las plantas y que arroja datos precisos sobre las necesidades de irrigación.
Según Anat Halgoa, CEO de Saturas, el sistema es tan eficiente que con uno o dos sensores por hectárea se obtiene la información suficiente.
«Se logra un ahorro de 15% a 20% de agua y lo importante, que es la calidad del cultivo, se incrementa entre un 5% y un 20%», aseguró Halgoa.
La tecnología fue desarrollada por Moshé Merón, investigador del Centro Tecnológico Migal ubicado en la Galilea, un instituto que trabaja con cerca de 10.000 agricultores, responsables del 20% de la producción del país.
Israel tiene una producción récord de leche por vaca: 12.000 litros al año por cada una. La cifra es el resultado de que de 1.000 fincas de ordeño casi el 100% utiliza tecnología de máquina a máquina (M2M) y el internet de las cosas para recoger datos y analizar qué anda bien o mal con el ganado.
Afimilk, una cooperativa fundada por el kibutz Afikim, lo que fortalece los servicios de extensión, es una de esas fincas. Allí, cada vaca y punto de ordeño tiene un sensor que da cuenta del peso del animal, cuántos pasos da al día, cuál está ovulando, y hasta cuando hay síntomas de mastitis. Todo se envía vía WiFi para que pueda ser objeto de análisis.
«El estiércol de las vacas lo recoge un tractor y se envía a una planta donde lo transforman en energía eléctrica. El restante se deja en el cobertizo porque el estiércol es la mejor cama para las vacas», explicó Daniel Hojman, de servicios profesionales de Afimilk.
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